Título original: Il mulino delle donne di pietra
Director: Giorgio Ferroni
Italia/Francia, 1960, 96 minutos
El molino de las mujeres de piedra (1960) |
Al margen de que Il mulino delle donne di pietra (1960) adolezca de las típicas carencias del cine de terror italiano producido a principios de la década de los sesenta (argumento plano y previsible, repleto de lugares comunes, a cuál más trillado), lo cierto es que posee, al mismo tiempo, dos o tres virtudes que la convierten en un ejemplar digno de ser tenido en cuenta con respecto al resto de cintas, la mayoría de ellas olvidables, pertenecientes a dicho subgénero.
En ese orden de cosas, llama la atención, en primer lugar, la cuidada dirección artística, a cargo de Arrigo Equini, así como la minuciosidad a la hora de recrear la ambientación decimonónica de vestuario y decorados en una película cuyos exteriores se rodaron en los brumosos canales de la campiña holandesa. Lo cual refulge, aún más si cabe, gracias a la fotografía en Eastmancolor de Pier Ludovico Pavoni, hoy ya debidamente restaurada digitalmente.
Por otra parte, la trama, supuestamente basada en un relato apócrifo atribuido a un tal Pieter van Weigen, gira en torno a las prácticas que el macabro Gregorius Wahl (Herbert A.E. Böhme), escultor y maestro aficionado a la cirugía, lleva a cabo en la trastienda del mismo molino donde, además del taller y academia en la que imparte clases, tiene su sede una peculiar atracción local: un carrusel de figuras femeninas, quién sabe si de cera o de piedra, pero todas ellas representando, con inusitado realismo, a víctimas de crueles tormentos.
Finalmente, pulula por allí una joven de perturbadora belleza, hija enferma del susodicho Wahl, que vive recluida en esas mismas instalaciones a la espera de que alguien con su mismo grupo sanguíneo la salve para siempre. Hasta que un buen día se presenta de improviso el apuesto Hans (Pierre Brice) con la intención de documentarse de cara a escribir una pormenorizada monografía que glose el centenario del ya mencionado carrusel. Circunstancia que el joven investigador aprovechará para indagar sobre el verdadero y desagradable origen de las estatuas...
¡Caramba con el argumento!
ResponderEliminarEn realidad responde al modelo clásico, tipo Frankenstein, en el que un científico loco aspira a crear algo monstruoso.
EliminarQue tal Juan!
ResponderEliminarNo la conocía. Son de agradecer los datos que siempre nos aportas.
Por cierto, el colectivo científico tendría motivos para quejarse, a saber si esa animadversión hacia la ciencia no viene motivada por alguna película y en como han sido retratados...
Saludos!
La ciencia nos ha dado lo mejor, pero también, cuando se utiliza con finalidades poco claras, suscita una desconfianza que el cine de terror y ciencia ficción ha aprovechado bastante a menudo para adornar a sus villanos.
EliminarSaludos.