sábado, 31 de agosto de 2024

El sueño del mono loco (1989)




Título en inglés: Twisted Obsession
Director: Fernando Trueba
España/Francia, 1989, 108 minutos

El sueño del mono loco (1989) de Fernando Trueba


Una película hipnótica cuya trama se bifurca, conforme avanza, hacia derroteros inesperados. Quien haya visto la reciente Isla Perdida (Haunted Heart, 2024) reconocerá en ella algunos elementos que Fernando Trueba había ensayado ya, muchos años antes, en El sueño del mono loco (1989). En ese sentido, el argumento de Manolo Matji, Menno Meyjes y el propio Trueba, adaptación de la novela homónima de Christopher Frank, se adentra en los entresijos de una historia repleta de claroscuros que tiene como eje central a un guionista en horas bajas.

Daniel Gillis (Jeff Goldblum) acaba de separarse y, aparte de cuidar de su hijo pequeño, acepta implicarse, a instancias del productor Legrand (Daniel Ceccaldi), en un proyecto disparatado que dirigirá un debutante director inglés llamado Malcolm Green (Dexter Fletcher). La cosa parece que no tiene demasiado futuro y a punto estará de dejarlo correr, pero entonces se cruza en su camino la misteriosa hermana menor de Greene, Jenny (Liza Walker), y todo cambia definitivamente.



Como hiciera Polanski por aquellas mismas fechas en Frantic (1988), el mayor de los Trueba sitúa la acción de esta su cinta, rodada en inglés y agraciada con seis Goyas, incluidos Mejor Película, Mejor Director, Mejor Guion Adaptado, Mejor Fotografía (para José Luis Alcaine) y Mejor Montaje, en un París un tanto inhóspito que encierra muchos secretos bajo su idílica apariencia de eterna ciudad de las luces.

En suma, un laborioso juego entre ficción y realidad en la más pura tradición del cine de suspense, adornado con una inquietante banda sonora orquestal del francés Antoine Duhamel. El protagonista se debatirá entre el amor de varias mujeres, incluida su agente (Miranda Richardson), una rubia en silla de ruedas que lo mismo podría ser una perversa bruja que una sirena bondadosa. El resto, críptico y a ratos perturbadoramente incómodo, avanza por terrenos más propios de una pesadilla, alegoría espeluznante del mundo en torno a la industria cinematográfica.



viernes, 30 de agosto de 2024

Calle 54 (2000)




Director: Fernando Trueba
España/Francia/Italia/Méjico/Bélgica, 2000, 105 minutos

Calle 54 (2000) de Fernando Trueba


La voz en off del propio Fernando Trueba introduce con un breve comentario cada uno de los números de Calle 54 (2000), la película gracias a la cual el director veía cumplido su viejo sueño de rendir homenaje al jazz latino. Son aproximadamente una docena de artistas, de muy diversa procedencia, la mayor parte de ellos leyenda viva de un estilo que nació del mestizaje entre culturas.

Paquito D'Rivera, Chano Domínguez, Michel Camilo, Jerry González, Tito Puente... La nómina de instrumentistas que se dan cita ante la cámara no deja lugar a dudas a propósito del enorme talento que atesoran. Incluso algunos, como los pianistas Bebo y Chucho Valdés, padre e hijo, dan buena prueba de sintonía sobre el escenario, pese a que llevaban años sin verse.



Electrizantes actuaciones en vivo (aunque en estudio), sobre todo cada vez que aflora ese elemento afro tan característico cuya base reside en el brío de las percusiones. Buen ejemplo de ello sería el tema "Compa Galletano", interpretado con inusitado dinamismo por los cubanos Puntilla y Nueva Generación. Intensidad rítmica que contrasta, sin embargo, con el intimismo al piano de Eliane Elías o la actitud más ecléctica del saxofonista Gato Barbieri, quien afirma que estuvo muchos años sin grabar porque ya no percibe la magia que antaño unía a músicos y cineastas formando parte de un mismo todo.

El colorido de los decorados, incluso del vestuario que lucen algunos de los protagonistas, casa a la perfección con la gama de matices extraordinariamente sensorial que destila la música de unos auténticos pioneros. Figuras, conviene recordarlo, a las que cintas como ésta o, un año antes, Buena Vista Social Club (1999) de Wim Wenders y Ry Cooder contribuyeron a sacar del relativo olvido en el que tan injustamente habían caído.



jueves, 29 de agosto de 2024

Blanco y negro (2003)




Título completo: Blanco y Negro: Bebo & Cigala en vivo
Director: Fernando Trueba
España, 2003, 81 minutos

Blanco y negro (2003) de Fernando Trueba


La delicadeza con la que la cámara capta a los músicos desde todos los ángulos, en cenital, en escorzo, demuestra que Blanco y negro (2003) va más allá de lo que sería la simple filmación de un concierto. Y es que el proverbial carácter melómano de Fernando Trueba se ponía aquí al servicio de dos artistas, el cubano Bebo Valdés y el flamenco Diego el Cigala, que, además de virtuosos en sus respectivos cometidos, eran, por encima de todo, sus propios ídolos.

