Título original: Mon crime
Director: François Ozon
Francia, 2023, 102 minutos
Mi crimen (2023) de François Ozon |
Con Mon crime (2023), el francés François Ozon vuelve a transitar por una teatralidad un tanto esperpéntica que ya había frecuentado con notable acierto en títulos clásicos de su filmografía como la célebre 8 mujeres (8 femmes, 2002). Un carácter intencionadamente escénico que el cineasta subraya desde el primer momento con ese telón que se alza al inicio de una película cuya trama gira en torno a juicios mediáticos, crímenes pasionales y un feminismo avant la lettre que es una de sus señas de identidad más reconocibles.
El hecho de situar la acción en los años treinta (conviene no perder de vista que estamos ante la libre adaptación de un vodevil que Georges Berr y Louis Verneuil habían estrenado en 1934 con éxito de crítica y público) le confiere además un halo mítico, revestido de homenaje a la edad dorada del cine, que, en el caso concreto de Danielle Darrieux, una de las estrellas de aquel período que se citan explícitamente mediante un par de canciones, adquiere además tintes personales tratándose de una de las actrices protagonistas de la susodicha 8 femmes, donde, ya nonagenaria, interpretaba a las órdenes de Ozon uno de sus últimos papeles para la gran pantalla.
También aquí, de hecho, se ha podido contar con un reparto repleto de primeras figuras donde brillan con luz propia los nombres de Fabrice Luchini, haciendo de juez cascarrabias, o una histriónica Isabelle Huppert metida en la piel de una vieja gloria del cine mudo ansiosa por recuperar el esplendor de sus mejores tiempos. Dany Boon y el veterano André Dussollier completan el elenco en roles secundarios. La banda sonora, por cierto, corre a cargo de otro de los colaboradores habituales del cineasta: el compositor Philippe Rombi.
De todos modos, es importante subrayar que, pese a su marcado tono burlesco, el mensaje subyacente de la cinta resulta, sin embargo, de plena vigencia. Así, por ejemplo, el sensacionalismo de los titulares de prensa que aparecen en los créditos finales remite, si bien en clave de comedia, a la creciente obsesión de los medios por generar continuamente exclusivas, reales o ficticias. De ahí que el homicidio de un afamado productor y la controversia social a propósito de la absolución de la presunta asesina (Nadia Tereszkiewicz) no sean más que el reflejo simpático y anacrónico del movimiento «Me Too» y otras tendencias por el estilo de hoy en día.
En el fondo un cierto tono de denuncia.
ResponderEliminarDisfrazado de comedia intrascendente.
EliminarHola Juan!
ResponderEliminarOtra del pais vecino, no paran de producir películas, eso es buena señal supongo. Anotada queda.
Saludos!
Ciertamente, Fran. Y es que, desde hace muchos años, Francia sigue una política respecto a su industria cinematográfica que debiera servirnos de modelo.
EliminarSaludos.