jueves, 30 de abril de 2015

Brasserie Romantic (2012)




Título original: Brasserie Romantiek
Director: Joël Vanhoebrouck
Bélgica, 2012, 102 minutos

Brasserie Romantic (2012) de Joël Vanhoebrouck


Comedia coral belga rodada en lengua flamenca que versa sobre Pascaline (Sara de Roo), una mujer que ya supera la cuarentena y que regenta junto a su hermano, el cocinero Angelo (Axel Daeseleire), un restaurante cuyo distinguido comedor es preparado cuidadosamente para festejar el Día de San Valentín. Pero ¿cómo podía imaginar Pascaline que Frank (Koen De Bouw), su amante de hace veinte años, iba a reaparecer de improviso en su vida justamente en semejante fecha y pidiéndole, además, que se vaya a vivir con él a Buenos Aires?

De forma paralela, sus comensales nocturnos también deberán hacer frente a lo inesperado. Como Roos (Barbara Sarafian), la típica ama de casa aburrida que informa a su marido Paul (Filip Peeters) de que tiene un amante. Mia (Ruth Becquart), por contra, parece albergar la intención de suicidarse debido a una reciente ruptura sentimental comiéndose unos bombones de dudoso contenido, mientras, al mismo tiempo, es cortejada por el camarero Lesley (Wouter Hendrickx). Y a Walter (Mathijs Scheepers), el enfermizamente apocado funcionario/geólogo, lo devora la desmesurada inseguridad que le provoca el estar sentado frente a Sylvia (Tine Embrechts), la mujer de sus sueños. Por cierto que Walter posee la extraña habilidad de proyectar a su otro yo (mucho más desinhibido) en el espejo del lavabo para que pueda aconsejarle cómo ser "un verdadero tigre".

Por diversos motivos, Brasserie Romantic es un filme que bien podría enmarcarse en la senda de títulos como Tímidos anónimos (Jean-Pierre Améris, 2010). Ambas tienen en común la inocencia candorosa que transmiten sus personajes; el sibaritismo que destilan las imágenes a la hora de mostrar la comida (ya sea chocolate, en la segunda, o los suculentos platos que, por orden riguroso del menú, se nos van presentando a modo de estructura en Brasserie Romantic... En fin: que una y otra son, por decirlo en dos palabras, deliciosamente intrascendentes.



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