jueves, 18 de junio de 2020

Los comancheros (1961)




Título original: The Comancheros
Director: Michael Curtiz
EE.UU., 1961, 107 minutos

Los comancheros (1961) de Michael Curtiz


Gravemente enfermo de cáncer, el húngaro Michael Curtiz, autor de clásicos como Casablanca (1942), Robin de los bosques (1938) o El capitán Blood (1935), moría poco antes de que finalizase el rodaje de Los comancheros. Corría el año 1961. De hecho, la enfermedad le había impedido estar presente en el set durante buena parte de la filmación, por lo que fue su actor protagonista, un John Wayne que ya contaba en su haber con la reciente El Álamo (1960), el encargado de dirigir las escenas restantes, si bien rechazaría figurar en los créditos, junto al fallecido, en calidad de codirector.

Aun así, que se trata de una película de John Wayne salta enseguida a la vista por la presencia en el reparto de dos de sus hijos: Patrick (Tobe), quien ya había compartido diversas escenas con su padre en Centauros del desierto (The Searchers, 1956) de Ford, y la pequeña (y un tanto repipi, todo hay que decirlo…) Aissa (Bessie), en el papel de hijita de una viuda a la que el capitán Jake Cutter (Wayne) arregla la empalizada una vez al año.



Además de por lo ya expuesto, Los comancheros es también un wéstern atípico porque comienza con un duelo de honor a pistolas en la Luisiana de 1843 (es decir, mucho antes de la Guerra Civil), sin que ello sea óbice para que aparezcan por doquier rifles de repetición y otros inventos posteriores, dando lugar a más de un anacronismo. Tanto da: ni siquiera a nivel temático se profundiza en detalle a propósito de esa organización secreta que sirve de título a la cinta y cuyos integrantes están obligados a matar a todo aquél que ose profanar los límites de sus dominios.

En todo caso, la mezcla de villanos y pieles rojas asegura más de una escena de acción (que es de lo que se trata), así como del enemigo idóneo para lucimiento de un ranger tejano (Wayne) y un refinado gambler sudista (Stuart Whitman). También una estructura hasta cierto punto episódica, en la que sobresalen secundarios como el pintoresco Crow, a quien da vida el siempre efectivo Lee Marvin, aporta la dosis necesaria de originalidad para que el filme se beneficie de ese aire entre crepuscular y decadente que adquieren la mayoría de wésterns a partir de la década de los sesenta.


4 comentarios:

  1. Hola Juan!
    No se si es por tu condición de profesor de lengua pero desde luego es magnifica la forma en que condensas la información que nos traes en tus reseñas, gracias.
    La tengo algo olvidada, ya son muchos años, muchas pelis y se me cruzan algunas historias...jeje
    Me estaba fijando en la foto de Wayne y su hija (desconocía ese dato...) y desde luego si que se le parece.
    Al hilo del comentario anterior, por supuesto que había bici "destartalada"...jeje, aquellos barrios y sus campos si que eran auténticos parques temáticos...
    Venga, saludos, buen finde y a disfrutar de esa "nueva normalidad"!

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    1. Gracias por el cumplido, Fran: se hace, modestamente, lo que se puede.

      Un abrazo y feliz fin de semana.

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  2. se que es un prejuicio de los comunes peo que pereza me dan los westerns... y no lo digo por lo antiguo porque incluso la serie Westworld que es muy buena la dejé a los dos capítulos por los mismo ja... saludos

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    1. Efectivamente. Estoy de acuerdo contigo, JLO: es un prejuicio. Que, una vez superado, te permitiría disfrutar de uno de los géneros más sólidos (a la altura de la tragedia griega o de la épica homérica) que jamás haya dado la historia del cine.

      Saludos.

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