Director: Víctor Erice
España/Argentina, 2023, 169 minutos
Cerrar los ojos (2023) de Víctor Erice |
El busto de un Jano Bifronte, aquel dios romano con dos caras (una que miraba hacia el pasado y otra atisbando el futuro), abre y cierra la última película de Víctor Erice. De lo cual cabe inferir una más que evidente voluntad testamentaria por parte de un cineasta ya en la ochentena y, por ende, dispuesto a cerrar el círculo de una filmografía tan exigua como excelsa. Se advierte, además, un cierto afán revanchista respecto a diversos proyectos frustrados —ya sea La promesa de Shanghái (adaptación de una novela de Marsé al que, por cierto, se cita explícitamente en la visita del protagonista a la madrileña Cuesta de Moyano) o la nunca filmada segunda parte de El Sur (1983) cuya acción supuestamente había de transcurrir en Andalucía— que ahora, más o menos, quedan esbozados en Cerrar los ojos (2023).
Por otra parte, abunda la puesta en escena en autocitas (desde la presencia de Ana Torrent en el reparto hasta los trávelin adelante y hacia atrás) de un autor lo suficientemente consciente de los rasgos definitorios de su propio estilo. De ahí que pueda afirmarse, sin lugar a dudas, que se trata de un filme que en realidad son muchos filmes a la vez. Así pues, La mirada del adiós, obra inconclusa del denostado realizador Miguel Garay (Manolo Solo), da pie a un ejercicio metacinematográfico en el que convergen las vidas de un director maldito y de un intérprete que desapareció sin dejar rastro en el momento álgido de su carrera.
A este respecto, la morosidad de los diálogos, así como la gratuidad/prolijidad de sus algo menos de tres horas de metraje, contribuyen a reforzar la sensación un tanto fantasmagórica en torno a la figura de Julio Arenas (José Coronado), un individuo al que la amnesia convierte en sombra de lo que fue, en la misma proporción que el arte cinematográfico, en la escena culminante de la cinta, se ve reducido a mero ceremonial moribundo en un cochambroso patio de butacas casi vacío.
Quizá por ello, Erice opta asimismo por incluir referencias cinéfilas que ayuden a situar el relato en unas coordenadas ligeramente emparentadas con el cine negro, pero donde también tiene cabida la alusión a los Lumière en un intento desesperado (e inútil) por devolver a la imagen en movimiento la inocencia de sus orígenes, cuando la simple llegada de un tren a la estación era capaz de suscitar el entusiasmo de la concurrencia, y que el sensacionalismo televisivo, ávido de carnaza diaria, se ha encargado de ir paulatinamente destruyendo.
Un cine diferente, como cabe esperar de su autor.
ResponderEliminarDesde luego, aunque no brilla a la altura de su obra anterior.
EliminarUno acude raudo a ver esta película (son muchos años de espera) con un condicionante ineludible: haber visto, cada una en su momento, sus hipnóticas tres obras maestras anteriores. Por eso, a medida que avanzaba la proyección de CERRAR LOS OJOS me invadían contradictorias sensaciones; quería ver y sentir en esta película la fascinación que me causaron las otras y no, no ocurría eso. Lo achaco mayormente a un guión que cuenta una(s) historia(s) con escaso interés y en cómo ese cine contemplativo de Erice, esa concepción de puesta en escena, no conseguía aquí sostenerse por sí misma teniendo que recurrir el director a aditamentos a modo de una guarnición con diferentes ingredientes que adornara el plato: varias autoreferencias, digresiones en la trama, un paréntesis musical homenajeando al Howard Hawks de RIO BRAVO, algunos momentos prescindibles, en fin, hasta alargar el metraje a casi tres horas.
ResponderEliminarTal vez si CERRAR LOS OJOS viniera firmada, no sé, por Fernando Trueba, no le pediría más. Pero la ha dirigido el gran Víctor Erice y eso, en cierta medida, me ha decepcionado.
Un saludo.
Como suele ocurrir con muchos autores de prestigio (sobre todo cuando su obra es escasa), Erice ha terminado siendo víctima del mito en torno a su cine y su persona. Lo cual se traduce en unas expectativas que difícilmente se pueden satisfacer por muy bueno que sea el director. A Trueba, por cierto, le correspondió hacerse cargo de "El embrujo de Shanghái" y, pese a realizar una película notable, tanto crítica como público recibieron su trabajo con inmerecida indiferencia. Que es lo que le ocurre ahora a "Cerrar los ojos". Pero es que el problema es nuestro y no tanto de Erice porque nos emperramos en que el hombre tiene la obligación de firmar una obra maestra cada vez que se pone detrás de la cámara. Por lo demás, su último trabajo me parece como mínimo interesante, aunque no sea tan bueno como "El espíritu de la colmena" (ni falta que hace).
EliminarSaludos.