miércoles, 20 de julio de 2022

El ojo del diablo (1960)




Título original: Djävulens öga
Director: Ingmar Bergman
Suecia, 1960, 88 minutos

El ojo del diablo (1960) de Bergman


La castidad de una mujer es como un orzuelo en el ojo del Diablo
Proverbio irlandés

La indicación "rondó capriccioso", con la que Ingmar Bergman decidió subtitular su Djävulens öga (1960), resume a la perfección el espíritu burlesco de esta comedia en la que el afilado estilete del sueco aunó lo mefistofélico con lo donjuanesco. Arranca la acción mediante un breve apunte erudito, a cargo de Gunnar Björnstrand, aclarando dónde empieza y acaba el infierno para, acto seguido, entrar directamente en materia con la exposición de unos hechos tan insólitos como hilarantes.

Y es que resulta que al mismísimo Satán (Stig Järrel) le ha salido un orzuelo en un ojo. Lo cual es debido al carácter virtuoso de una joven que habita en la tierra, por lo que el Maligno decide rescatar de las tinieblas al mítico don Juan (Jarl Kulle), el único de entre sus condenados que podría llevar a cabo con éxito la misión de echar a perder la castidad de la muchacha. Y así, con la promesa de rebajarle en trescientos años su pena, el eterno seductor es enviado de nuevo a este mundo bajo la apariencia de un atractivo galán...

"Lo que sentí sólo fueron ensoñaciones de mi deseo..."


Libremente basada en un serial radiofónico del danés Oluf Bang (1882–1959), Bergman concibe una fábula moral en tres actos de innegable regusto clásico (la banda sonora es una sonata para clavicémbalo de Scarlatti) cuya mordaz ironía arremete contra todo lo establecido, especialmente si se trata de instituciones de carácter sagrado (por ejemplo, cuando la corte de aduladores versallescos que rodea al Diablo declara que "el matrimonio es la sólida base del infierno").

En ese orden de cosas, la beatitud del párroco que acoge en su casa a don Juan y a su criado Pablo (Sture Lagerwall) no hace sino acrecentar la sensación de parodia debido a la facilidad con la que éste, guiado por su afán hospitalario, permite que los siervos de Lucifer tienten a su esposa y, sobre todo, a la bella Britt-Marie (Bibi Andersson). Aun así, ni el bien ni el mal triunfarán plenamente, ya que, como reza la moraleja final, "una pequeña victoria en el infierno puede ser mayor que un gran éxito en el cielo". En todo caso, Bergman, tan escéptico como siempre, nos invita a no tomarnos nada en serio, ya se trate de la mojigatería de unos o de los delirios pasionales de los habitantes del inframundo.



4 comentarios:

  1. Con esa fina ironía tan de Bergman.

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    1. Y, sin embargo, es ésta una peli mucho más profunda de lo que cabría esperar, ya que, contrariamente a lo que pudiera parecer, su protagonista no es el diablo, sino el propio don Juan, a quien Bergman, antes que un pecador o un ser demoníaco, considera un incomprendido. En ese sentido, es probable que el cineasta sueco, célebre por los muchos amoríos que mantuvo con sus actrices, se identifique con la figura del seductor.

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  2. Hola Juan!
    Estaba viendo las entradas anteriores, lo mío con Bergman es "la asignatura pendiente", apenas he visto alguna de sus películas, es imperdonable lo se...
    Ahora toca retomar el trabajo y la vida diaria, no todo van a ser vacaciones...
    Un abrazo y feliz verano!

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    1. Hola, Fran:

      Al menos te queda por delante el placer de descubrir su cine.

      Espero que hayas podido disfrutar de las vacaciones.

      Saludos.

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