Título italiano: Robin Hood, l'invincibile arciere
Director: José Luis Merino
España/Italia, 1970, 84 minutos
Robin Hood, el arquero invencible (1970) |
No pasará a la historia Robin Hood, el arquero invencible (1970) ni por lo manido de su argumento ni por unas interpretaciones a todas luces mediocres. Sin embargo, sería también injusto negarle el valor de haber sido la primera vez que el cine patrio abordaba la figura del célebre príncipe de los ladrones. De hecho, al actor canario Carlos Quiney (1937-2007) le correspondió asimismo el honor de meterse en la piel de otro personaje no menos mítico que el anterior: el Zorro.
Eran sin duda otros tiempos y tanto en Italia como en España se cultivaba profusamente el género de aventuras a la par que una sui géneris adaptación del wéstern. Circunstancia que, en el caso que nos ocupa, propicia traer a colación otro nombre, el del cineasta José Luis Merino (1927-2019), director especializado en producciones de serie b que, más que emular un modelo extranjero, aspiraban únicamente a convertirse en el referente local para un público sin demasiadas manías en cuanto a la calidad final del producto.
Las inmediaciones del bilbilitano Monasterio de Piedra sirvieron como escenario para rodar los exteriores de una historia, escrita por Piero Pierotti, en la que el arquero de Sherwood se compromete a ayudar al noble caballero sir Allan Clare, conde de Moonhill, quien regresa a Inglaterra en compañía de su hermana después de haber participado en las Cruzadas junto al rey Ricardo Corazón de León. Aunque el principal motivo de pesadumbre para sir Allan deriva del hecho de estar enamorado de una bella dama, llamada Isabel, cuyo tío, el maligno barón de Nottingham (Mariano Vidal Molina), ha decidido desposar con otro pretendiente.
El resto de la trama lo componen las típicas escaramuzas y duelos entre héroes y villanos, lo mismo en las profundidades del bosque que en el interior de un castillo repleto de intrincados pasadizos y trampillas secretas, hasta culminar en la inevitable escena ante el altar.
Bueno, tiene el aliciente de de ser un producto nuestro, para bien o para mal.
ResponderEliminarPor supuesto: de lo más entrañable. Aunque, en este caso, la "gloria" debe ser compartida con Italia.
EliminarHola Juan!
ResponderEliminarEsta en una de aquellas sesiones matinales de sábado hacia que la chavalería se lo pasase bien, ahora ya no pasaría ni el primero de los filtros...
Saludos!
Los tiempos han cambiado muchísimo (y los chavales no digamos...).
EliminarSaludos.