Director: Antonio Eceiza
España, 1967, 78 minutos
Último encuentro (1967) de Antonio Eceiza |
Puede que a las nuevas hornadas de cinéfilos el nombre de Antxon Eceiza no les diga gran cosa: un poco/bastante porque la tendencia generalizada es propensa a denostar el cine español y otro tanto, quizá, porque el malogrado director donostiarra (que fallecería el 15 de noviembre de 2011 a la relativamente temprana edad de 76 años) dirigió su última película —Felicidades, Tovarich— en 1995. Sin embargo, hubo una época en la que, de la mano de su paisano Elías Querejeta, Eceiza debutó por la puerta grande optando a la Palma de Oro en Cannes.
Último encuentro, que así se titulaba la cinta en cuestión, no pasaba de ser una producción al servicio del bailaor Antonio Gades, por aquellos tiempos en plena efervescencia cinematográfica si se tiene en cuenta que participó, en apenas cuatro años, en hasta seis películas: aparte de Los Tarantos (1963) y El amor brujo (1967), ambas de Rovira-Beleta, formaría parte también, entre otros, del reparto de Con el viento solano (1966) de Mario Camus.
En el primero de la anterior lista de títulos, Gades ya había coincidido con el actor Daniel Martín, quien interpreta aquí al abatido Juan, antiguo guitarrista flamenco al que la traición del que fuera su mejor amigo sumió en una melancolía perpetua. Pero el destino ha querido que el uno y el otro coincidan en el plató de un programa de televisión (La llave del recuerdo, conducido por el mítico José Luis Uribarri, que hace de sí mismo). Aunque dicho espacio, que, en principio, tenía como única misión ensalzar la trayectoria de Antonio Esteve (nombre real de Gades), abre la caja de Pandora de un pasado incómodo que enfrenta al artista con sus orígenes humildes y el insulso presente que le toca vivir junto a una esposa burguesa (María Cuadra) a la que no presta excesiva atención y un representante tan sibilino como pragmático (José María Prada) obsesionado con hacerlo triunfar a cualquier precio.
Lo más llamativo de Último encuentro, amén de la destreza taconeante de Gades sobre los tablaos, es una estructura a base de continuas elipsis y saltos temporales que culmina, como no podía ser de otra manera, con un desenlace de lo más trágico. Claro que no todo es tan tremendo en un filme concebido por dos vascos para poner al día (y vender, de paso, en el extranjero) una imagen más moderna de la España de pandereta. En ese aspecto es muy revelador el número en el que Antonio baila por bulerías la música yeyé de Los Shakers (el conjunto integrado por los hijos de José Luis Sáenz de Heredia) con unos carteles de promoción turística estratégicamente situados detrás de la banda.
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