En realidad, el responsable de reunir a esos dos monstruos sobre un escenario había sido el propio cineasta, con lo que el proyecto inicial, el álbum Lágrimas negras, y su posterior éxito, culminado con un Grammy Latino, adquiere otra dimensión. El repertorio, variado en su clasicismo, ofrecía un nuevo enfoque a canciones que ahora se enriquecían de un continuo ir y venir entre la copla y el son.



La voz desgarrada del uno, unida a la paleta sonora del otro, da como resultado un fresco de resonancias caribeñas, aunque pasadas por el tamiz sólidamente académico del veterano pianista. Completaban el combo Javier Colina al contrabajo, el guitarrista Niño Josele e Israel Porriña, 'Piraña', al cajón.

Diecinueve son los temas que componen el repertorio de la actuación, filmada en Valldemossa, Mallorca, el 22 de junio de 2003. Entre ellos destacan composiciones de inspiración antillana, como "La Caridad" o "Tu sonrisa", ambas de Manuel Saumell Robredo, aunque también tienen cabida pinceladas más eclécticas, caso de "Americana", a partir de temas de Gershwin, o hasta aires de bossa nova en "Eu sei que vou te amar", de Antonio Carlos Jobim y Vinicius de Moraes.



miércoles, 28 de agosto de 2024

Isla Perdida (2024)




Título original: Haunted Heart
Director: Fernando Trueba
España/EE.UU./Colombia, 2024, 128 minutos

Isla Perdida (2024) de Fernando Trueba


Como si de un trampantojo se tratase, comienza Haunted Heart (2024) dejando entrever una serie de elementos (ambiente estival, cotidiano, a orillas del mar) que pudiera hacer pensar, por ejemplo, en el cine de Rohmer. Craso error, porque lo que le aguarda al espectador durante las próximas dos horas no tiene nada que ver con ese tipo de planteamiento a lo Nouvelle vague.

Fiel a su condición de cinéfilo irredento, eso sí, Fernando Trueba se sirve de recursos muy diversos para lograr que la trama avance y vaya gradualmente transformándose en un thriller romántico de inspiración hitchcockiana. Así pues, cada nueva pista que descubra Álex (Aida Folch) en su afán por conocer mejor al misterioso hombre del que está perdidamente enamorada dejará al descubierto el turbio e inquietante pasado de Max (Matt Dillon).



El hecho de que haya rodado en inglés y en una remota isla griega el que de momento es su último largometraje corrobora, una vez más, la vocación cosmopolita de un director que, siempre que puede, aprovecha para colar en sus películas alguna pincelada jazzística, otra de sus grandes pasiones/obsesiones. Lo cual, dicho sea de paso, le sirve en esta ocasión no sólo para perfilar el lado oscuro del protagonista, sino también para emular una escena calcada al célebre momento de Casablanca (1942) en el que el personaje de Bogart enfurece cuando de repente escucha una melodía que le evoca recuerdos dolorosos de su vida anterior.

Sin embargo, y por más ilustres que sean los referentes de los que bebe el guion, escrito por Trueba junto con Rylend Grant, a la historia narrada le falta credibilidad, aparte de que esboza personajes, sobre todo en la primera parte, la que transcurre en el restaurante durante el verano, que luego, como si quedasen colgados, tendrán escasa o nula trascendencia en el desarrollo posterior de la acción. Aun así, la progresiva tensión dramática de la cinta, elegantemente fotografiada por el colombiano Sergio Iván Castaño y con banda sonora del prestigioso compositor polaco Zbigniew Preisner, colaborador habitual de Trueba en los últimos tiempos, desemboca en un final que no por previsible resulta menos trágico.



martes, 27 de agosto de 2024

El milagro de Candeal (2004)




Director: Fernando Trueba
España, 2004, 125 minutos

El milagro de Candeal (2004) de Fernando Trueba


El poder hipnótico de la música propicia que las más de dos horas de metraje de El milagro de Candeal (2004) se pasen volando. Aunque aparte de muchas y excelentes actuaciones musicales, el documental de Fernando Trueba contiene sobre todo un trasfondo humano que conecta el legado celosamente atesorado por los descendientes de los esclavos africanos que un día arribaron a Salvador de Bahía con la efervescencia social de un barrio cuyos habitantes unen esfuerzos en pro del desarrollo y la cultura.

Animado a descubrir en suelo brasileño los vínculos que le unen con su propia ascendencia afrocubana, el veterano pianista Bebo Valdés (1918-2013) cumple la función de invitado al que diversas figuras locales, en especial Carlinhos Brown, acompañan y agasajan mientras dura su visita. Excelente ocasión para que, además de disertar animadamente a propósito de estilos, costumbres y creencias, vayan desfilando ante la cámara figuras de la talla de Caetano Veloso o Gilberto Gil.



