Título original: Cet obscur objet du désir
Director: Luis Buñuel
Francia/España, 1977, 103 minutos
Ese oscuro objeto del deseo (1977) de Luis Buñuel |
Después de El fantasma de la libertad, rodada en 1974 (tenía yo, por lo tanto, setenta y cuatro años), pensé en retirarme definitivamente. Fue necesaria toda la obstinación de mis amigos, y principalmente de Silberman, para ponerme a trabajar de nuevo.
Luis Buñuel
Mi último suspiro
Traducción de Ana Mª de la Fuente
Habría sido muy distinta esta película si la actriz principal, en lugar de Ángela Molina o Carole Bouquet, hubiese sido Maria Schneider, la misma que, junto a Marlon Brando, había protagonizado algunos años antes El último tango en París (1972). Pero ni la adicción a las drogas de la intérprete ni, por lo que cuentan, su absoluta falta de sintonía con Buñuel hicieron posible que la empresa llegase a buen puerto. En todo caso, Cet obscur objet du désir era ya de por sí un título evocadoramente sensual repleto de connotaciones eróticas cuyo origen se remonta al universo literario del belga Pierre Louÿs (1870-1925), autor de La femme et le pantin (1898), la novela en la que se basa el guion de la cinta, canto de cisne de una de las filmografías más influyentes de la historia del séptimo arte.
En cierta manera, la caricatura de un macho dominante en horas bajas que aquí se lleva a cabo (ampliamente detallada por él mismo a sus compañeros de vagón en el transcurso de un largo viaje ferroviario entre Sevilla y París) conecta de pleno con lo que el director aragonés y su colaborador Jean-Claude Carrière habían ensayado previamente en Tristana (1970). De hecho, tanto don Lope como Mathieu están interpretados por el mismo actor: un Fernando Rey (doblado en la versión francesa por Michel Piccoli) que no es sino trasunto de la decrepitud del propio cineasta. Más aún, teniendo en cuenta que el deseo frustrado, denominador común de ambos personajes, es una de las constantes en la obra del genio de Calanda.
Sin embargo, y a pesar de su trascendencia como testamento fílmico, Cet obscur objet du désir (1977) es a menudo recordada por una simple particularidad: el hecho de que fueron dos actrices diferentes, las ya mencionadas Molina y Bouquet, quienes encarnan el papel de Conchita, la protagonista femenina. Circunstancia que pudiera prestarse a interpretaciones de toda índole, vinculadas al carácter surrealista del autor, si no fuese porque obedeció, en realidad, a motivos más bien prosaicos: el hecho de que cada productora (la española In-Cine de Alfredo Matas y la francesa Greenwich Film de Serge Silberman) quiso imponer a su candidata. Polémica que el director zanjó con la decisión salomónica de incluir a las dos aspirantes.
Revisitar en pleno siglo XXI la última creación de Buñuel nos lleva indefectiblemente a ratificar el carácter visionario de alguien que, con el pretexto de exponer un caso extremo de amour fou, dibuja un panorama desolador de continuos ataques terroristas y virus de origen desconocido que hacen estragos entre la población (según la noticia que el protagonista escucha por la radio hacia el final de la película). Faltaban muchos años para que los atentados yihadistas o la pandemia del COVID fuesen una realidad y aquí ya se dejan intuir como un inquietante telón de fondo. Aunque la obsesión de ese viejo verde impotente se centra en cuestiones mucho más mundanas, relacionadas con la insatisfacción del placer. En ese sentido, el último plano del filme y último de cuantos filmó Buñuel a lo largo de su dilatada carrera (una mujer que remienda un paño ensangrentado) alude metafóricamente a la pérdida de la virginidad de Conchita y es un bello colofón para una vida repleta de imágenes icónicas.
Es un digno broche para tan dilatada carrera.
ResponderEliminarY que no ha envejecido en absoluto (aunque a primera vista pudiera parecer lo contrario).
EliminarCómo me gustaría ser competente y poder hacer comentarios sobre todo lo que reseñaste en mayo.
ResponderEliminarSigo aprendiendo, pero aportando poco por acá, Juan
Abrazos
Tu presencia ya es un honor, Frodo.
EliminarGracias por pasar y comentar.
Abrazos.
La cara descompuesta de Fernando Rey cuando descubre el cinturón de castidad que lleva puesto Carole Bouquet es todo un poema. Y la alternancia de las dos actrices, sean cuales sean los motivos, confiere a la historia una ambigüedad complementaria que le queda muy bien.
ResponderEliminarUn abrazo.
La cara de estupor del protagonista es la del hombre que no concibe que sus instintos no puedan saciarse. Otra escena muy buena es la del cubo de agua que se tiran por encima, repetida al comienzo y al final.
EliminarUn abrazo.