martes, 14 de mayo de 2024

Marisol, llámame Pepa (2024)




Directora: Blanca Torres
España, 2024, 87 minutos

Marisol, llámame Pepa (2024) de Blanca Torres


De niña prodigio a juguete roto; de fenómeno de masas a ciudadana anónima retirada de la vida pública; finalmente, la otrora estrella infantil, recibida en El Pardo por el Caudillo, aparecería desnuda en las páginas de Interviú, aparte de con el puño en alto en los mítines del Partido Comunista. Queda claro que la trayectoria artística y personal de Marisol, luego Pepa Flores, sigue suscitando enorme interés pese a los casi cuarenta años transcurridos desde que decidiera alejarse de los focos. Buena prueba de ello es el documental que ahora nos ocupa, interesante aproximación al mito, pero también y sobre todo a la mujer que un buen día decidió rebelarse contra él.

Motivos no le faltaban para romper con esa imagen de rubita angelical de ojos azules, en un país de gente mayoritariamente morena y canija, que en absoluto se correspondía con la realidad. Y es que aquella criatura procedente de un humilde corralón malagueño que, con apenas diez años, había despuntado en un certamen de bailes regionales de los «Coros y Danzas» de la Sección Femenina fue vampirizada por el productor Manuel J. Goyanes, su Pigmalión particular, hasta el extremo de alojarla en su propia casa junto con los hijos del avispado cazatalentos. De hecho, terminaría casándose con uno de ellos.



Y así, valiéndose de imágenes de archivo y numerosos testimonios, entre los cuales el de una de sus hermanas, la cinta dirigida por la zaragozana Blanca Torres irá desglosando la vertiente más feminista de una mujer que supo avanzarse a su tiempo, si bien después, ya en plena Movida, no logró encajar en el nuevo e iconoclasta escenario surgido tras la Transición.

Lo demás es historia, casi leyenda: la actitud coherente de quien nunca más ha roto su silencio, harta del mismo circo mediático que una vez la encumbró para después hacerla blanco, años más tarde, de sus dardos envenenados. Ni siquiera en 2020, cuando la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España le concedió un merecidísimo Goya honorífico que recogerían en su nombre las tres hijas de la actriz y cantante. Genio y figura de un personaje irrepetible cuya voz en primera persona se recrea aquí como si fuese ella misma quien desvela los pormenores de su fascinante biografía.



domingo, 12 de mayo de 2024

Suspendido en sinvergüenza (1963)




Director: Mariano Ozores
España, 1963, 78 minutos

Suspendido en sinvergüenza (1963) de Mariano Ozores


El pobre Juan García (José Luis Ozores) responde al perfil de ese tipo de individuo gris y bonachón que, sin embargo (o precisamente por ello), lo tiene crudo a la hora de abrirse camino en la procelosa lucha diaria por la supervivencia. Casado con la no menos afable Rosa (Elisa Montés) y continuamente hostigado por una suegra (Matilde Muñoz Sampedro) que no para de recriminarle su ineficacia para llevar dinero a casa, el hombre aspira a patentar microcámaras y toda clase de artilugios que ya están más que inventados, si bien él se consuela pensando que han sido los pérfidos franceses quienes le han robado la idea.

Para colmo de disgustos, ni siquiera su jefe, el potentado Elías Must (Antonio Prieto), se digna a prestarle la más mínima atención cuando Juan le propone que le financie la fabricación de su genial miniatura, circunstancia que hará perder los papeles al modesto y envalentonado empleado hasta llegar incluso a las manos. Pero donde menos se espera salta la liebre y, pese a las muchas estrecheces a las que tanto él como su familia deben hacer frente, el caso es que el destino de Juan García está a punto de dar un giro inesperado...



