lunes, 4 de agosto de 2025

El buscavidas (1961)




Título original: The Hustler
Director: Robert Rossen
EE.UU., 1961, 134 minutos

El buscavidas (1961) de Robert Rossen


La tensión que se respira continuamente en The Hustler (1961) propicia que sus personajes adopten una actitud reflexiva cuya principal consecuencia es el tempo cadencioso que impera en no pocas escenas. A este respecto, el filme de Robert Rossen, quizá la máxima expresión cinematográfica de lo que significa el mundo del billar (con permiso de la posterior El color del dinero), capta magistralmente la idiosincrasia de unos jugadores que viven con suma intensidad cuanto acontece sobre el paño de la mesa.

Al mismo tiempo, la magnífica fotografía en blanco y negro de Eugen Schüfftan (agraciada con un premio Óscar), así como la banda sonora de inspiración jazzística compuesta por Kenyon Hopkins contribuyen enormemente a recrear una atmósfera claustrofóbica en la que la codicia de las apuestas y demás congojas de cuantos allí se dan cita, regadas abundantemente con alcohol, se acaban imponiendo sobre lo que sería la simple dinámica de las partidas.



En su papel de "Fast" Eddie Felson, uno de los más célebres de toda su carrera, Paul Newman logra llegar al fondo del alma de un individuo muchísimo más vulnerable de lo que su imagen de confianza en sí mismo pudiera dar a entender. De ahí que el tipo acabe manteniendo una relación sentimental con la todavía más inestable Sarah (Piper Laurie), ya que, en el fondo, ambos son dos seres extremadamente frágiles. Y por esa misma regla de tres, Eddie caerá en las redes del malévolo Bert Gordon (George C. Scott), especie de diablo que lo tienta con la promesa de hacerle ganar mucho dinero.

Nos hallamos, así pues, ante una obra maestra indiscutible que trasciende los límites de lo que sería un mero drama deportivo para convertirse en un profundo estudio psicológico y social con ligeros tintes de neonoir. En esa misma línea, su protagonista comparte ciertos rasgos con el arquetipo del héroe trágico, quien, a diferencia de la serenidad de un Minnesota Fats (Jackie Gleason), se deja arrastrar por la fatalidad de su ambición y arrogancia. Por eso la omnipresente mesa de billar, escenario sobre el que se deciden el fracaso o la gloria, pudiera ser vista como metáfora de la propia existencia, con sus carambolas y giros imprevistos.



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