Del mismo modo que la realidad retratada por Trueba es fruto del mestizaje, su película bebe también de distintos géneros cinematográficos que van desde el musical hasta el documento etnográfico, pasando por el tono reivindicativo de quienes, como el cantautor Mateus Aleluia, reclaman una mayor presencia en las instituciones para la mayoría negra que, a efectos prácticos, termina siendo minorizada desde el poder. De ahí la importancia que adquiere la música como elemento de cohesión, especialmente cuando se aplica con finalidades educativas entre los jóvenes de las áreas más desfavorecidas.

Y así, entre invocaciones a los orishas y demás deidades de la santería, las calles de Candeal se llenan del colorido y bullicio de sus gentes, siempre dispuestas a festejar la alegría de vivir. Como vitalista es la actitud mostrada en todo momento por don Bebo, lo mismo en el sambódromo carnavalero que en los ambientes más humildes de una ciudad en la que se siente como en casa. Algo que queda patente cada vez que el octogenario acompaña al piano a cuantos artistas requieren su participación.



lunes, 26 de agosto de 2024

El baile de la Victoria (2009)




Director: Fernando Trueba
España, 2009, 127 minutos

El baile de la Victoria (2009) de Fernando Trueba


Antes de soltar al joven Ángel Santiago, el alcaide pidió que se lo trajeran. Vino con el desgaire y la belleza brutal de sus veinte años, la nariz altiva, un mechón de pelo caído sobre la mejilla izquierda, y se mantuvo de pie desafiando a la autoridad con la mirada. Los granizos del temporal golpeaban contra los vidrios tras las rejas y deshacían la gruesa capa de polvo acumulado.

Antonio Skármeta
El baile de la Victoria

Como buen ciudadano del mundo que es, el cineasta Fernando Trueba posee una filmografía que remite a los distintos países en los que ha dirigido o ambientado sus películas. Así pues, El baile de la Victoria (2009), adaptación de la novela homónima de Antonio Skármeta que obtuvo el Premio Planeta en 2003, es un filme genuinamente chileno pese a que en su momento representase a España en la correspondiente edición de los premios Óscar.

La historia que narra, si bien gira en torno a un atraco, contiene altas dosis de un cierto realismo poético cuyos personajes responden a perfiles que se salen de lo convencional. Ángel, por ejemplo, al que da vida Abel Ayala, destila entusiasmo en cuantas cosas hace y dice, por más disparatados que puedan parecer sus proyectos. Lo cual no impide, sin embargo, que termine contagiando dicha ilusión a la silenciosa bailarina Victoria (Miranda Bodenhöfer) y hasta a un tipo a priori tan distinto a él como el experto en cajas fuertes (en reventarlas, se entiende) Vergara Grey (Ricardo Darín).



Tal vez porque ambos están recién salidos de la cárcel, y porque los dos anhelan una estabilidad familiar que la vida les ha negado hasta la fecha, lo cierto es que entre ellos acaba naciendo la conexión necesaria para embarcarse en uno de los golpes más descabellados que se hayan visto jamás. Pero soñar es gratis y la suerte suele favorecer a los audaces. O no.

En suma, el guion de Trueba y su hijo Jonás (coescrito en colaboración con el propio Skármeta, quien aparece, además, en un breve cameo como crítico especialista en ballet) explora el lado más humano de los perdedores para adentrarse en los entresijos de unas relaciones definidas por una lealtad rayana en la adoración, como la del taxista cubano Wilson (Mario Guerra) o la del ya mencionado Ángel, que tienen a Vergara en un pedestal. Aunque también se apunta, como no podía ser menos tratándose de una sociedad aún marcada por los atropellos cometidos durante la dictadura pinochetista, el alto precio que pagan las almas inocentes cuando viven inmersas en un sistema corrupto.



domingo, 25 de agosto de 2024

El artista y la modelo (2012)




Director: Fernando Trueba
España/Francia, 2012, 105 minutos

El artista y la modelo (2012) de Fernando Trueba


Una película de silencios, en la que el tiempo parece haberse detenido, filmada en elegante blanco y negro. Son varios los motivos que hacen de El artista y la modelo (2012) una pequeña obra maestra en su género, el de los filmes que muestran el proceso de creación desde la nada hasta concretarse en algo tangible. En ese sentido, el guion que firman conjuntamente Fernando Trueba y Jean-Claude Carrière bebe de fuentes tan reconocibles y sobresalientes como Le mystère Picasso (1956) de Clouzot, añadiéndole, además, una trama en la que el eco de la ocupación nazi revierte en un mayor dramatismo si cabe.

