Título original: Vynález zkázy
Director: Karel Zeman
Checoslovaquia, 1958, 84 minutos
Una invención diabólica (1958) de Karel Zeman |
Se ha dicho que la locura es un exceso de subjetividad, es decir, un estado en el que el alma se entrega demasiado a su trabajo interior y poco a las impresiones que vienen de fuera. En Tomás Roch esta indiferencia era casi absoluta. No vivía más que dentro de sí mismo, presa de una idea fija, cuya obsesión le había llevado donde estaba. Difícil, pero no imposible, era que se produjera una circunstancia, un contragolpe que le «exteriorizase», para emplear una palabra bastante exacta. [...]
Su última invención, respecto a los instrumentos de guerra, llevaba el nombre de Fulgurador Roch. A creerle, este aparato poseía tal superioridad sobre los otros, que el Estado que lo adquiriera sería el dueño absoluto de los continentes y de los mares.
Pese a las resonancias siniestras de su título, Una invención diabólica tiene más de exquisita pieza de orfebrería que de filme de horror. Vagamente basada en una obra menor de Julio Verne (Face au drapeau, 1896), el checo Karel Zeman se esmeró, con minuciosidad de artesano, en reproducir el universo pictórico de los grabados que solían ilustrar las ediciones decimonónicas de aquellas novelas. Así pues, y haciendo acopio de submarinos, pulpos gigantes, islas misteriosas, científicos cautivos y magnates ególatras, dio vida a unos decorados deliciosamente estilizados en cuyo interior actores y maquetas conviven alentados por grandes dosis imaginativas.
Fábula preciosista que, hasta la fecha, sigue siendo una de las cintas checas de mayor éxito internacional. De hecho, llegaría a estrenarse en EE.UU. bajo el nada original título de The fabulous world of Jules Verne y en el Festival du film de Bruselas, celebrado con motivo de la Exposición Universal del 58, recibiría por unanimidad el Gran Premio del Jurado.
La banda sonora, trufada de pinceladas de clavicémbalo, corrió a cargo del excelso Zdeněk Liška (1922-1983), uno de los compositores más prominentes de la cinematografía checa, autor de partituras tan célebres como las de El barón fantástico (1962), también de Zeman, Ikarie XB-1 (1963) de Jindřich Polák o El incinerador de cadáveres (1969) de Juraj Herz.
Verne escribió su relato en un período de firme desasosiego frente al progresivo poder armamentístico del Imperio alemán, por lo que cabría considerarlo un claro ejemplo de literatura anticipatoria. A este respecto, la relación que se establece entre el Profesor Roch (Arnost Navrátil) y el ambicioso Conde de Artigas (Miroslav Holub) prefigura la ambivalencia que presidiría los vínculos entre ciencia y progreso cuando los avances en materia de energía nuclear se pusieron al servicio de los intereses expansionistas de los regímenes totalitarios.
Su última invención, respecto a los instrumentos de guerra, llevaba el nombre de Fulgurador Roch. A creerle, este aparato poseía tal superioridad sobre los otros, que el Estado que lo adquiriera sería el dueño absoluto de los continentes y de los mares.
Julio Verne
Ante la bandera
Traducción de E. M. A.
Fábula preciosista que, hasta la fecha, sigue siendo una de las cintas checas de mayor éxito internacional. De hecho, llegaría a estrenarse en EE.UU. bajo el nada original título de The fabulous world of Jules Verne y en el Festival du film de Bruselas, celebrado con motivo de la Exposición Universal del 58, recibiría por unanimidad el Gran Premio del Jurado.
La banda sonora, trufada de pinceladas de clavicémbalo, corrió a cargo del excelso Zdeněk Liška (1922-1983), uno de los compositores más prominentes de la cinematografía checa, autor de partituras tan célebres como las de El barón fantástico (1962), también de Zeman, Ikarie XB-1 (1963) de Jindřich Polák o El incinerador de cadáveres (1969) de Juraj Herz.
Verne escribió su relato en un período de firme desasosiego frente al progresivo poder armamentístico del Imperio alemán, por lo que cabría considerarlo un claro ejemplo de literatura anticipatoria. A este respecto, la relación que se establece entre el Profesor Roch (Arnost Navrátil) y el ambicioso Conde de Artigas (Miroslav Holub) prefigura la ambivalencia que presidiría los vínculos entre ciencia y progreso cuando los avances en materia de energía nuclear se pusieron al servicio de los intereses expansionistas de los regímenes totalitarios.
Hola Juan!
ResponderEliminarNo sabia de ella. Le estaba dando una pequeña lectura inicial (gracias por el enlace) a esa obra "menor" de Verne (la capacidad creativa de este tipo de autores siempre me ha parecido asombrosa) y vuelvo a sentir aquella lejana sensación adolescente de cuando leí alguno de sus libros.
Por cierto, esa imagen con los cañones es muy parecida a un poster de "El acorazado Potemkin" (1925).
Siempre interesantes tus reseñas y sugerencias, saludos!
Tiene un cierto toque naif que la hace irresistible. En cuanto al parecido con "Bronenosets Potemkin", no eres el primero que se ha fijado en ello (¡bien visto, Fran!)
EliminarSaludos.