Director: José María Nunes
España, 1968, 105 minutos
Biotaxia (1968) de José María Nunes |
Dos advertencias encabezan los créditos iniciales de Biotaxia (1968): "Rodada en la Barcelona de Gaudí" y, acto seguido, "Intento de análisis para clasificar a un ser viviente." Luego la voz en off del actor José María Blanco (cuando aún se hacía llamar Pablo Busoms) concreta los datos definitorios de la protagonista como si los dictara para que alguien los teclee en una máquina de escribir: "Una mujer: personaje creado en una tarde de borrachera por los barrios del puerto de Barcelona. Nombre: María López. 30 años. Estado: casada. Señales características: una vieja cicatriz de apendicitis y una más reciente cicatriz de cesárea". Un primer plano del rostro de Núria Espert inunda la pantalla durante varios minutos. Recurso que volverá a repetirse más adelante, incluso en la secuencia final.
El escaso argumento de la película se resume en que una afamada actriz de teatro, cansada de la vacuidad de su propia existencia burguesa, rememora la aventura que vivió con un joven amante al que, en última instancia, saldrá a buscar por la ciudad. Poco diálogo propiamente dicho frente a un raudal de logorrea que, sin embargo, deja pinceladas tan lúcidas como las que siguen: "Un día de éstos te sentirás anulada por tu felicidad" o "Vete y escóndete en esa felicidad de tomar café en el salón después de las comidas […] Has pensado estar en las luchas y después has tenido que avergonzarte de huir. Has querido demostrar que sufrías por los que sufren, desde tu vagón blindado y acolchado".
Siendo el más proletario de los cineastas de la Escuela de Barcelona, la relación de Nunes con la Gauche Divine tenía que ser forzosamente tensa. O por lo menos incómoda. De ahí la actitud hostil del joven frente a los valores burgueses que encarna su amante por más que ésta se las dé de artista comprometida: "Tú eres la hipocresía. Y esta noche leerás, hasta el amanecer, el último libro prohibido que leen todos los esnobs que juegan a ser intelectuales progresistas..."
Con Biotaxia, Nunes inicia el viaje sin retorno hacia los márgenes del cine entendido, según una teoría un tanto críptica ideada por él mismo, como séptimo sentido: el vehículo que le permitía plasmar en imágenes una sensibilidad anarquista tan revolucionaria como poética. Tal vez por ello decidiera ubicar la "acción" (si es que así puede llamarse a las largas diatribas de sus personajes) en el terrado de la Pedrera, el interior de la cripta de la Colonia Güell o frente a la fachada de la Sagrada Familia. Espacios, todos ellos, cargados de simbología, en clara oposición con las tabernas portuarias adonde irá a parar María en busca del tiempo perdido que ya nunca regresará.