domingo, 19 de marzo de 2017

Llegar a más (1963)




Director: Jesús Fernández Santos
España, 1963, 82 minutos

Llegar a más (1963) de Jesús Fernández Santos


Entre 1960 y 1964 se produce un paréntesis en la vida literaria de Jesús Fernández Santos. Nuestro escritor se consagra al rodaje del que sería su primer -y último- largometraje: Llegar a más. La película, aunque tomaba como base del guion un relato suyo, incluido en Cabeza rapada, se localizaba en escenarios diferentes a las montañas rayanas con Asturias, donde -en el cuento- un joven aprendiz de minero entierra sus pobres esperanzas. El rodaje de Llegar a más fue decisivo, también, en la trayectoria cinematográfica de Fernández Santos: la película "no fue un éxito estrepitoso -confiesa el novelista-, pero me costó casi cuatro años, y la verdad es que me cansé. En la vida siempre hay un momento en que conviene elegir, así que yo opté por otras cosas. Intenté (como todos al principio) unir la calidad con el toque comercial. A mí me gusta Llegar a más (...). Claro, volver es difícil, porque para hacer cine de minorías hay que ser hijo de millonario, y para la cosa comercial no te llaman (...). A veces tengo la sensación de que la gente de la industria no me considera del gremio; piensa que soy un escritor nada más. Comprendí que el cine está demasiado mediatizado, y el español aún más, por una serie de intereses y escaseces que lo convierten en una mediocre artesanía. La censura, los medios técnicos, una falta de miras y de cultura en general me hicieron dedicarme a él como segundo oficio y seguir escribiendo, actividad en la que sí me sentía libre del todo, y responsable de mis obras".

Jorge Rodríguez Padrón
Jesús Fernández Santos (1982), Ministerio de Cultura, pp. 24-25

En más de una ocasión manifestó Fernández Santos, como en las declaraciones anteriores, el hartazgo que le produjo tener que batallar tantísimo para levantar la que, al fin y a la postre, había de ser su única película de ficción. Y es una verdadera lástima, porque, independientemente de la escasa carrera comercial que le tocase en suerte a Llegar a más, de lo que no cabe la menor duda revisándola más de medio siglo después es de que su director tenía madera de cineasta: el mundo ganó un novelista de raza, cierto, pero perdió para siempre al que, junto con Carlos Saura, podría haber sido el gran realizador del cine español.

Que sabía lo que se hacía lo atestiguan los treinta y seis títulos, entre documentales y reportajes televisivos, que dirigió a lo largo de su carrera, algunos tan prestigiosos como los dedicados a Velázquez o a Goya. No hay más que ver, por ejemplo, la panorámica inicial sobre Madrid con la que arranca Llegar a más, sabiamente enfatizada por las notas musicales de la partitura compuesta por el maestro Miguel Asins Arbó, para convencerse de que estamos ante una obra de grandes proporciones.

Manuel San Francisco (Daniel) y María José Alfonso (Amparo)

Daniel Tormo (Manuel San Francisco) pertenece a esa estirpe de personajes que, como el José Luis Sánchez que interpretará pocos años después Julián Mateos en El último sábado (1967), pagan cara su desmesurada ambición: nacidos en el seno de familias humildes, no saben conformarse con el ejemplo de abnegado sacrificio heredado de sus padres, lo cual redunda en un estrepitoso fracaso. Les ciega el orgullo y se pillan los dedos, por así decirlo, al fiarse en exceso de los atajos que prometen un éxito rápido y fácil.

Daniel está convencido de que marcharse a trabajar al extranjero es la panacea de todos los males. Y como no lo consigue ni sin papeles (en el último instante se baja del tren para regresar con su novia Amparo) ni con ellos (se los deniegan por una cicatriz que le detectan en el pulmón), acabará sucumbiendo a las malas compañías que lo tientan con el acceso directo a un bienestar que hasta entonces él considera que se le ha vedado: trabajar en un taller, casarse, tener un coche... nada de todo eso es suficiente para alguien que aspira a llegar a más. Por eso en el travelín final, otro portento de narración cinematográfica, Daniel, de camino a la Dirección de Seguridad y como un Tántalo moderno, verá desfilar por la ventanilla del taxi de su padre que él mismo conduce todos los placeres (cines, concesionarios, agencias de viaje, el bullicio nocturno...) a los que a partir de ahora tendrá que renunciar ya para siempre.


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