Título original: The Color of Money
Director: Martin Scorsese
EE.UU., 1986, 120 minutos
![]() |
El color del dinero (1986) de Martin Scorsese |
Independientemente de que The Color of Money (1986) dialoga a la perfección con su predecesora, la aclamada y hoy filme de culto El buscavidas (1961), lo cierto es que adolece de una serie de vicios muy propios del cine de los ochenta (ya sea el virtuosismo de una cámara que gira alrededor de la mesa de billar desde todos los ángulos habidos y por haber o la machacona banda sonora con temas, entre otros, de Eric Clapton) que terminan lastrando lo que en principio pudiera considerarse una secuela bastante digna de la obra maestra de Robert Rossen.
Posee, además, ese tono crepuscular tan característico de las obras que se proponen desmitificar el pasado glorioso de alguna vieja leyenda venida a menos. Aunque, en el caso de "Fast" Eddie Felson (Paul Newman) sabemos de antemano que en su aura de campeón interfieren una cierta dosis de picaresca y, lo que resulta aún más inquietante, la sombra del perdedor en potencia que realmente ha sido siempre.
Eddie buscará, por tanto, redimirse a través de su pupilo Vince (Tom Cruise), intentando revivir la emoción de sus días de juventud, si bien el proceso le obliga también a enfrentarse con su propio anhelo de volver a jugar, dándose la oportunidad de un último regreso. La odisea de ambos supondrá una inmersión en el mundo de los moteles de carretera y las destartaladas salas de billar, culminando en el Campeonato Nacional de 9-ball en Atlantic City.
Así pues, la cinta de Scorsese, tal y como había hecho ya en Toro salvaje (1980), se convierte en una reflexión generacional sobre el paso del tiempo, la ambición, el talento y la inevitable decadencia. A este respecto son especialmente reveladoras determinadas escenas, como aquella en la que el discípulo le habla al maestro de su afición por los videojuegos o el momento en el que, junto a la novia y "agente" del joven (Mary Elizabeth Mastrantonio), irrumpen los tres en una antigua sala ahora repleta de trastos inútiles.