Director: Woody Allen
EE.UU., 1971, 82 minutos
Bananas (1971) de Woody Allen |
Aunque hoy se haya convertido en un venerable cineasta con aires de intelectual, hubo un tiempo en el que Woody Allen formaba parte de eso que, de manera más o menos imprecisa, dio en llamarse la Contracultura. No en vano, su corrosivo sentido del humor, heredero en buena medida del de los Hermanos Marx, arremetía contra todo lo establecido, ya fuese en materia social, política o incluso religiosa. A este respecto, uno de los títulos que mejor ejemplifican esos inicios irreverentes es, sin lugar a dudas, Bananas (1971).
Situada en la imaginaria República de San Marcos, la acción arranca con la transmisión en riguroso directo, como si de un acontecimiento deportivo se tratase, del enésimo golpe de Estado que la administración estadounidense auspicia en territorio sudamericano. Circunstancia que presagiaba, con apenas dos años de antelación, lo que acabaría ocurriendo en Chile, esta vez de verdad y con el abominable resultado que todos sabemos.
Sin embargo, cuando el nuevo dictador es a su vez depuesto, la caricatura que el comediante lleva a cabo de los guerrilleros insurrectos, claramente inspirada en Fidel Castro y sus barbudos, demuestra que para él no hay nada sagrado y que el objetivo de su película no es otro sino burlarse de todo y de todos, comenzando por él mismo.
Y es que la puesta en escena de Woody Allen, repleta de gags y demás humoradas, rinde homenaje al slapstick y, de modo explícito, al Chaplin de Tiempos modernos (1936) o El gran dictador (1940). De la primera, toma la escena en la que el protagonista, Fielding Mellish, prueba una máquina que permite a los trabajadores ejercitarse al tiempo que atienden a sus labores; de la segunda, en cambio, procede el hecho de que lo confundan con el propio presidente de San Marcos. Lo cual no deja de ser curioso considerando cómo, posteriormente, será esta misma película la que sirva de inspiración a otros directores, por ejemplo el Patrice Leconte de Mon meilleur ami (2006), quien calca un par de secuencias en dicho filme: la del metro y los matones (ojo al cameo de un jovencísimo Stallone) y la de las revistas eróticas en la librería.
Una sucesión de gags desternillantes: el secuestro que sale mal; la incursión para conseguir comida para los guerrilleros; o, si no me falla la memoria, la entrevista final en la cama.
ResponderEliminarUn abrazo.
No te falla la memoria. De hecho, esa última escena tiene mucho de parodia de las encamadas que un par de años antes habían protagonizado John Lennon y Yoko Ono.
EliminarUn abrazo.
Gran película, que aunque vi dos veces, me gustaría volver a ella.
ResponderEliminarEra disruptivo, era contestatario, era políticamente mucho más incorrecto que ahora... pero también era joven.
Además de todas las referencias que das, de las cuales la de Patrice Leconte se me escapa, recuerdo que también inauguó ese cine irónico como el de Top secret, Airplane! , La Pistola Desnuda, etc... aunque no sé si hay otras cintas de otros directores más directamente relacionadas con ese humor.
Abrazos
Es una película muy de su tiempo. Muy irreverente.
EliminarSaludos.