sábado, 20 de febrero de 2016

Mad Max: Furia en la carretera (2015)




Título original: Mad Max: Fury Road
Director: George Miller
Australia/EE.UU., 2015, 120 minutos

Dos horas de clí-Max

Mad Max: Furia en la carretera (2015)


Suponemos que a fuerza de repetir que esta película es una de las mejores del año pasado habrá quien se lo acabe creyendo. La verdad: tampoco hay para tanto. Y no lo decimos porque lo que cuenta no tiene ni pies ni cabeza (que no los tiene) sino, sobre todo, porque no destila inteligencia, que es lo que cabe esperar de los grandes filmes. Sirvan un par de ejemplos como muestra: en una de las escenas iniciales el sufrido protagonista (Tom Hardy) soporta a regañadientes, como un San Lorenzo moderno, que le tatúen en la espalda algunos datos sobre la composición de su sangre (que ya son ganas también, pero bueno...) El caso es que, al cabo de un rato, el sufrido Max se deshace sin mayor problema de las cadenas que lo sujetaban y se revuelve contra los malotes. Y uno se pregunta: ¿y no podría haberlo hecho antes y ahorrarse el escozor del tatuaje...? Más adelante, es el otro ejemplo que queríamos mencionar, al resignado Max Rockatansky lo han atado ahora al frente de un camión, desde donde sufre lo indecible con las torturas que le aplican. Pero cuando vemos que al cabo se zafa de sus ataduras como si tal cosa nos asalta de nuevo la misma pregunta: ¿pero por qué no te soltabas antes, hombre de Dios?

En fin, no vale la pena (como Cervantes con los libros de caballerías) perder mucho tiempo en analizar las incongruencias de un tipo de cine en el que se valora la espectacularidad por encima de todo. Y sí, admitámoslo: esta nueva entrega de Mad Max es visualmente muy atractiva. Pero tanto como lo pueda ser un videojuego. De hecho ambos productos van dirigidos al mismo público.



De todas formas, no son pocas las referencias cinéfilas que de forma más o menos evidente se pueden rastrear en Furia en la carretera. Lo del grupo variopinto en busca de algo y al que se van incorporando personajes podría compararse con El Mago de Oz (los parajes verdes hacia los que se dirige Furiosa comparten color con la Ciudad Esmeralda). Precisamente, cuando esta última descubra que su añorado hogar es en realidad el lodazal inmundo plagado de cuervos por el que ya han pasado se arrodillará con los puños en alto, en una pose que inevitablemente hace pensar en Charlton Heston frente a los restos de la estatua de la libertad en El planeta de los simios. Protagonizada por el mismo actor, Ben-Hur (la de William Wyler, of course) podría haber inspirado las cuchillas en las ruedas de los vehículos, que ya no son cuadrigas sino tráileres futuristas. Por último, tanto las orondas madres lactantes, como los pálidos secuaces de Immortan Joe, como el hecho de que los personajes luchen y se desplacen en busca de un elemento de vital importancia para la subsistencia (ya sea agua, leche o gasolina) remiten a En busca del fuego.

De todas maneras, las persecuciones más impactantes ni son las de Mad Max ni se rodaron en los desiertos de Namibia o Australia. Para nuestro gusto fueron las de La carrera del siglo (The Great Race, 1965) y  Los autos locos (Wacky Races, 1968-1970): más inofensivas, más de andar por casa, pero sin duda mucho más entrañables.



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