domingo, 4 de junio de 2017

Parranda (1977)




Director: Gonzalo Suárez
España, 1977, 85 minutos

Parranda (1977) de Gonzalo Suárez


Quizá porque su director es oriundo de aquellas tierras, las localizaciones de Parranda, que destilan verde por los cuatro costados, se llevaron a cabo en diferentes puntos de la geografía asturiana (Llanes, Mieres y Oviedo). Y eso que la historia se supone que transcurre en la Galicia profunda. De hecho, se trata de una adaptación de la misma novela de Eduardo Blanco Amor que muchos años después acabaría convirtiéndose en A esmorga (2014).

Sin embargo, y a pesar de su origen literario, son varias las escenas en las que Suárez parece tener en mente otras fuentes de inspiración adicionales. Por ejemplo, cuando Bocas, Cibrán y Milhombres (el trío protagonista, encarnado, respectivamente, por José Luis Gómez, José Sacristán y Antonio Ferrandis) profanan el pazo del señor de Andrada (Fernando Hilbeck): viéndolos arrojarse sobre las ricas viandas que colman la mesa de la cocina, manoseando el caviar y el queso inmaculado con sus zarpas mugrientas de haragán harapiento, ¿a quién no le vienen a la memoria los desharrapados de Viridiana? Y al igual que Buñuel compone con ellos un retablo viviente inspirado en La última cena de Da Vinci, también en Parranda resulta relativamente fácil encontrar alusiones pictóricas.

La composición del plano recuerda a El triunfo de baco de Velàzquez

En todo caso, a los tres hombres les espera un destino trágico y, por más que vivan en desenfreno continuo, la fatalidad les aguarda. Así pues, una de las ancianas vestidas de riguroso negro que presencian sus devaneos en casa de la Monfortina (Queta Claver) no dudará en sentenciarlos: "Caballos, caballos, caballos. Ni de corral ni de cuadra. Ni de hierba ni de montaña. Caballos de matadero: esos sois y allí acabaréis..." Medio sibila, medio meiga, el augurio de la mujer se cumplirá punto por punto. Lo cual se opone frontalmente a lo que tiempo atrás le había dicho el Bocas a Cibrán con tal de tranquilizarlo: "Oye, Cibrán... Si alguien va a pasarlas putas por esto, soy yo. Y mírame. ¿Crees que tengo miedo? Pues no. No me verán llorar." Palabras que acabarán resultando del todo irónicas, sobre todo para Cibrán.

Cipriano Canedo, alias Cibrán

En cuanto a Milhombres, le une al Bocas una relación en sí misma contradictoria: a menudo vapuleado, continuamente despreciado por éste (quien no cesa de pedirle a Cibrán que no le deje solo con él), experimenta, sin embargo, una atracción homosexual de fatales consecuencias. Socorrito (Marilina Ross), ese ser candoroso que, a condición de que huela bien, le pide que le haga un hijo al primero que se cruce en su camino, se acabará convirtiendo involuntariamente en víctima propiciatoria de tanta depravación.


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