Reparto reducido, pero qué reparto, encabezado por nombres legendarios como los de Claudia Cardinale, Jean Rochefort (1930-2017) y hasta Chus Lampreave (1930-2016), estos dos últimos en el tramo final de sus respectivas carreras, lo cual le otorga al conjunto un cierto toque crepuscular. En cambio, y en abierto contraste, la belleza y juventud de Aida Folch, descubierta precisamente por Trueba, a cuyas órdenes debutara en El embrujo de Shanghái (2002), aporta la dosis necesaria de frescura en una historia a propósito de la relación entrañable que se establece entre un veterano creador y una aprendiz de musa.



En ese mismo orden de cosas, se produce también un curioso paralelismo entre Léa, el personaje interpretado por Claudia Cardinale, y Mercè (Folch), algo así como la antigua modelo, orgullosa de su experiencia, aunque ahora ya confortablemente instalada en un rol secundario, y la sustituta que, huyendo de la barbarie que dejó atrás en la España franquista, recoge el testigo de la venerable esposa para convertirse en la inspiradora de una última y genial figura escultórica.

Según parece, el proyecto de llevar a cabo esta historia venía ya de antiguo, en lo que tenía que haber sido una colaboración entre Fernando Trueba y su hermano mayor, Máximo (1953-1996), escultor y profesor, fallecido años atrás en un fatídico accidente de tráfico y a quien la película está dedicada. En todo caso, queda para la posteridad la magnífica actuación de Rochefort, cuyo personaje, hombre de aspecto un tanto quijotesco, sostiene que dos son las pruebas irrefutables de la existencia de Dios: el cuerpo de la mujer y el aceite de oliva.



sábado, 24 de agosto de 2024

La niña de tus ojos (1998)




Director: Fernando Trueba
España, 1998, 121 minutos

La niña de tus ojos (1998) de Fernando Trueba


La abundancia de apellidos checos en los títulos de crédito de La niña de tus ojos (1998) delata el lugar donde se rodó realmente una película que, sin embargo, situaba su acción en la Alemania nazi. Episodio verídico, como todo el mundo sabe, en el que se recrea la producción, auspiciada por el mismísimo Goebbels, de un filme folclórico de temática andaluza, Carmen la de Triana (1938), en los estudios UFA y en doble versión hispanogermana, mientras en España continuaba la contienda civil. Huelga decir que el personaje de Macarena Granada, interpretado por Penélope Cruz, se inspiró en Imperio Argentina, mientras que el director Blas Fontiveros (Antonio Resines) sería el trasunto de Florián Rey.

Con guion de, entre otros, Rafael Azcona y David Trueba, la cinta se desarrolla según los parámetros de una comedia coral cuyos papeles principales recaen sobre una nutrida selección de intérpretes en la que destacan nombres de la talla de Jorge Sanz, dando vida al galán y "herido" de guerra Julián Torralba, Rosa Maria Sardà, Santiago Segura, Loles León, Jesús Bonilla o Neus Asensi. También en papeles secundarios, más esporádicos, intervienen María Barranco, como la fogosa señora del embajador franquista (Juan Luis Galiardo) y hasta la mítica Hanna Schygulla haciendo de esposa del influyente ministro Goebbels (Johannes Silberschneider).



Tanto el tono general como el trasfondo de la trama pudieran recordar en determinados momentos a los de la italiana La vita è bella (1997), de Roberto Benigni, que un año antes había arrasado en la edición de los Óscar y cuya comicidad encubría también acontecimientos tristemente dramáticos. Así, por ejemplo, los extras que participan en el rodaje de la película son, en realidad, famélicos prisioneros judíos procedentes de un campo de exterminio, lo cual dará pie a alguna que otra situación tensa, sobre todo a medida que la temperamental Macarena se sienta atraída por un apuesto recluso de nacionalidad rusa (Karel Dobrý).

Por lo demás, la acción se desarrolla según los parámetros de lo que constituye un sentido homenaje al mundo de la farándula, y en especial a una generación de artistas españoles, pero en el que también tienen cabida guiños al cine clásico, como ese desenlace en la pista de un aeropuerto que tanto recuerda al final de Casablanca (1942). Siete premios Goya, de un total de dieciocho nominaciones, coronaron el éxito de un filme que, años después, sería objeto de su propia secuela con prácticamente el mismo elenco protagonista y bajo el título de La reina de España (2016).



viernes, 23 de agosto de 2024

La reina de España (2016)




Director: Fernando Trueba
España, 2016, 128 minutos

La reina de España (2016) de Fernando Trueba


La gradual popularidad de la que ha sido objeto La niña de tus ojos (1998), uno de los títulos de mayor éxito comercial en la filmografía del director Fernando Trueba, llevó a que el cineasta madrileño proyectase una secuela con el mismo elenco de actores. Sin embargo, aquello de que "segundas partes nunca fueron buenas" parece cumplirse con La reina de España (2016), irregular continuación de las andanzas de unos personajes que, después de haberse visto inmersos en mil y una correrías en la Alemania nazi, se reencuentran al cabo de los años con motivo de una producción histórica auspiciada por los americanos.

