viernes, 22 de enero de 2021

Los jueves, milagro (1957)




Director: Luis García Berlanga
España/Italia, 1957, 84 minutos

Los jueves, milagro (1957) de Berlanga


La tan debatida ambivalencia de Los jueves, milagro (1957) surgió, en realidad, a resultas de un accidentado proceso de gestación, ya que, en un principio, la película versaba sobre lo que, a grandes rasgos, plantean sus primeros cuarenta minutos de metraje: las componendas que urden las fuerzas vivas de Fontecilla con tal de atraer turismo al desvencijado balneario de esta pequeña localidad carpetovetónica. Toda una farsa chapucera en torno a la supuesta aparición de San Dimas y el consiguiente fervor religioso que se acaba desatando entre las capas populares del municipio.

Ni que decir tiene que la censura franquista masacró el montaje original incluso con injerencias en el propio guion, de modo que lo que debía ser una sátira a propósito de la mercantilización de la fe terminó convirtiéndose en un engendro con tintes de fábula cristiana y exaltación devota. Lo cual se traduciría, como es lógico, en la incomprensión de la cinta por parte de los sectores más reaccionarios, que vieron en ella una actitud irreverente hacia la doctrina eclesiástica, pero también de la crítica izquierdista, que la tachó de alegato pro católico.



Sea como fuere, lo cierto es que Luis García Berlanga cerraba con Los jueves, milagro una primera fase dentro de su extensa filmografía, ya que, a partir de la década de los sesenta, el cineasta valenciano entablaría una fructífera relación profesional de más de veinte años con el guionista Rafael Azcona.

Por de pronto, el fresco que aquí se ofrece mostraba una sociedad de beatas enlutadas y caciques codiciosos cuyas señas de identidad más definitorias se enmarcan en la tradición del esperpento valleinclanesco, aunque también, dado que se trata de una coproducción con Italia, se aprecia un fuerte influjo neorrealista en los rostros de la multitud enardecida o en los míseros ambientes en los que habitan los personajes. Seres genuinamente provincianos, sedientos de agua "milagrosa", entre los que sobresalen el siempre entrañable Pepe Isbert, un maestro de escuela aficionado a dar cachetes (Paolo Stoppa), el mefistofélico Martino (Richard Basehart) y el crédulo Mauro (Manuel Alexandre).



4 comentarios:

  1. puede que esos problemas a que aludes, llevaran a que el film pase de esa primera parte en que la interpretación fluye, a lo que ocurre desde aproximadamente la mitad del film, cuando aparece el personaje de Basehart, en que parece que todo se vuelve un tanto más artificioso. De ser un relato en que predomina una especie de picaresca, se mete en terrenos metafísicos y el film, al menos para mí, pierde mucho interés.

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  2. Es que, de hecho, los productores de la película encargaron a un sacerdote (el padre Antonio Garau Planas, quien, pese a la insistencia de Berlanga para que lo incluyeran, no figura en los títulos de crédito) que reescribiese partes enteras del guion. De ahí ese toque trascendente al que haces referencia.

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  3. Hola Juan!
    No me quiero imaginar lo que debían ser esos revisores/censores bolígrafo en mano con un guion del bueno de Berlanga, ¡madre mia!... Por cierto, creo recordar que a "Ladrón de bicicletas" le paso un poco lo mismo, recibió palos de ambas orillas.
    Lo de incluir al curita lo había oído, yo creo que Berlanga se lo debía decir de cachondeo, digo yo...
    Saludos!

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    1. Pues fíjate que yo creo que lo decía totalmente en serio (incluso solicitó los servicios del abogado y escritor Fernando Vizcaíno Casas para que tirase adelante su petición). Así, haciendo que constase el nombre del sacerdote en los créditos, se desmarcaba de una película que él ya no sentía como suya y, de paso, advertía al espectador de que la censura había metido mano en el guion.

      Saludos.

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