Título original: Jason and the Argonauts
Director: Don Chaffey
Reino Unido/EE.UU., 1963, 104 minutos
Jasón y los argonautas (1963) de Don Chaffey |
Pocas veces sucede que una película sea más recordada por sus efectos especiales que no por su director o los actores que intervinieron en ella. Sin embargo, buena parte de la celebridad de Jason and the Argonauts (1963) se debe a la maestría de la que hizo gala Ray Harryhausen (1920-2013) en el uso de la animación mediante la técnica artesanal del stop-motion. Todo un portento, concebido mucho antes de que la informática facilitase enormemente las cosas y que hoy, cuando se cumplen sesenta años exactos de su estreno, sigue provocando la admiración de cineastas de la talla de Spielberg o Peter Jackson.
Son muchas las escenas míticas de un filme cuya espectacularidad quedará siempre ligada al titánico autómata de bronce Talos (vagamente inspirado en el Godzilla japonés), las malévolas arpías que incordian a diario al ciego Fineo, la hidra de varias cabezas que custodia el codiciado vellocino de oro y, por encima de todos ellos, el macabro ejército de esqueletos al que Jasón (Todd Armstrong) y los suyos deberán enfrentarse en la batalla final.
Aun así, también la imponente banda sonora de Bernard Herrmann, con sus fanfarrias heroicas a base de metales y percusión, tuvo mucho que ver en la consagración definitiva de una cinta de culto que va más allá del típico péplum. De hecho, la presencia de los dioses del Olimpo, liderados por Zeus (Niall MacGinnis) y su esposa Hera (Honor Blackman), quienes juegan con los destinos humanos como si de una partida de ajedrez se tratase, le da un cierto toque cómico a la trama.
En definitiva, aventuras de trasfondo mitológico, sabiamente trasladadas a la pantalla por Don Chaffey (1917-1990), en las que un grupo de aguerridos tripulantes llegados de toda Grecia, como por ejemplo el mismísimo Hércules (Nigel Green), viajarán a bordo del Argos hasta la remota Cólquide, en la actual Georgia, donde el rey Eetes (Jack Gwillim), molesto por la atracción que su hija Medea (Nancy Kovack), hechicera y sacerdotisa de Hécate, siente hacia Jasón, se opondrá a que los forasteros se lleven consigo la preciada piel del carnero.
En efecto, muy recordados los efectos especiales de ese mago de las técnicas del stop motion llamado Ray Harryhausen y con él, un equipo de personas capaces de pasarse meses y meses trabajando en figuras y situaciones que iban a durar tres o cuatro minutos en pantalla.
ResponderEliminarEran auténticos artesanos y el fruto de su trabajo, imperecedero, así lo atestigua.
EliminarEstupenda película, la obra maestra de... Harryhausen, que es el nombre con el que nos quedamos después de verla (sale en los créditos solo, destacando por encima de los demás). De esta película destaca el equipo que también rodó "Simbad y la princesa" (donde ya salía una secuencia con el esqueleto armado): estaban Harryhausen, claro, el director de fotografía Wilkie Cooper, Bernard Hermann y el productor Charle H, Schneer.
ResponderEliminarSaludos.
Lo bueno es que, pese a los medios modestos con los que contaban, el entusiasmo de aquellos tipos se tradujo en películas que derrochan imaginación.
EliminarSaludos.
Aún hoy considero esta película como la más feliz incursión en un género poco cultivado por el cine (antes e la era digital) como es la fantasía mitológica. Un guión salpicado con leves toques de ironía, hábilmente hilvanado para dar oportunidad a que las espléndidas maquetas animadas de Ray Harryhausen nos sequen el paladar, especialmente con el mencionado y conseguidísimo número del ataque de los esqueletos. Si a ello le añadimos el inspirado score del gran Bernard Herrmann, tenemos en suma, un pequeño clásico al que me gusta visitar de vez en cuando.
ResponderEliminarYa lo creo, don Teo: para mí también se trata de una película muy entrañable. No en vano, Harryhausen la consideraba la mejor de cuantas había hecho.
EliminarHola Juan!
ResponderEliminarEsta película se me quedo grabada a fuego en una de aquellas sesiones matinales de los sábados en un cine de barrio. Hace muchísimo que no he vuelto a verla.
Saludos!
Hola, Fran:
EliminarYo creo que eso mismo que describes nos pasó un poco a todos. Y es que estamos ante un producto artesanal de cuando el cine todavía conservaba su magia primigenia. Las películas equivalentes de hoy en día, por desgracia, han ganado en perfección técnica, sí, pero han perdido alma.
Saludos.
Como no puedo aportar mucho sobre las últimas reseñas que hiciste, aunque me llevo mucha información acerca del cine de François Ozon y los otros directores reseñados, vengo a dejar mi marca acá.
ResponderEliminarEsta película me impactó cuando la vi por primera vez, y justamente por los efectos del final. Impresionantes.
Hace poco leí los dos libros de Mitos Griegos de Robert Graves y me dieron ganas de repasar ésta y otras películas, y de ver algunas otras que no vi.
Y ahora con tu reseña, más ganas me dan. Le prestaré mucha atención a lo que mencionas de la música especialmente
Abrazos, Juan!
Hola, Frodo:
EliminarSiempre interesantes tus aportaciones. Yo también leí los libros de Robert Graves cuando era adolescente (en concreto sus novelas sobre el emperador Claudio) y puedo decir que, como ocurre a menudo a esas edades, me impactaron profundamente.
Por aquí andamos con mucho calor, a punto de acabar el curso (otro más).
Saludos, crack.