lunes, 24 de septiembre de 2018

Una casa de locos (2002)




Título original: L'auberge espagnole
Director: Cédric Klapisch
Francia/España, 2002, 122 minutos

Una casa de locos (2002) de Cédric Klapisch


Observo con asombro cómo ha envejecido una película que en su momento me pareció todo frescura (en realidad, la peli sigue siendo en esencia la misma: es uno el que se ha hecho mayor...) No importa. De hecho, ésa era la idea: con este filme, el director Cédric Klapisch ponía la primera piedra de un tríptico que precisamente había de dejar constancia de la trayectoria y posterior evolución de un grupo de estudiantes universitarios a los que el destino (y el programa Erasmus) reunía en Barcelona.

Sin llegar a los extremos de experimentos tipo Boyhood (2014) de Richard Linklater o la progresiva transformación en adulto del Antoine Doinel de Truffaut y Jean-Pierre Léaud, L'auberge espagnole (Una casa de locos, en la traducción castellana) daría paso, tres años después, a Les poupées russes (Las muñecas rusas, 2005) y, finalmente (al menos de momento), a Casse-tête chinois (Nueva vida en Nueva York, 2013).



Algunos de los integrantes del reparto coral de esta primera entrega —caso de Romain Duris, Audrey Tautou o Cécile de France— se consagrarían en lo sucesivo como grandes estrellas del cine francés. En efecto, ellos son prácticamente los únicos (junto con la británica Kelly Reilly) que intervienen en las tres películas de la serie: Xavier (Duris), aspirante a economista y escritor en ciernes, amén de narrador en primera persona de la historia; su apesadumbrada novia Martine (Tautou), afligida en la distancia mientras él se pega la gran vida en la ciudad condal; Isabelle (Cécile de France), la belga lesbiana amiga de Xavier que se lía con su profesora de flamenco...

Ya se sabe cómo funcionan este tipo de cintas, construidas a partir de una estructura episódica y a base de multitud de tópicos a propósito de las costumbres locales o de las distintas nacionalidades que se dan cita en el piso que comparten los protagonistas. Así pues, al rechazo inicial que, por ejemplo, suscita, sobre todo entre los alumnos francófonos, el hecho de que en la facultad las clases se impartan en catalán, le seguirá un espíritu de camaradería entre festivo y desinhibido, multicultural y tolerante, que convierte la estancia de estos jóvenes en la capital catalana en una especie de rito iniciático previo a su entrada en el mundo adulto.


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