Director: Jorge Grau
España, 1976, 93 minutos
La siesta (1976) de Jorge Grau |
La siesta (1976) es una de esas típicas producciones españolas de mediados de los setenta que hoy se dejan ver con una insólita mezcla de curiosidad y repugnancia. Junto con La trastienda (1976) y El secreto inconfesable de un chico bien (1976), formaría parte de una peculiar tríada de películas dentro de la filmografía del catalán Jordi Grau, todas ellas estrenadas al año siguiente de la muerte del dictador y que, amén de anunciar los aires de cambio que estaban a punto de llegar con la inminente democracia, ponen de manifiesto la obsesión por el sexo tras cuarenta años de represiva moral franquista.
El guion, coescrito por el recientemente desaparecido Juan Antonio Porto (1937–2021) y el propio director, sitúa su acción en la imaginaria localidad de Medina de los Alcázares —los exteriores se rodaron en Molina de Aragón (Guadalajara)—, microcosmos provinciano y cerril cuyos habitantes se rigen por una indisimulada hipocresía que deja entrever la sordidez de sus más oscuros deseos.
En el caso de los hombres, agrupados en una especie de peña gastronómica que lidera el lúbrico Luis (Vicente Parra), se intuye la impronta de aquellos vitelloni fellinianos de vida ociosa, siempre dispuestos al disfrute de los placeres morbosos, ya sea en forma de suculento ágape o bien deleitándose mediante prácticas voyeristas, con cámara oculta y circuito cerrado de vídeo incluido. Las mujeres, en cambio, recurren a los encantos ocultos del timorato Calixto (Ovidi Montllor), quien, con la excusa de arreglarles la antena de televisión, visita todas las alcobas del pueblo aliviando las carencias carnales de sus vecinas.
El caso es que unos y otros han acabado por acatar un estilo de vida en el que la ostentación de sus virtudes públicas acarrea que se den mutuamente la espalda para saciar sus vicios privados. Tal y como admite Natalia (María Jesús Sirvent) en un momento de inusual sinceridad: "Todos estamos enfangados". De ahí el asombroso desenlace, con insinuaciones de antropofagia flotando en el ambiente, en el que las fuerzas vivas de la comunidad terminan por devorar el cuerpo del delito para que todo siga igual.
Es cierto que hubo una especie de eclosión sexual, como si quisieran saciar de golpe todo el hambre atrasada, algunas veces con escenas bastante cutres.
ResponderEliminarAun así, "La siesta" encierra una interesante lectura alegórica en torno a la hipocresía y la doble moral en el ambiente opresivo de un pueblo que representa a toda la sociedad española de aquel entonces.
Eliminar