sábado, 18 de noviembre de 2017

Knight of Cups (2015)




Director: Terrence Malick
EE.UU., 2015, 118 minutos

Knight of Cups (2015)


Cualquiera de los comentarios que hacíamos ayer sobre To the Wonder servirían ahora para referirnos a Knight of Cups, lo cual viene a confirmar hasta qué punto resulta reiterativo el estilo de Terrence Malick. Porque de nuevo, como en el filme anterior, decidió rodar sin guion, dejando que los actores improvisaran a partir de unas mínimas indicaciones aportadas por el director. Es decir: más paseos descalzos a orillas de la playa, más recorridos errabundos por inhóspitos desiertos de conmovedora belleza y la sempiterna voz en off de los personajes entre temibles rascacielos de apocalípticas megalópolis superpobladas. En una palabra: más de lo mismo.

E idéntica voluntad de mostrarse como el gurú de una mística tan imprecisa como fascinante para según quién. En esta ocasión, la historia (si la hay) gira en torno a Rick, una descarriada estrella en cuya piel se ha metido el galés Christian Bale. El hombre, dejándose seducir por el lujo y la lujuria, será arrastrado hacia una tentadora vorágine de suculentos placeres que los ambientes más exclusivos de Los Ángeles y de Las Vegas ponen a su alcance. Una existencia desordenada y vacía en la que las fiestas y los excesos se suceden con el mismo ritmo frenético que las mujeres de irresistible hermosura. Como él mismo dirá en un momento determinado: "I spent 30 years... not living life... but ruining it... for myself... and others... I can't remember... the man... I wanted to be..."

Nancy (Cate Blanchett), una de las conquistas de Rick (Christian Bale)


La música, pilar esencial sobre el que Malick erige la majestuosa estructura catedralicia de la mayor parte de su filmografía (por lo menos, de la más reciente), vuelve a gozar aquí de un protagonismo indiscutible que se prolonga a lo largo de las casi dos horas de metraje. Composiciones de Ralph Vaughan Williams, del polaco Wojciech Kilar, de Arvo Pärt (¡cómo no!) y hasta de Grieg, cuya célebre "Muerte de Ase" (extraída de la suite Peer Gynt) contagia su hondo patetismo a las imágenes.

Sin embargo, todas esas melodías ya eran notables de por sí: a Malick únicamente le corresponde el dudoso mérito de haberse servido de ellas. Del mismo modo que vuelve a contar con una nómina de actores y actrices de altísimo nivel dispuestos a prestarse a sus caprichos (a tanto ha llegado su renombre de cineasta magistral): Antonio Banderas, Cate Blanchett, Natalie Portman, la voz de Ben Kingsley... Aunque, visto lo visto, el resultado dista mucho de ser una obra de arte duradera (y que nos perdonen sus partidarios, que seguro que son tantos como detractores). Francamente: el Terrence Malick que era capaz de tardar hasta veinte años en levantar un proyecto nos parecía más atractivo. Desde luego, el malditismo tiene mucho gancho...

Isabel Lucas

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