Título original: Robin Hood
Director: Allan Dwan
EE.UU., 1922, 143 minutos
Robin de los bosques (1922) de Allan Dwan |
La magnificencia de sus monumentales decorados, rebosantes de los miles de extras que intervinieron en el rodaje, proporciona una imagen bastante precisa de lo que pudo suponer en el Hollywood de hace exactamente cien años una película como Robin Hood (1922). Una superproducción en toda regla, a mayor gloria de Douglas Fairbanks, protagonista absoluto e indiscutible de la cinta, amén de estrella del momento en la meca del cine, que costó la friolera de un millón de dólares. Aunque, dada la condición atlética del actor (capaz de encaramarse, sin necesidad de dobles, hasta lo más alto de una almena o descolgarse desde la repisa de un balcón), la espectacularidad parecía garantizada, como quedó demostrado tras el inmediato éxito de taquilla y de crítica que conoció el filme.
Pero no sólo de acrobacias vive el hombre, y Fairbanks, a la sazón guionista (bajo el pseudónimo de Elton Thomas), además de productor, imagina una trama cuya esencia no dista gran cosa del hilo central de la Odisea: el caos sembrado en un reino por unos usurpadores durante la ausencia del héroe. De modo que, mientras el rey Ricardo Corazón de León (Wallace Beery) y los suyos parten rumbo a las cruzadas, el pérfido Juan Sin Tierra (Sam De Grasse) causará estragos a lo largo y ancho de una Inglaterra donde los atropellos y las injusticias auspiciadas por el regente propician que un grupo de insurrectos se atrinchere en las profundidades del bosque de Sherwood, en las inmediaciones de Nottingham.
Por otra parte, la producción que nos ocupa no sólo contribuyó a fijar la iconografía asociada al mítico forajido que robaba a los ricos para dárselo a los pobres (invariablemente ataviado con una pluma de faisán en su capucha, tan diestro en el manejo del arco y las flechas como con la espada), sino que al plantear que el tímido conde de Huntingdon se transformase en el aguerrido príncipe de los ladrones se estaban sentando las bases de una dicotomía que iba a estar presente en tantísimos superhéroes posteriores (por ejemplo el tándem Clark Kent/Supermán).
La australiana Enid Bennett interpreta el papel de Lady Marian, la bella damisela, pareja romántica del bandolero, que reaparecerá entre las novicias de un convento de clausura cuando todos la daban ya por muerta. En cambio, el rol de Little John, el fiel subalterno de Robin, recayó sobre Alan Hale, quien a lo largo de su carrera llegaría a encarnar a ese mismo proscrito, experto en el manejo del bastón, hasta en tres ocasiones distintas (concretamente, entre 1922 y 1950), en lo que constituye una de las asociaciones más prolongadas de la historia del cine entre actor y personaje.
Todo un clásico del cine de aventuras.
ResponderEliminarY que daría lugar a una extensa "franquicia" que iremos revisando durante las próximas semanas.
EliminarHola Juan!
ResponderEliminarImperdonable pero no la he visto, tratare de ponerme con ella. Me encanta que abordes el personaje.
Saludos!
Hacía tiempo que quería dedicarle un ciclo a Robin Hood y ya ves: con el año nuevo me he puesto manos a la obra.
EliminarSaludos.