Tal y como su propio título indica, Suspendido en sinvergüenza (1963, aunque con depósito legal del 61) bromea a propósito de algo tan genuinamente español como es la picaresca. Sobre todo en aquellas escenas en las que Jorge (Antonio Ozores) y Felipe 'El Corcheas' (un entonces ya veterano Antonio Riquelme) intentan instruir al neófito García en el sutil arte de timar al prójimo. Vana empresa, habida cuenta de que el susodicho peca de honesto, lo cual resulta poco menos que una lacra en un mundo gobernado por la malicia y la mentira.

Con un guion de Luis Ligero, Juan García Atienza y el propio Mariano Ozores que adaptaba la comedia Lo siento, señor García, de Alfonso Paso, la producción, una de las primeras del clan Ozores, quedaba prácticamente en familia, considerando los lazos de parentesco que unían a buena parte del equipo y del elenco. El resultado, una farsa amable y profundamente castiza, deja entrever, no obstante, una moraleja de tintes humanitarios que acaba convirtiendo al sujeto anónimo y moralmente insobornable que es Juan García en héroe aclamado por sus semejantes.



sábado, 11 de mayo de 2024

Gulliver (1977)




Director: Alfonso Ungría
España, 1977, 97 minutos

Gulliver (1977) de Alfonso Ungría


La etiqueta de maldito que tantas veces se le ha colgado al director Alfonso Ungría tiene su origen en producciones tan sumamente peculiares como esta parábola, coescrita junto a Fernando Fernán-Gómez, a propósito de un preso fugado de Carabanchel que acaba siendo acogido en el seno de una comunidad de enanos residentes en un pueblo en ruinas. Así, a bote pronto, pudiera parecer un argumento cuando menos estrambótico, si no fuera porque, en realidad, se trata de una ácida alegoría sobre el propio tardofranquismo, donde, al igual que en la película, otro dictadorcillo de opereta se había erigido en mandamás de toda una nación.

Con depósito legal del 76, la cinta se presentó al año siguiente en la Seminci de Valladolid, si bien su estreno en salas, poquísimas, se demoraría hasta 1979, extinta ya una censura que había entorpecido la normal difusión del filme a causa de alguna que otra escena subida de tono. Circunstancia que, unida a un desastroso recorrido comercial, más los correspondientes litigios en lo que a derechos y distribución se refiere, desembocaría en la práctica invisibilidad de una obra que, hasta fechas muy recientes, ha permanecido en una especie de tierra de nadie.



Felizmente recuperada, sorprende la clarividencia de una sátira en la que el liliputiense jefe, valedor de la sacrosanta moral entre sus semejantes, retiene, sin embargo, en un torreón a la bella Rosa (Yolanda Farr) para su único y exclusivo solaz. Algo así como la sala de cine del Pardo en la que el Caudillo se hacía proyectar lo que él mismo prohibía al resto del país. En esa misma línea, el entomólogo Martín Olazábal y Núñez de Lombía (Fernán-Gómez) representa el advenimiento de una liberalización económica que, lejos de redimir a los diminutos súbditos de aquel particular microcosmos, contribuye a embrutecerlos aún más, si cabe, a base de sumirlos en una impredecible espiral de vicio.

Para colmo de socarronería, y después de no pocos altercados, como la visita de una pareja de empresarios que rechazan financiar el nuevo repertorio, a base de clásicos, que los enanos ensayan en su teatro, la acción de Gulliver (1977) concluye con una dedicatoria no menos incendiaria que aparece sobreimpresa en pantalla: "Esta película está dedicada a los marginados de cualquier condición; a los extranjeros de ninguna parte".



viernes, 10 de mayo de 2024

Los inundados (1962)




Director: Fernando Birri
Argentina, 1962, 87 minutos

Los inundados (1962) de Fernando Birri


Llego a esta película a través de Leonardo Favio, quien en una entrevista concedida pocos años antes de su muerte afirmaba haberla visto veinte veces seguidas en el momento del estreno, cuando era un joven entusiasta dispuesto a aprenderlo todo para convertirse en director de cine. Lo cual se comprende perfectamente, considerando la sensibilidad social de la que el propio Favio haría gala poco tiempo después en su ópera prima, Crónica de un niño solo (1965). De hecho, Los inundados (1962), debut en la dirección del también argentino Fernando Birri (1925-2017), reúne una serie de cualidades que hacen de ella el paradigma de lo que luego vendría a denominarse "nuevo cine latinoamericano".

