Director: Luis García Berlanga
España, 1993, 99 minutos
Todos a la cárcel (1993) de García Berlanga |
No hay más que ver el título que le puso Berlanga a esta película para hacerse una idea de la que estaba cayendo en la España inmediatamente posterior a los fastos del 92, cuando lo habitual era desayunarse cada mañana con la noticia de un nuevo caso de corrupción política. A este respecto, Todos a la cárcel (1993) esboza un microcosmos de arribismos aún más sombrío, si cabe, que el de la mítica La escopeta nacional (1978), pues, tal y como afirmó el cineasta valenciano en su momento: "Los negocios que antes se hacían en las cacerías se hacen ahora en las prisiones".
En esta ocasión "Saza" encarna a don Artemio Bermejo, un modesto empresario que, con la finalidad de que le abonen el importe de una antigua deuda, acude a la cárcel Modelo de Valencia, donde está previsto celebrar los festejos del Día Internacional del Preso de Conciencia. Toda una odisea, repleta de los habituales secundarios del universo berlanguiano, a cuál más esperpéntico, y que acabará, como no podía ser de otra manera, como el rosario de la aurora.
La nota predominante conforme avanza la acción alude a los antiguos opositores al régimen franquista, hoy reconvertidos en altos cargos del Estado, que presumen públicamente de su conciencia social (con lectura de manifiesto incluida) mientras, al mismo tiempo, se hallan implicados en las más oscuras corruptelas. En ese sentido, la prisión en la que transcurren los hechos vendría a ser una especie de metáfora del conjunto de la nación cuyos dirigentes, ya se trate del sagaz Quintanilla (José Sacristán) o el marrullero alcaide al que da vida Agustín González, hacen y deshacen a su antojo rocambolescos tejemanejes.
Galardonada con tres premios Goya (Mejor Película, Mejor Dirección y Mejor Sonido), Todos a la cárcel plasmaba en imágenes el desencanto de su director con respecto a la deriva de la sociedad española tras quince años de democracia y sucesivos gobiernos socialistas. Un desbarajuste colectivo, dilapidando recursos públicos, del que el banquero Tornicelli (Torrebruno), reclamado por la justicia de doce países, sale indemne como si nada, tal vez porque a ningún mandamás le conviene enemistarse con la mano que mueve los hilos.
En más de un sentido, la película es una consecuencia de la trilogía de la familia Leguineche, aunque no es es la misma historia, pero sí responde al mismo mundo de mentira y descaro, como decía Berlanga: La golfería nacional.
ResponderEliminarEn efecto: Berlanga creó un universo muy personal con conexiones entre los distintos títulos de su filmografía.
EliminarVoy a verla un día de estos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me gustará leer tu reseña en "Clàssics de cinema".
EliminarUn abrazo.
Hola Juan!
ResponderEliminarLa vi en su estreno en salas, recuerdo que tuvo buena acogida. Anda que no tendría material el bueno de Berlanga con la pandilla que tenemos a día de hoy...
Saludos!
Ya te digo... Casi podría afirmarse que la corrupción es algo inherente a nuestra cultura mediterránea.
EliminarSaludos.