domingo, 19 de abril de 2015

Testigo accidental (1952)




Título original: The Narrow Margin
Director: Richard Fleischer
EE.UU., 1952, 71 minutos

Testigo accidental (1952) de Richard Fleischer


En este film noir de serie B, Frankie Neal, la esposa de un mafioso que ha decidido declarar contra las malas artes del sindicato del crimen, se ve obligada a viajar de incógnito para evitar que la asesinen. Por eso tiene que ser escoltada por el sargento de la policía Walter Brown mientras viaja en tren desde Chicago hasta Los Ángeles para testificar en el juicio. Aun así. la mafia acabará cruzándose en su camino...

Parece mentira cómo, en los apenas setenta minutos que dura Testigo accidental, el siempre avispado Richard Fleischer fue capaz de condensar una trepidante historia que no por plagada de tópicos resulta menos eficaz. Curiosamente, esta The narrow margin (título original) presenta algunas similitudes con un par de películas de Alfred Hitchcock, una anterior y otra posterior a su realización.

Alarma en el expreso (The Lady Vanishes, 1938) también transcurre a bordo de un tren e igualmente construye su trama a partir de un personaje femenino, en este caso la rica ancianita que misteriosamente desaparece durante el viaje.

La otra película es Con la muerte en los talones (1959) y todo parece indicar que el mago del suspense se inspiró en un par de detalles de la película que Fleischer había rodado siete años antes. Por ejemplo, la escena en la que, fingiendo conocerla, Cary Grant se sienta en la mesa de Eva Marie Saint al huir de la policía aparece ya en Testigo accidental, solo que en esta ocasión es el sargento Brown quien pone en práctica dicha estrategia para escabullirse de los mafiosos. De modo similar, en un momento determinado se insinúa que en el interior de la litera desplegable del compartimento en el que viaja la señora Neal podría esconderse alguien, cosa que sí que llegará a hacer Cary Grant, para su incomodidad, en North by Northwest.

Sea como fuere, Richard Fleischer demuestra tener pulso e ingenio en la dirección de un film modesto, pero efectivo. Así lo atestiguan las diversas ocasiones en las que se juega con el ruido del traqueteo del tren, confundiéndolo o haciéndolo coincidir con otros ruidos similares: una mujer limándose las uñas, el teclear de una máquina de escribir... No resulta sorprendente, pues, que pudiera ser del agrado del mismísimo Hitchcok (que ya es decir...)











El reflejo en la ventanilla de otro tren será de vital ayuda para Brown

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