De entrada, el carácter crítico de la cinta se enmarca, sin embargo, en una visión cómica y hasta grotesca de esa misma realidad que se pretende mostrar. Para hacerse una idea certera sobre ello bastaría con echar un vistazo al cartel promocional que encabeza estas líneas, donde puede leerse un eslogan sobradamente elocuente: "La picardía criolla en una película que lo hará reír y pensar...". En ese sentido, las palabras del protagonista con las que se abre el relato son a su vez una declaración de intenciones que no deja lugar a dudas: "Yo soy Dolores Gaitán, nombrado comúnmente 'Don Dolorcito'. […] Ésta es la historia de mi familia, de mi mujer (la gorda Óptima) y de mis hijos. […] Cuando esta película termine […] volveremos al bajo inundadizo, al barro en donde fueron a buscarnos para hacerla. Como les digo, yo voy a contarles mi propia pícara historia con palabras que a lo mejor no serán muy floreadas, hasta imperfectas, pero sinceras, eso sí".



Resulta lógico, por lo tanto, que la mayor parte de los intérpretes fuesen actores no profesionales, humildes habitantes de esas mismas villas santafesinas que se ven reiteradamente afectadas por las crecidas del río Salado. Panorama desolador en el que, para más inri, la demagogia de los discursos huecos con los que, desde instancias oficiales, se intenta consolar a los damnificados se suma a las vanas promesas electoralistas de unos candidatos que, huelga decirlo, tampoco llegan a construir nunca un triste tajamar ni dique de contención alguno.

Desplazados y realojados en un inhóspito vagón de tren, los Gaitán se verán envueltos contra su voluntad en un estrambótico periplo a lo largo y ancho de la provincia por culpa de un absurdo error administrativo, fiel reflejo de lo surrealista que puede llegar a ser la burocracia en un país sumido en el caos institucional. El caso es que, después de no pocas vicisitudes, las autoridades resuelven devolverlos a su lugar de origen sin que nada haya cambiado, irónico destino de unos seres siempre a expensas de los caprichos del poder.



martes, 7 de mayo de 2024

Siempre nos quedará mañana (2023)




Título original: C'è ancora domani
Directora: Paola Cortellesi
Italia, 2023, 118 minutos

Siempre nos quedará mañana (2023)


Eso de ponerle música contemporánea a una película de época, en abierta discordancia con lo que sería el rigor histórico, se ha ido imponiendo como una tendencia más o menos admitida durante los últimos años. Ya lo hizo Sofia Coppola en su Marie Antoinette (2006) y, desde entonces, otros cineastas se han apuntado a un recurso que, además de ser una concesión a los gustos imperantes de hoy en día, provoca un curioso efecto de extrañamiento.

C'è ancora domani (2023), ópera prima de Paola Cortellesi, protagonista y directora de la misma, propone algo remotamente parecido, tal vez para evitar que el regusto neorrealista de su espléndida fotografía en blanco y negro pudiera atragantársele a un público poco avezado al cine clásico e incluso hostil frente a lo que quizá se le antojase hasta rancio. El caso es que la cinta que nos ocupa juega además con diversos equívocos cuya finalidad no es otra sino mantener en vilo a la audiencia hasta el último momento.



Y así las vicisitudes de la sufrida Delia, madre coraje y objeto de interminables humillaciones en el seno de una típica familia italiana de posguerra que tiene por completo normalizada la violencia machista, se prestarán a continuas elucubraciones por parte de un intrigado espectador al que, de principio a fin de la trama, se le hace dudar a propósito de las verdaderas intenciones de la mujer. Los malos tratos que padece, por cierto, se muestran mediante una singular coreografía que rehúye cualquier atisbo tremendista.

