Director: Antonio Mercero
España, 1975, 95 minutos
Manchas de sangre en un coche nuevo (1975) |
Hoy 12 de mayo se cumplen tres años exactos del fallecimiento de Antonio Mercero (1936–2018). Ocasión propicia para honrar su memoria comentando el que fuera su segundo largometraje tras haber dirigido, una década antes, la entrañable Se necesita chico (1963), que ya tuvimos oportunidad de reseñar. Manchas de sangre en un coche nuevo (1975) venía precedida de muchos cortos, entre ellos La cabina (1972), y la exitosa serie de televisión Crónicas de un pueblo (1971-1973). Y de nuevo recaía el protagonismo sobre un tipo corriente, calvo y bajito, al que una circunstancia casual y totalmente fortuita lo sacaba de su zona de confort para arrojarlo a un torbellino de acontecimientos que precipitarán la debacle de una vida hasta entonces apacible.
Ricardo (José Luis López Vázquez) está al frente de una empresa dedicada a la restauración de obras de arte y antigüedades. Junto a su esposa Eva (Lucía Bosé) acuden a subastas en las que adquieren piezas costosísimas, aunque tengan que pujar hasta alcanzar cifras astronómicas. Sin embargo, la plácida existencia del matrimonio se va a ver por completo alterada justo el día en el que Ricardo estrena el flamante Volvo que le ha regalado su mujer.
De regreso a casa, y al volante del automóvil que es su orgullo, el hombre será testigo de un gravísimo accidente de circulación cuyas víctimas agonizantes le imploran auxilio sin que él sea capaz de prestarles la menor ayuda. Terrible experiencia que va a desencadenar en Ricardo Cariedo un profundo sentimiento de culpa capaz de hacerle perder el control de su estabilidad psíquica y emocional.
A decir verdad, el espectador no llega nunca a saber del todo bien si el protagonista es víctima de alucinaciones o si, por contra, hay alguien en su entorno más inmediato capaz de urdir un suplicio tan cruel como destructivo. Cabe incluso la posibilidad de que se trate de fenómenos paranormales... Valiéndose de la pericia en él característica, Antonio Mercero construye un guion en el que se juega con todos esos elementos. También con insinuaciones de complicidad lésbica orientadas a pulverizar la autoridad varonil: una especie de complot feminista el símbolo del cual son esas misteriosas rosas amarillas que, a partir de un momento dado y bastante a menudo, algún remitente anónimo hará llegar al domicilio de los Cariedo.
Conocidísimo por sus celebrados trabajos televisivos, es de agradecer recordarle también por sus películas.
ResponderEliminarÉsta, en concreto, merecería ser reivindicada como una gran muestra de su talento.
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