Director: Arturo Ruiz-Castillo
España, 1955, 83 minutos
Los ases buscan la paz (1955) |
Cuenta la leyenda que el antiguo estadio de Les Corts se quedó pequeño gracias a Ladislao Kubala (1927-2002), si bien lo cierto es que el mencionado recinto, hoy desaparecido, ya se llenaba antes de que el futbolista húngaro fichase por el Barça. En todo caso, la anécdota refleja con precisión hasta dónde llega la aureola mítica que rodea la figura de uno de los jugadores que más honda huella dejaron en el club azulgrana, cuya camiseta defendería entre 1950 y 1962. Tanto es así que, apenas unos años después, el delantero fue objeto de un curioso biopic titulado Los ases buscan la paz (1955).
El diseño del cartel de la película, con el nombre del jugador en mayúsculas, destacado en rojo y entre signos de admiración, no deja lugar a dudas sobre cuál era el verdadero reclamo a la hora de promocionar un producto en el que, en realidad, se hablaba poco de fútbol y mucho de política. A este respecto, el director Arturo Ruiz-Castillo plantea la historia en unos términos inequívocamente anticomunistas, subrayando la condición de víctima de una estrella sobre la que aún se cierne el veto de las autoridades deportivas húngaras.
Sin embargo, y desde un punto de vista estrictamente cinematográfico, la cinta responde a la fórmula habitual de un subgénero en el que, además de la vertiente dramática, lo mismo tenían cabida las habilidades balompédicas del ídolo homenajeado, con imágenes de archivo de sus encuentros contra varios equipos españoles, entre ellos el Valencia, que breves apuntes coreográficos a cargo de una jovencísima Irán Eory, quien interpreta el papel de Érika.
El caso es que Kubala no lo hace nada mal como intérprete (por lo menos, no actúa peor que sus compañeros de reparto) y los episodios más sobrecogedores de su accidentado periplo hasta recalar en Barcelona, previo paso por Viena y Roma, tienen una réplica hasta cierto punto cómica en el personaje de Antonio Ozores, una especie de ruso apátrida que huyó con él de Budapest junto con el decadente Barón von Schauffer (Mariano Asquerino) y la ya mencionada bailarina cíngara. Toda una disparidad de elementos, no siempre en consonancia, pero que, por ello mismo, daban como resultado un filme capaz de entretener a espectadores de muy diversa índole.
No habría visto nunca esta película y, sin embargo, has despertado mi interés.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Ricard. Lo cierto es que tiene su miga. Aunque ya sabes que a mí me encanta desempolvar viejas reliquias.
EliminarUn abrazo.
Hola Juan!
ResponderEliminarPues precisamente casi la veo ayer, la encontré en la aplicación de RTVE, me has terminado de convencer...jeje
Saludos!
Hola, Fran: ahí mismo la vi yo, en RTVE Play. Por cierto que la copia está impecablemente restaurada, incluso con más metraje del que suele circular por esos mundos de Dios.
EliminarSaludos.
Un tipo entrañable el bueno de Laszy, cuya peripecia daba tanto juego como el que desplegaba con sus piernas, como para dejarla escapar en aquella España.
ResponderEliminarLa verdad es que sí. Marcó una época en el barcelonismo.
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