Han transcurrido alrededor de un par de décadas y Macarena Granada (Penélope Cruz) es ahora una reputada estrella de Hollywood que regresa a la que fuera su patria para protagonizar un filme en el que interpreta a Isabel la Católica. Aunque la verdadera sorpresa se la va a llevar el resto del equipo cuando, procedente de Francia, regresa el añorado Blas Fontiveros (Antonio Resines), a quien todos daban por muerto.



Uno de los principales atractivos del guion de Trueba reside en la gran cantidad de guiños y referencias cinéfilas que encierra, tanto en los diálogos como en la propia ambientación. Así pues, los numerosos carteles de películas que adornan las paredes, por ejemplo el de El malvado Carabel (1956) de Fernán-Gómez, ayudan a contextualizar el momento exacto en el que tiene lugar la acción. Como lograda resulta, por otra parte, la alusión indirecta a determinados mitos cuyo trasunto, caso del alcoholizado John Scott (Clive Revill), remedo de John Ford, remite a la época dorada del séptimo arte.

Independientemente de que su propuesta no gozase de excesiva aceptación por parte de público y crítica, lo cierto es que el mayor del clan Trueba reunió a un buen puñado de nombres ilustres (Jorge Sanz, Javier Cámara, Rosa Maria Sardà, Ana Belén, Loles León, Neus Asensi, Santiago Segura...), aparte de otras tantas celebridades (Arturo Ripstein o hasta Bayona) que se prestaron a interpretar pequeños papeles o incluso fugaces cameos. En resumen, todo un all star al servicio de una trama tan rocambolesca como deliberadamente inverosímil, con rescate incluido en el Valle de los Caídos, que culmina con la visita del mismísimo Caudillo (Carlos Areces) al rodaje y el memorable duelo dialéctico que entabla con la protagonista.



jueves, 22 de agosto de 2024

El olvido que seremos (2020)




Director: Fernando Trueba
Colombia, 2020, 137 minutos

El olvido que seremos (2020) de Fernando Trueba


La superproducción colombiana El olvido que seremos (2020) recrea la vida del doctor y profesor universitario Héctor Abad Gómez (1921-1987), interpretado magistralmente por Javier Cámara, quien, además de meterse en la piel de tan insigne personaje, reproduce a la perfección el acento de Medellín. Y es que en dicha ciudad, precisamente, transcurre la mayor parte de la trama, que la cámara capta en color o en blanco y negro dependiendo de si los hechos narrados pertenecen a un pasado feliz o a la crispación del presente.

Años convulsos, por lo tanto, en el seno de una sociedad marcada por continuos atentados terroristas y donde la integridad personal y profesional de un honesto padre de familia y excelente médico entra en conflicto con los intereses de la oligarquía local. Situación que, sin embargo, no hará en absoluto mella sobre los principios inquebrantables del hombre.



Tal vez porque el guion de Fernando Trueba se basa en la novela autobiográfica del hijo de Abad, la película se centra especialmente en su faceta más familiar, ofreciendo un retrato entrañable (y a ratos, por qué no decirlo, un tanto sensiblero) del día a día entre el protagonista y su numerosa prole, formada por la esposa (Patricia Tamayo), cinco chicas y un varón. La mirada de este último, por cierto, tanto la del niño (Nicolás Reyes Cano) como la del adulto (Juan Pablo Urrego), resultará crucial a lo largo del relato.

Así pues, los valores humanistas que encarna el doctor Abad le hacen acreedor de una especial trascendencia en la transformación del mundo que le rodea, ya sea por su obsesión en implementar medidas higiénicas que redunden en mejores condiciones sanitarias para los sectores más desfavorecidos de la población o inculcando esos mismos valores a los suyos y a sus alumnos.



miércoles, 21 de agosto de 2024

El hombre bueno (2024)




Director: David Trueba
España, 2024, 79 minutos

El hombre bueno (2024) de David Trueba


"Si te paras a pensarlo, la vida es una puta mierda: es como un perro al que quieres acariciar y todo el rato se lanza a morderte". ¿Qué más se puede pedir? Aparte de comenzar con una parodia de El séptimo sello (1957) y rendir homenaje a Buster Keaton, la última película de David Trueba, El hombre bueno (2024), debe ser saludada como lo que realmente es: una pequeña joya repleta de reflexiones inteligentísimas. Película modesta en cuanto a recursos técnicos, con apenas cuatro actores y rodada íntegramente en espacios naturales de las Baleares, cuya sobriedad quizá entroncaría más, lo que son las cosas, con el estilo de su sobrino Jonás.

