miércoles, 9 de octubre de 2024

El dormilón (1973)




Título original: Sleeper
Director: Woody Allen
EE.UU., 1973, 90 minutos

El dormilón (1973) de Woody Allen


Dos son las referencias paródicas que enseguida saltan a la vista como principales fuentes de inspiración de Sleeper (1973): La naranja mecánica (1971) de Kubrick y Fahrenheit 451 (1966) de Truffaut. A las que podría añadirse una tercera, considerando que el robot que tutoriza la clonación de la nariz del Líder Supremo parece claramente un remedo del HAL 9000 de 2001: Una odisea del espacio (1968). Ingeniosa sátira, por tanto, de las películas de ciencia ficción, cuyo protagonista despierta al cabo de doscientos años de letargo para encontrarse con un mundo radicalmente distinto al suyo.

Entre la distopía futurista y la diatriba social y política en clave humorística, la película de Woody Allen pasará a la historia por su crítica implícita a la tecnología y los avances científicos. Así pues, el guion plantea una sociedad de individuos que recurren al placer artificial, ya sea mediante el uso del orgasmatrón o a través del tacto de unas misteriosas bolas metálicas de efecto lisérgico. Aunque también se trata de un mundo orwelliano a lo 1984 en el que los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado perseguirán sin tregua a Miles Monroe (Allen) por considerarlo un peligroso infiltrado.



Es esa pérdida de libertades individuales la que marca el punto de inflexión en una comedia recordada por el divertido papel de autómata que interpreta su director en el contexto de una puesta en escena muy slapstick repleta de alusiones al humor del cine mudo o incluso de los hermanos Marx (como en la secuencia del espejo) que la jazzística banda sonora, con el clarinete del propio Woody a todo ritmo, no hace sino intensificar.

Por lo demás, la imagen del protagonista embutido en un aparatoso traje hinchable que lo mismo le sirve para volar a trompicones que para deslizarse vertiginosamente sobre la superficie de un estanque con su compañera Luna (Diane Keaton) a cuestas resulta divertidísima pese a que deja traslucir temas de más hondo calado como serían la figura del individuo que se rebela contra el sistema o la ridiculización de un orden mundial consumista y cada vez más tecnificado.



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