Ni que decir tiene que el odioso marido (Valerio Mastandrea) y el no menos insufrible suegro (Giorgio Colangeli) nos predisponen con su carácter dominante a sentir simpatía hacia unos personajes femeninos que, a fuerza de golpes y obediencia ciega, terminarán por empoderarse hasta cambiar el rumbo de la historia. En ese aspecto, el guion de Furio Andreotti, Giulia Calenda y la propia Paola Cortellesi propone un original paralelismo entre el fin de la monarquía y lo que podría considerarse una primera victoria moral contra el patriarcado.



domingo, 5 de mayo de 2024

Aniceto (2008)




Director: Leonardo Favio
Argentina, 2008, 71 minutos

Aniceto (2008) de Leonardo Favio


Comienza uno a ver Aniceto (2008) y a los pocos minutos se lleva una grata sorpresa: ¡se trata de un ballet! Que además, esto ya lo teníamos claro previamente, es el remake de El romance del Aniceto y la Francisca (1967). Favio cerraba pues su filmografía volviendo a los orígenes, tal y como él mismo confiesa en los prolegómenos de la película: "Hay mil historias que rondan mis insomnios. Hoy quise rescatar la de Aniceto. No sé muy bien por qué, pero algo tiene que más que historia se asemeja a un cuento...".

De hecho, ese relato existe: se titula "El Cenizo" y lo escribió su propio hermano y colaborador habitual, Zuhair Jury. El nombre del cual, sin embargo, no consta esta vez entre la nómina de guionistas que reescriben el texto, siendo Rodolfo Mórtola y Verónica Muriel quienes figuran en los créditos como colaboradores del nuevo "libro cinematográfico". En todo caso, las peleas de gallos y el ambiente arrabalero, aunque estilizados, volvían a estar en el centro de la trama.



Ni que decir tiene que la corporeidad de los bailarines aporta una nota carnal que liga muy bien con la apasionada relación a tres bandas entre Aniceto (Hernán Piquín), la angelical Francisca (Natalia Pelayo) y la voluptuosa Lucía (Alejandra Baldoni). Aires trágicos que, al haberse rodado en estudio, se resuelven mediante una puesta en escena de innegable regusto pictórico que bien pudiera recordar a los musicales de Carlos Saura.

Por último, la banda sonora de Iván Wyszogrod, unida a una primorosa dirección artística a cargo de Andrés Echeveste, dan como resultado una cinta de marcado acento teatral cuyos créditos finales se cierran con las notas del tema "Canción de juventud", compuesto e interpretado por Nico Favio, hijo del cineasta. Hermosa manera de concluir un largometraje que, por desgracia, había de ser el postrero, teniendo en cuenta que el director argentino, ya gravemente enfermo, fallecería apenas cuatro años después.



sábado, 4 de mayo de 2024

Gatica, "el Mono" (1993)




Director: Leonardo Favio
Argentina, 1993, 138 minutos

Gatica, "el Mono" (1993) de Leonardo Favio


Biopic en torno a la figura del mítico boxeador José María Gatica, alias "El Mono" (1925-1963), gloria nacional argentina mucho antes de que otras celebridades del mundo del deporte como Messi o Maradona moviesen pasiones en un país siempre ávido de héroes populares. El caso es que Favio acariciaba este proyecto desde mediados de los setenta, cuando la viuda del púgil contactó con él para cederle los derechos que permitiesen llevar a cabo la película. Sólo que la situación política del país y posterior exilio colombiano del cineasta dieron al traste con un filme que desgraciadamente se demoraría aún varios años.

