Director: David Lynch
Francia/Polonia/EE.UU., 2006, 180 minutos
Inland Empire (2006) de David Lynch |
Los títulos finales de crédito de Inland Empire, un verdadero despiporre al ritmo desenfrenado de "Sinner Man", en la voz de Nina Simone, dejan traslucir, además, un inequívoco aire de despedida que la presencia puntual, a modo de cameo, de Laura Harring o Nastassja Kinski no hace más que confirmar. Un adiós al cine (o, por lo menos, a la dirección de largometrajes) marcadamente festivo, pero que, sin embargo, va precedido de tres horas del acostumbrado relato onírico-críptico marca de la casa.
Los materiales con los que se forja dicho engendro son, poco más o menos, los mismos que habían alumbrado el anterior proyecto de Lynch, Mulholland Drive (2001): una actriz (Laura Dern) que se dispone a participar en el rodaje de una importante superproducción hollywoodense, inmersa en el inevitable desfile de productores, directores (Jeremy Irons), coprotagonistas (Justin Theroux)... con los que debe reunirse para ensayar su papel. Y cuya identidad, como no podía ser menos, se irá gradualmente confundiendo con la de la mujer a la que interpreta.
Fruto del concurso de varios países en la financiación, hay una curiosa subtrama polaca que aporta todavía más misterio al ya de por sí enigmático universo del cineasta. Así pues, se insinúa que la película que están a punto de rodar es, en realidad, un remake de un antiguo filme inconcluso de dicha nacionalidad, por lo que la acción irá alternativamente saltando de California a las calles nevadas de Łódź o Varsovia. Y, en esa misma línea, la banda sonora la integran diversas piezas de Lutoslawski o del recientemente fallecido Krzysztof Penderecki (1933-2020).
Una extraña familia de humanoides con cabeza de conejo, presumiblemente personajes de alguna sitcom televisiva, constituyen, sin duda, el elemento más memorable (y a la vez inquietante) de Inland Empire. Algunas de sus voces, por cierto, corresponden a la ya mencionada Laurra Harring o a Naomi Watts (quien encabezó el reparto de Mulholland Dr.), en lo que supone un vínculo más entre este particular testamento fílmico y el resto de la filmografía de su autor.
Los materiales con los que se forja dicho engendro son, poco más o menos, los mismos que habían alumbrado el anterior proyecto de Lynch, Mulholland Drive (2001): una actriz (Laura Dern) que se dispone a participar en el rodaje de una importante superproducción hollywoodense, inmersa en el inevitable desfile de productores, directores (Jeremy Irons), coprotagonistas (Justin Theroux)... con los que debe reunirse para ensayar su papel. Y cuya identidad, como no podía ser menos, se irá gradualmente confundiendo con la de la mujer a la que interpreta.
Fruto del concurso de varios países en la financiación, hay una curiosa subtrama polaca que aporta todavía más misterio al ya de por sí enigmático universo del cineasta. Así pues, se insinúa que la película que están a punto de rodar es, en realidad, un remake de un antiguo filme inconcluso de dicha nacionalidad, por lo que la acción irá alternativamente saltando de California a las calles nevadas de Łódź o Varsovia. Y, en esa misma línea, la banda sonora la integran diversas piezas de Lutoslawski o del recientemente fallecido Krzysztof Penderecki (1933-2020).
Una extraña familia de humanoides con cabeza de conejo, presumiblemente personajes de alguna sitcom televisiva, constituyen, sin duda, el elemento más memorable (y a la vez inquietante) de Inland Empire. Algunas de sus voces, por cierto, corresponden a la ya mencionada Laurra Harring o a Naomi Watts (quien encabezó el reparto de Mulholland Dr.), en lo que supone un vínculo más entre este particular testamento fílmico y el resto de la filmografía de su autor.