El planteamiento gira en torno a una pareja en crisis, padres de la preadolescente Manuela (Aia Pérez), que, además de alojarse en casa de Alonso (Jorge Sanz), recurre a los consejos de su anfitrión como si de un consejero matrimonial se tratase. Y aunque a este último, desde su retiro alejado del mundanal ruido, no le gusta nada el concepto de "hombre bueno", lo cierto es que ello no impide que se preste a echarles un cable.

"¡No pienses con frases hechas!"


A fin de cuentas, la experiencia vital que atesora Alonso (antiguo mago de las finanzas, superviviente de varias adicciones y un gravísimo accidente, reconvertido ahora en burgués bohemio de vuelta de todo) lo convierte en el asesor ideal para poner remedio a las diferencias que han ido minando la relación entre Vera (Macarena Sanz) y Juan (Vito Sanz) después de tantos años de convivencia. De entrada la conexión con la niña es inmediata, lo cual representa un inicio prometedor, mientras que a los adultos, en cambio, les costará un poco más aceptar las sugerencias de su mentor.

Es posible que el hecho de que la cinta se haya estrenado directamente en plataformas pueda afectar de algún modo a la recepción de la misma por parte de un público poco habituado a este tipo de cine, en el que el tono conversacional de los diálogos o su puesta en escena minimalista contrasta abiertamente con lo que sería lo habitual en producciones más convencionales. Quién sabe. En todo caso, qué mejor propuesta para una tarde de agosto que las disquisiciones a orillas del mar de unos personajes en busca de la felicidad (si es que esa palabra todavía significa algo).



martes, 20 de agosto de 2024

Piso de soltero (1964)




Director: Alfonso Balcázar
España, 1964, 78 minutos

Piso de soltero (1964) de Alfonso Balcázar


Dos elementos flotan en el trasfondo de Piso de soltero (1964): la obsesión por las mujeres y el problema de la vivienda. Dos factores, dicho sea de paso, que se repiten de forma insistente en buena parte de las comedias producidas durante el tardofranquismo y que obedecen a circunstancias sociológicas harto complejas, pero que podrían resumirse, a su vez, en la inflexible represión en materia sexual impuesta por la moral nacionalcatólica y, por otra parte, en la pertinaz carestía, cuasi endémica, que siempre (entonces más) se ha estilado por estos pagos.

A pesar de lo arriba expuesto, la cinta que nos ocupa no deja de ser un típico producto de los Estudios Balcázar (muy barcelonés en su ambientación, por tanto), amable en cuanto a humor y situaciones se refiere, si bien destila ese machismo estructural tan de la época que hace que los personajes masculinos, sobre todo la pareja protagonista, se derrita cada vez que se cruza con alguna moza de buen ver, preferiblemente turistas extranjeras. Razón por la cual les urge disponer de un pisito para llevar a sus ligues.



El guion de Jaime de Armiñán y el propio Alfonso Balcázar plantea un claro contraste entre el porte aristocrático, aunque no tenga ni un duro, del distinguido Santos Alvarado (Alberto Closas) y el carácter más de comparsa de Emiliano (Cassen). Opuestos en cuanto a elegancia, pero complementarios en lo que a picaresca se refiere, claro está, ya que ambos son consumados expertos en el "arte" de dar el sablazo.

Aparte de sus pintorescos exteriores (la Sagrada Familia, el Tibidabo, el puerto...) y el interior de lo que parece ser el Palau Güell, algunas escenas tienen lugar en un tablao flamenco en el que actúa Malena (Pilar Cansino) y donde hasta su novio (Cassen) se atreve ocasionalmente a enfundarse el traje de faralaes. Aunque el espacio más codiciado será, por razones obvias, un modesto apartamento que el marqués sin blanca y su particular escudero se agencian con la complicidad de un joven trompetista llamado Enrique (Pepe Rubio).



lunes, 19 de agosto de 2024

Despedida de soltero (1961)




Director: Eugenio Martín
España, 1961, 76 minutos

Despedida de soltero (1961) de Eugenio Martín


Pese a haberse rodado en Cádiz en 1957, Despedida de soltero (1961), ópera prima del realizador Eugenio Martín, no se estrenaría comercialmente hasta cuatro años más tarde. En cualquier caso, y al margen de la accidentada trayectoria de la cinta hasta llegar a las salas de exhibición, lo cierto es que el sólido reparto de la misma, encabezado por los entonces emergentes Germán Cobos y Silvia Solar, se beneficia de la presencia de unos secundarios de lujo, entre ellos el siempre entrañable Pepe Isbert y la no menos curtida Matilde Muñoz Sampedro.

El dilema al que se enfrenta la pareja protagonista estriba en el hecho de que a él (Cobos) le tienta la idea de marcharse a Sudamérica para probar fortuna en su faceta de locutor de radio, mientras que ella (Solar) quisiera casarse vestida de blanco. Y aunque ambas opciones sean económicamente inviables, se da la circunstancia de que uno y otro reciben los consejos contradictorios de los tíos de Carmen. Así, don Pablo (Isbert) aboga por que no haya enlace y en cambio doña Antonia (Muñoz Sampedro) urde sus planes para que los jóvenes acaben frente al altar.



