viernes, 17 de marzo de 2023

Las locas, locas aventuras de Robin Hood (1993)




Título original: Robin Hood: Men in Tights
Director: Mel Brooks
EE.UU./Francia, 1993, 104 minutos

Las locas, locas aventuras de Robin Hood (1993)


Haciendo gala de la causticidad que lo caracteriza, el incombustible Mel Brooks revisitaba los lugares comunes en torno a la figura del legendario arquero de Sherwood, sobre todo con la mira puesta en parodiar el exitoso blockbuster protagonizado por Kevin Costner apenas un par de años antes. Aunque, por otra parte, Robin Hood: Men in Tights (1993) alude también a muchos otros referentes cinematográficos o culturales que poco o nada tienen que ver con el personaje en cuestión. Así, por ejemplo, se incluyen gags que lo mismo remiten a El padrino (1972) que bromean a propósito de la religión judía.

Para el papel principal se eligió a Cary Elwes, quien tiempo atrás había protagonizado La princesa prometida (1987) a las órdenes de Rob Reiner, mientras que Roger Rees da vida al extravagante Sheriff de Rottingham y Richard Lewis es un Príncipe Juan hipersensible al ruido cuyo lunar irá sucesivamente cambiando de posición sobre su rostro conforme avance la trama. Asimismo, Amy Yasbeck interpreta a una sexy Marian férreamente protegida por su cinturón de castidad, marca Everlast, y la implacable Brunilda (Megan Cavanagh). Por último, Mark Blankfield es el ciego Blinkin ('Tuerting' en la versión castellana) y Dave Chappelle una especie de gracioso negro o donaire al estilo clásico llamado Ahchoo ("¡Jesús!").



Imposible no desternillarse de risa en algún momento con las ocurrencias (a menudo políticamente incorrectas) de estos tipos ataviados con sus ridículos leotardos verdes. De entre las muchas situaciones que se remedan, a cuál más hilarante, merece la pena destacar la típica lucha a bastonazos entre Robin y el fornido Little John (Eric Allan Kramer), sobre un minúsculo riachuelo y con palos cada vez más pequeños, o el espectacular efecto dominó de las armaduras cayendo, una tras otra, en el interior del palacio.

Ni que decir tiene que en la sátira, tal y como la concibe Brooks, los anacronismos forman parte consustancial del relato, hasta el extremo de que la comicidad (en una línea muy similar a la practicada por los británicos, y algo más intelectuales, Monty Python) nace de continuos guiños al espectador, el cual se convierte de inmediato en cómplice de los dardos envenenados del cineasta-humorista (o viceversa).

Mel Brooks en el papel de Rabino Tuckman


8 comentarios:

  1. En la línea de lo mejor de Brooks y, como bien dices, cargada de ocurrencias. Muy divertida.

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    1. Quizá no alcanza el nivel de sus primeras películas, pero aun así sigue siendo muy divertida.

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  2. La vi hace tiempo y me hizo gracia, aunque no es mi favorita de Brooks (Young Frankestein se lleva la palma, seguido de Los productores y Sillas de montar calientes). Desde luego, el director se ha especializado en parodias, si bien no siempre le han salido bien.
    Saludos!

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    1. Independientemente de que algunas de sus películas sean mejores que otras, lo cierto es que siempre consigue arrancarnos una carcajada.

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  3. El gag del lunar me recuerda al de la joroba de Igor de "El jovencito Frankenstein".

    Un abrazo.

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    1. Así es: se trata de una de sus agudezas 'marca de la casa'.

      Un abrazo.

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  4. Hola Juan!
    Recientemente he visto un documental sobre M. Brooks y me quede bastante sorprendido sobre ciertos aspectos de su vida, es muy interesante.
    Guardo muy buen recuerdo de esta película (el cine de Brooks siempre te garantizaba que pasarías un buen rato en la butaca), creo que ha soportado muy bien el paso del tiempo, algo que con la comedia no suele pasar.
    Saludos!

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    1. Desde luego, sus comedias tienen un puntillo gamberro que nunca pasa de moda.

      Saludos.

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