Director: Ladislao Vajda
España, 1956, 75 minutos
Tarde de toros (1956) de Ladislao Vajda |
Fueron habituales en el cine español de los cincuenta y sesenta las películas que intentaban aprovechar el tirón mediático de futbolistas, cantantes y toreros. Once pares de botas (Francisco Rovira Beleta, 1954), Los ases buscan la paz (Arturo Ruiz Castillo, 1955), los musicales protagonizados por Raphael, Aprendiendo a morir (Pedro Lazaga, 1962) o Chantaje a un torero (Rafael Gil, 1963) son solo algunos de los respectivos ejemplos que podrían citarse y a los que cabe añadir la producción que a continuación comentamos.
Tal y como se sugiere ya desde el título, el filme del húngaro Ladislao Vajda cuenta una historia que se desarrolla a lo largo de una tarde de toros. Filmado en gran medida en la plaza de Las Ventas de Madrid, con interiores rodados en los Estudios Chamartín, es un ejemplo interesante de lo que en su día supuso la fiesta nacional como entretenimiento popular durante el régimen franquista (aunque, como la película deja entrever, empezaba ya entonces a perder terreno frente al fútbol).
Tal y como se sugiere ya desde el título, el filme del húngaro Ladislao Vajda cuenta una historia que se desarrolla a lo largo de una tarde de toros. Filmado en gran medida en la plaza de Las Ventas de Madrid, con interiores rodados en los Estudios Chamartín, es un ejemplo interesante de lo que en su día supuso la fiesta nacional como entretenimiento popular durante el régimen franquista (aunque, como la película deja entrever, empezaba ya entonces a perder terreno frente al fútbol).
El cartel, "con seis hermosos toros de Antonio Pérez de San Fernando", contiene los nombres de tres célebres matadores cuyos destinos formarán el núcleo de la trama: Ricardo Puente (interpretado por Domingo Ortega) es el veterano altivo de arrogancia proporcional a su talento. En segunda posición le sigue el simpático Juan Carmona (Antonio Bienvenida). Dotado suficientemente para competir con Puente y atraer todavía la atención de los jóvenes promotores, Carmona sabe que una actuación destacada le supondrá un contrato muy lucrativo para ir a torear a Venezuela de cara al próximo invierno. Luis Montes, el tercer matador, tomará la alternativa hoy y así se convertirá en un torero con todas las de la ley si no le traicionan los nervios. Interpretado por Jesús Tordesillas, representa al héroe joven, alto y con apariencia de galán. Desde las gradas siguen sus evoluciones su padre, quien también fue torero, y la bella Ana María (Encarnita Fuentes), hermana de Carmona y locamente enamorada de él.
Antonio Bienvenida (Carmona) y Domingo Ortega (Puente) |
Al mismo tiempo que los matadores se disputan la gloria en el coso, una subtrama muestra las andanzas de Manolo (Jorge Vico), un "niño" de la calle que, como tantos otros jóvenes extremadamente pobres, sabe utilizar su determinación y astucia innata para colarse en la plaza sin billete. Al igual que Montes, aspira a entrar en el círculo de los elegidos de la tauromaquia y, para ello, no duda en pedirle una oportunidad al orondo don César (Juan Calvo), quien lo rechaza airadamente. Así que se lía la manta (y el capote) a la cabeza y salta al ruedo como espontáneo, a la espera de llegar a lo más alto del toreo. Por su arrojo, los espectadores le aplaudirán cuando se enfrente valientemente a la bestia, pero las cosas toman un giro horrible al ser embestido por el toro.
Manolo (Jorge Vico) en el quirófano |
Aunque también hay tiempo de recrearse mostrando la ignorancia de los extranjeros que acuden a la corrida. Así pues, los turistas franceses accederán al recinto cantando la marcha de la ópera Carmen de Bizet. O aquella bobalicona actriz rubia francesa que es honrada con el capote de Carmona y que no para de hacer preguntas tontas sobre todo cuanto acontece frente a ella. Otro de los momentos cómicos es el del niño cuyo padre lo ha llevado a Las Ventas para educarlo en la tauromaquia, pero que prefiere, en cambio, el fútbol, quizá debido a que la pelota estaba empezando a eclipsar a los toros como pasatiempo nacional.
Las actrices Jacqueline Pierreux y Tony Soler |
El tono general de Tarde de toros es más bien el de un reportaje o documental cuidadosamente filmado en tecnicolor, si bien algunas de las tomas son, evidentemente, insertos de estudio (por ejemplo, el sonriente primer plano de Carmona, cosechando aplausos), aunque las escenas de lidia se corresponden perfectamente con los planos de los actores, y todo el conjunto forma un relato muy transparente. La vida y la muerte se dan la mano en el guion de Manuel Tamayo, Julio Coll y José Santugini, y se compensan con suma habilidad. Hay también, por otra parte, un equilibrio en los travelines temáticamente opuestos a lo largo de la barrera del público, mostrando primero la antipatía de la multitud hacia Montes y, más tarde, el cálido reconocimiento que le rinden a su triunfo con el segundo toro.
Con todo, y a pesar de contar con un notable reparto de secundarios (entre ellos María Asquerino, Pepe Isbert, Manolo Morán o Tip y Top en el papel de entusiastas espectadores) la película se resiente del hecho de que la parte testimonial acaba pesando sobre la trama de ficción, que da la sensación de terminar convirtiéndose en un engorro superficial y mal resuelto. Quizá por ello, el que se pretendiera presentar el filme como candidato a los Óscar de Hollywood en representación de España no tuvo mayor trascendencia.