martes, 27 de marzo de 2018

Modesty Blaise, superagente femenino (1966)




Título original: Modesty Blaise
Director: Joseph Losey
Reino Unido, 1966, 119 minutos

Modesty Blaise (1966) de Joseph Losey


Deliciosamente intrascendente, Modesty Blaise, adaptación cinematográfica del cómic creado por Peter O'Donnell y el dibujante Jim Holdaway, nació con la discutible misión de ser la parodia amable, en clave femenina, de la saga James Bond. Y si no fuera por lo emblemático de algunos de los nombres que en ella tomaron parte, a buen seguro que la película habría caído enseguida en el olvido más absoluto.

Veamos rápidamente la lista, porque no tiene desperdicio: el futuro premio Nobel Harold Pinter (aunque sin acreditar) parece ser que intervino en el guion; uno de los malditos de Hollywood, Joseph Losey, la dirigió (se conoce que el buen hombre debía de estar pasando apuros económicos en aquel entonces para aceptar lo que, a todas luces, tiene pinta de ser un mero trabajo alimenticio); Terence Stamp, en una de las decisiones más equivocadas de su carrera profesional, rechazó participar en Alfie para protagonizar este engendro; Dirk Bogarde acaso se dejó enredar por Losey para enfundarse una peluca blanca y encarnar al antagonista de una historia sin pies ni cabeza; y en cuanto a Monica Vitti... La bella italiana merece un párrafo aparte.



Musa (y algo más) de su compatriota Michelangelo Antonioni, la pareja se mostró tan unida durante el rodaje que la actriz recibía más indicaciones y consejos del italiano (quien, a la sazón, se encontraba en Londres ultimando los preparativos de Blow-Up, otro filme icónico, como Modesty Blaise, de la década de los sesenta) que no del verdadero director de la cinta, por lo que Losey, a pesar de la admiración que le inspiraba la obra de su colega, se vio en la tesitura de tener que pedirle que abandonase el plató...

En esencia, el mundo que aparece reflejado en Modesty Blaise es básicamente el nuestro: una sociedad de consumo y de masas, con turistas y grandes ciudades, dominada por el hedonismo, el culto a la moda, a la juventud y demás elementos de la cultura pop. Por eso la gente iba a ver películas como ésta, o como Estambul 65 de Isasi, a pesar de su nulo argumento o de sus innumerables (e intencionados) fallos de racord: por la simple despreocupación de ver desfilar ante la pantalla el colorido estridente de los modelitos entre futuristas y ligeramente erotizantes de una Monica Vitti adorable o de la no menos despampanante Jane Fonda en la muy similar Barbarella (1968).


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