Director: José María Carreño
España, 1990, 84 minutos
Ovejas negras (1990) de José María Carreño |
A vuestra edad, hijos míos, existe el peligro de ver la muerte como algo que sucede a los demás. A los mayores, como algo lejano y ajeno. Y no es así. La muerte puede llegar en cualquier momento, a viejos y jóvenes, santos y pecadores, listos y tontos, ricos y pobres. Y nunca olvidéis esto: no hay en el infierno un solo condenado, ni uno solo, que no esté dispuesto a renunciar a las satisfacciones que experimentó en su vida, con tal de librarse del fuego eterno. ¡Pero ya es demasiado tarde! No hay en el infierno un solo condenado, ni uno solo, que no lamente haber nacido. ¡Pero ya es demasiado tarde! Y sin embargo, hijos míos, tened muy en cuenta esto que os digo: la muerte, momento terrorífico para el pecador, es un momento de bendición para el que no se ha desviado del buen camino, para el que está en Gracia de Dios. Porque entonces la muerte es el tránsito a la felicidad infinita, el tránsito a la Gloria eterna.
Sermón en el aula del Padre Crisóstomo
En Directores españoles malditos, Augusto M. Torres dice lo siguiente a propósito del director de Ovejas negras: "Conocí a José María Carreño hace muchos años, a mediados de los sesenta, cuando ambos escribíamos en una revista que tenía el increíble título de Film Ideal […] Vimos muchas películas juntos, pasamos largas horas hablando de cine y nos leíamos, y comentábamos, nuestros respectivos escritos. Lo recuerdo alto, extraño, simpático e indeciso, muy indeciso." Luego, al reseñar la única película dirigida por éste, concluye que, pese a su ritmo demasiado lento, "tiene un notable interés, dentro de su modestia, al reflejar las obsesiones religiosas de una generación."
De poco le sirvió, sin embargo, el ser nominado al Goya a mejor director novel, ya que no volvería a ponerse detrás de las cámaras más que para trabajos puntuales en el medio televisivo. Lo cual no ha hecho sino incrementar la leyenda de un cineasta que moriría prematuramente en 1996, apenas superados los cincuenta años de edad.
Es Ovejas negras un filme en el que la impronta buñueliana se adivina en su particular sentido del humor, tan sádico como anticlerical, que remite directamente a títulos, en la línea de Ensayo de un crimen (1955), de marcado carácter sarcástico. Su protagonista es un cuasi adolescente (Juan Diego Botto) que, tomando al pie de la letra las enseñanzas de la doctrina católica que le han sido inculcadas en el colegio del que es alumno, acabará por convertirse en un asesino en serie convencido de la labor redentora que está llevando a cabo.
Razones que hacen de esta ópera prima (y única) un ajuste de cuentas autobiográfico, narrado en forma de flashback, en el que lo mismo tienen cabida el Hitchcock de The Trouble with Harry (1955) que las "caritativas" ancianitas de Arsenic and Old Lace (1944), pasando por los recuerdos y gamberradas escolares del Fellini de Amarcord (1973).