Lo malo es que la tentación desembarca en plena bahía gaditana bajo la apariencia de rubia despampanante (Jacqueline Pierreux) que forma parte del séquito del presidente Mendoza (José María Lado). Toda una prueba de fuego para Miguel, quien en lo sucesivo se debatirá entre dos extremos irreconciliables...

Como suele suceder en este tipo de astracanadas tan profundamente españolas, su humorismo obedece a factores que revelan la esencia tragicómica de una sociedad en vías de desarrollo. Así pues, la obsesión por el matrimonio, las rencillas familiares, la demagogia barata de los politicastros o las discusiones de patio de vecinos componen un fresco costumbrista y, por momentos, incluso "surrealista" que termina con Pepe Isbert indicándole a un urbano cómo debe regular el tráfico.



domingo, 18 de agosto de 2024

El mujeriego (1963)




Director: Francisco Pérez-Dolz
España, 1963, 105 minutos

El mujeriego (1963) de Pérez-Dolz


Aparte de haber dirigido el célebre filme policíaco A tiro limpio (1963), la que para muchos es considerada como su obra cumbre, Paco Pérez-Dolz firmaba aquel mismo año la comedia El mujeriego (1963), teóricamente uno de esos vehículos al servicio del humorista de turno, en este caso el histriónico Casto Sendra, más conocido por su nombre artístico: Cassen (1928-1991).

En un primer momento, según relata Ferran Alberich en su interesantísima monografía sobre el cineasta catalán (Paco Pérez-Dolz: El camí de l'ofici, 2007), habría sido el propio Cassen quien sugirió a la productora Este Films un guion de su cosecha, al parecer tan de brocha gorda que Pérez-Dolz se vio obligado a reescribirlo por completo de arriba a abajo, dándole un enfoque mucho más realista.

Con Carmen de Lirio, la viuda de al lado


A grandes rasgos, el protagonista de la cinta, Juan Domínguez Choto, representa al típico españolito de la época del desarrollismo, feo, canijo y, por encima de todo, obsesionado con el sexo. Así que sólo le faltaba acertar los catorce resultados de una quiniela para dejar plantada a su novia (Paloma Valdés) y liarse la manta a la cabeza... Sin embargo, y contrariamente a lo que en principio cabría esperar, lo más reseñable de una película de tales características no reside tanto en la comicidad de las situaciones, que también, sino en pequeños detalles que permiten entrever la inteligencia de su director. 

Así, por ejemplo, el hecho de que un quiosquero confiese que el Romancero gitano de Lorca se vende "como el agua" o que el tal Domínguez, pese a no ser ninguna lumbrera, lea y cite el ensayo del doctor Marañón sobre la figura de Don Juan apunta un trasfondo menos frívolo de lo que a priori pudiera creerse. Quizá por ello, porque los diálogos contienen réplicas intencionadas, se hace que uno de los personajes, el señorito andaluz, aluda a la Nouvelle Vague para, acto seguido, sentenciar: "A mí me gusta el cine español, cine agradable, sencillo, donde te sale un niño que canta, ¡ole!, y es un niño que canta".



sábado, 17 de agosto de 2024

La mano en la trampa (1961)




Director: Leopoldo Torre Nilsson
Argentina/España, 1961, 85 minutos

La mano en la trampa (1961) de Torre Nilsson


Hay algo en la atmósfera claustrofóbica de La mano en la trampa (1961) que pudiera recordar a la Manderley de Rebecca (1940) o al Maycomb de Matar un ruiseñor (1962), aquel pueblo ficticio de Alabama tras cuyas paredes se escondía algún ser demente al que la ignorancia y la malicia de los lugareños habían mitificado y convertido en terrible monstruo. Incluso, rizando el rizo, sería posible entrever algo del caluroso verano sureño en el que transcurría Un tranvía llamado deseo (1951), con aquellas señoritas de buena familia a las que el ambiente opresivo de una sociedad provinciana condena al aislamiento.

Tales serían, a grandes rasgos, las coordenadas más reconocibles de una película, coproducción hispanoargentina, en la que la maestría de Leopoldo Torre Nilsson (1924-1978) perfila una historia a medio camino entre el drama psicológico y las oscuras rencillas familiares a las que debe hacer frente la protagonista (Elsa Daniel). A este respecto, Laura Lavigne responde al perfil de joven sensible y solitaria, pese a sus andanzas con Miguel (Leonardo Favio), pero con la firme determinación de descubrir los secretos que tanto su madre como su tía han ido tejiendo en el seno de un hogar marcado por una férrea disciplina.



