viernes, 25 de diciembre de 2020

Jarrapellejos (1988)




Director: Antonio Giménez Rico
España, 1988, 102 minutos

Jarrapellejos (1988) de Antonio Giménez Rico


La Joya recortaba su sombría silueta a la luz de las estrellas. […] Con su abundancia de torres, cúpulas y cimborrios de tanta iglesia, parecía una monstruosa vegetación de hongos sobre un enorme estercolero. Sí, sí; pueblo monstruoso, de monstruosa humanidad en putrefacción, en fermentación de todos los instintos naturales con todas las degradaciones de una decrépita sociedad en la agonía. Allí, para llegar a la posesión del pan y de la hembra —esto que consiguen los pájaros con su bella y sencilla libertad— se pasaba a través de la mentira, de los hipócritas engaños, del robo, hasta del crimen. Damas que lograban los más altos prestigios por la prostitución y el adulterio, como Orencia y la condesa; cándidas muchachas rendidas al dinero o al despotismo de hombres como don Pedro Luis y el Garañón; curas con hijos y públicas queridas y curas alcahuetes, como don Roque y el tuerto don Calixto; novias atropelladas por la autoridad, como aquella del barbero; cristianos condes vendedores de reses muertas de carbunco...; alcaldes ladrones de los pósitos; estafadores a lo Zig-Zag; bandidos en toda la extensa gama que iba desde el Gato a Marzo y Saturnino; jueces libertadores de asesinos y encausadores, a sabiendas, de inocentes...; y encima, flotando con la siniestra sombra de un murciélago brutal, Jarrapellejos, amparador de todos los crímenes y robos y engaños y estafas del inmenso pudridero...

Felipe Trigo
Jarrapellejos

Los términos tan absolutamente categóricos de los que se sirve Felipe Trigo para denunciar aquella España caciquil de 1914 no dejan lugar a dudas respecto al posicionamiento ideológico de un novelista que con demasiada frecuencia se ha visto condenado al olvido. Postergación de la que se propusieron rescatarlo Antonio Giménez Rico y Manuel Gutiérrez Aragón al adaptar para la gran pantalla la más célebre de sus obras, protagonizada por ese don Pedro Luis Jarrapellejos que, amparándose en la imponente sonoridad de su apellido, todo lo puede y todo lo controla en la imaginaria villa extremeña de La Joya.

Como ya sucediera en la heroica Vetusta donde Clarín situó La Regenta, Trigo se vale de un microcosmos provinciano cuyos defectos son, en realidad, extrapolables al resto de la nación. En ese sentido, el clima fatídicamente corrupto que se respira en La Joya obedece a la impunidad con la que los miembros de la aristocracia local ejercen sus privilegios de clase sobre unos lugareños desamparados para los que poco o nada han cambiado las cosas desde los aciagos días del feudalismo.



Novela esencialmente coral, son tantas y tan variadas las situaciones descritas en ella que difícilmente se podía aprovechar todo el material que proporciona, por lo que su versión fílmica transmite a ratos una cierta sensación de resumen frívolo. Así pues, ni la evolución personal de Octavio (un jovencísimo José Coronado en los inicios de su carrera) queda bien reflejada ni su idilio con Ernesta (Lydia Bosch) posee la profundidad que en el libro es fruto de páginas y páginas de sutil galanteo.

Se salva, eso sí, por la convincente interpretación de Antonio Ferrandis en el papel de omnipotente oligarca, así como por la presencia de Juan Diego en un rol de señorito libidinoso muy en la línea del que ya interpretara algunos años antes a las órdenes de Mario Camus en Los santos inocentes (1984). En cambio, y tal vez porque el recuerdo de lo acontecido a principios de aquella misma década con El crimen de Cuenca (1980) aún podía tener su peso en el inconsciente de los productores a la hora de mostrar según qué cosas, lo cierto es que las tropelías a las que se ve sometido por parte de la Justicia el socialista Cidoncha (Joaquín Hinojosa) quedan excesivamente atenuadas en comparación con lo descrito en el texto.



4 comentarios:

  1. A pesar de las diferencias que señalas con el libro, sobre todo en algunos matices, la película se llevó el Goya al mejor guión adaptado, una merecida recompensa al trabajo de Giménez-Rico y Gutiérrez Aragón.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y también fue muy bien recibida en el Festival de Berlín. Sin embargo, no deja de ser una adaptación convencional, bastante más comedida respecto al tono de denuncia social que rezuma la novela.

      Eliminar
  2. Hola Juan!
    No la he visto y me llama la atención ese registro de Ferrandis, la verdad que con el batín y el puro me pone nervioso...
    Algunas "cositas" de aquella España todavía pululan por ahi...
    Saludos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te recomiendo encarecidamente la lectura de la novela, Fran: ahí sí vas a ver lo poco que hemos cambiado en los últimos cien años...

      Saludos.

      Eliminar