Casi dos décadas después, el estreno de Gatica, "el Mono" (1993) supuso el regreso por la puerta grande del mítico director argentino, con un Goya a Mejor Película Extranjera de Habla Hispana y una candidatura para los Óscar que el propio Favio echaría finalmente para atrás en señal de protesta contra lo que él consideraba arbitrariedades de la industria cinematográfica. Genio y figura, su carácter luchador entronca de pleno con la personalidad de Gatica, bravucón, tarambana y mujeriego, las ochenta y seis victorias del cual desfilan gradualmente sobreimpresas en pantalla, de la misma forma que muchas de sus frases ("¡A mí se me respeta!", "Para hablar con Gatica se pide audiencia"...) se irán repitiendo insistentemente en los diálogos.



Con un metraje tal vez excesivo, lo cierto es que la cinta se convierte en un vehículo al servicio de Edgardo Nieva (1951-2020), actor versátil que, aun así, no dudó en someterse a varias intervenciones de cirugía plástica que le permitiesen incrementar su parecido físico con el personaje protagonista. Como secundario, en el papel del fidelísimo Ruso, le daba la réplica en no pocas secuencias Horacio Taicher (1955-1993), otro gran intérprete, que moriría en trágicas circunstancias aquel mismo año.

Leales a sus convicciones peronistas, Favio y su hermano Zuhair Jury firman conjuntamente un guion en el que Gatica aparece descrito como un individuo orgulloso de su extracción social humilde y cuyo ascenso y caída coinciden en el tiempo con la llegada al poder y posterior derrocamiento del general Perón. De hecho, tanto el estadista como su esposa, la carismática Eva Duarte, apadrinan a la estrella del cuadrilátero como si de unas figuras paternales se tratase, circunstancia que explica el posterior ostracismo al que éste sería sometido ya en la etapa de su ocaso.



miércoles, 1 de mayo de 2024

Nosotros en la noche (2017)




Título original: Our Souls at Night
Director: Ritesh Batra
EE.UU., 2017, 104 minutos

Nosotros en la noche (2017) de Ritesh Batra


And then there was the day when Addie Moore made a call on Louis Waters. It was an evening in May just before full dark…

Kent Haruf
Our souls at night

No es Paul Auster, pero tiene su encanto. La fama (póstuma) de Kent Haruf (1943-2014) propició la adaptación cinematográfica de la que fuera su última novela, Our Souls at Night (2017), un producto Netflix que volvía a reunir en la pantalla, por cuarta y última vez, a los míticos Robert Redford y Jane Fonda, ahora octogenarios, aunque protagonistas de una cinta que aboga precisamente por el derecho de la tercera edad a seguir gozando de sus relaciones sin preocuparse de tutelas ni del qué dirán.

En ese sentido, la acción se sitúa en la localidad imaginaria de Holt, cuyos habitantes, en su mayoría granjeros de la América profunda, no ven con buenos ojos que dos viejos viudos decidan dormir juntos por las noches. Habladurías que, una vez que lleguen a oídos de sus respectivos hijos, derivarán incluso en agrias disputas familiares. Sobre todo si el pequeño Jamie, nieto de la mujer, duerme muchas veces con ellos.



Lo cierto es que la particular historia de amor entre Addie (Jane Fonda) y Louis (Robert Redford) dará pie también a no pocas confesiones a lo largo de múltiples veladas en las que ambos se sinceran mutuamente a propósito de lo que han sido los momentos más relevantes de sus respectivas experiencias vitales. Así pues, los recuerdos de ella giran en torno a la trágica muerte de su hija, mientras que en los de él sigue viva la memoria de una infidelidad conyugal que a punto estuvo de dar al traste con su matrimonio.

Se dice que Kent Haruf, diagnosticado de un cáncer terminal, dedicó sus últimas fuerzas a escribir lo que en definitiva sabía que iba a ser su testamento literario: un emotivo canto a la vida en el que dos seres desprejuiciados deciden rebelarse contra la soledad a la que parecen fatídicamente condenados por culpa de no se sabe muy bien qué absurdas convenciones sociales. Argumento que en manos del director hindú Ritesh Batra mantiene parte de su hechizo, si bien pierde intensidad dramática pese a las más que aceptables interpretaciones de la pareja protagonista y alguna otra vieja gloria como Bruce Dern.