La irrupción en escena del apuesto Cristóbal Achával (Paco Rabal), hombre al que precede un aura de extrema ambigüedad, acabará de precipitar unos hechos largamente silenciados que entroncan tantísima confusión y dolor entre distintas generaciones. De hecho, el contacto con Cristóbal constituye para Laura el detonante con el que empieza a resquebrajarse la represión sexual que hasta entonces ha imperado en el universo exclusivamente femenino de la casa.

Auspiciada por Uninci, productora próxima al PCE, la cinta contó con una interesante banda sonora de tintes jazzísticos, a cargo de Cristóbal Halffter, que realza el carácter un tanto fantasmagórico de la trama. Relato que, por cierto, en su versión argentina arrancaba con una escena inicial que no se incluyó en el montaje para el mercado español. En ésta se ve a Laura en su colegio de monjas, justo antes del inicio de las vacaciones escolares, siendo amonestada por la hermana superiora sobre los peligros que comportan la ociosidad y determinadas lecturas.



viernes, 16 de agosto de 2024

Los claveles (1960)




Director: Miguel Lluch
España, 1960, 80 minutos

Los claveles (1960) de Miguel Lluch


Versión cinematográfica de la zarzuela homónima que compusiera, allá por 1929, el maestro José Serrano a partir de un libreto de Luis Fernández de Sevilla y Anselmo C. Carreño. Aunque se da la cicunstancia de que dicho sainete ya había sido objeto de otra adaptación en el 36, dirigida por Santiago Ontañón. En cualquier caso, quien se hallaba detrás del proyecto en esta ocasión no era otro sino el incansable Iquino quien, en colaboración con Aureliano Campa y Raúl Alfonso, ideó un guion que modernizaba los puntos esenciales de la trama para situarla en el presente.

Así pues, Los claveles (1960) transcurre en una fábrica de perfumes cuyos trabajadores mantienen diversos galanteos entre sí. Por una parte están los tiernos y algo atolondrados Goro (Manolo Codeso) y Jacinta (Conchita Bautista), cuya relación se ve drásticamente interrumpida cuando Evaristo (Tomás Zori), padre del primero y conserje de la fábrica, confiesa al hijo que no puede ser novio de Jacinta porque la muchacha es, en realidad, su hermana...



Algo más serio, en términos dramáticos, es el flirteo entre la despechada Rosa (Lilián de Celis) y el envarado cajero de la fábrica, de nombre Fernando (José Campos). Su historia, básicamente, se resume en que ella bebe los vientos por él, mientras que él, serio y profesional, no parece estar por la labor. Ni que decir tiene que semejante situación dará pie a continuas chanzas entre las compañeras de la joven, siempre pendientes del continuo tira y afloja que se establece entre ambos personajes.

Típico producto de la factoría IFI, sus responsables conciben una comedia musical en la que, además de seis números propios de la obra original, se incluye también una actuación flamenca durante la escena que tiene lugar en la sala de fiestas La gran kermesse. Curiosa puesta al día de un híbrido en el que situaciones y réplicas inequívocamente castizas, como el concurso de chotis o el carácter picaresco del holgazán Bienvenido (Fernando Santos), contrastan con el ambiente industrial barcelonés en el que se sitúa la acción.



jueves, 15 de agosto de 2024

Crimen (1964)




Director: Miguel Lluch
España, 1964, 85 minutos

Crimen (1964) de Miguel Lluch


La acción de Crimen (1964) transcurre en algún lugar indeterminado de la provincia de Barcelona próximo a Vic y a Olot. Enclave rural, por tanto, en el que, además de cometerse una atrocidad contra una madre y su hija Inés (Sonia Bruno), se acusará injustamente de ambas muertes a don César, el médico del pueblo (Víctor Valverde). 

Y es que el verdadero inductor de lo ocurrido ha sido Carlos (Julián Mateos) junto con su amigo Ramón (Sergio Doré). Seductor empedernido, acostumbrado a salirse siempre con la suya, se da también la circunstancia de que el susodicho Carlos es sobrino del todopoderoso don Antonio (Luis Induni), lo que favorece una conspiración de silencio entre los lugareños para que el joven salga indemne.



El mismo elenco de actores que ya había trabajado a las órdenes de Miguel Lluch en El precio de un asesino (1963) protagonizaba ahora un drama de suspense, de nuevo producido por la prolífica factoría IFI (iniciales de Ignacio Ferrés Iquino), en el que el acérrimo juez interpretado por Fernando Sancho se pone al frente de la investigación con el firme propósito de demostrar la inocencia del doctor.

La implicación del sereno en las actividades delictivas que describe el filme nos habla de un tiempo en el que hasta los encargados de velar por la seguridad y el orden se rendían al poder omnímodo de los señoritos locales. De lo cual se desprende una aparente voluntad crítica, avalada por la advertencia que cierra los créditos iniciales ("Los hechos que se narran en esta película están basados en un crimen repugnante ocurrido en España hace algunos años"), pero que no es otra cosa sino el típico reclamo para el espectador de la crónica negra.