Título original: Benny's Video
Director: Michael Haneke
Austria/Suiza, 1992, 110 minutos
El vídeo de Benny (1992) de M. Haneke |
Segunda entrega de la Trilogía de la glaciación, Benny's Video (1992) no sólo mantiene el tono deshumanizado de la precedente Der siebente Kontinent (1989), con unos padres dispuestos a encubrir el asesinato cometido por su hijo adolescente, sino que además anticipa una serie de elementos que estarán presentes en la posterior filmografía de Haneke. Por ejemplo, las imágenes de la matanza del cerdo, que el protagonista rebobina y ralentiza una y otra vez, así como la obsesiva presencia de lo audiovisual en la vida de unos personajes habituados a relacionarse con la realidad a través de una pantalla, son un claro preludio del contexto en el que se desarrollará la acción de Caché (2005).
Al mismo tiempo, la personal caligrafía de un cineasta cuyo estilo se basa en la ausencia de subrayados podía ya percibirse en una cinta en la que la violencia (a excepción del maltrato animal en la secuencia de inicio) queda siempre fuera de campo. A este respecto, la apacible existencia burguesa de la familia de Benny, cómodamente instalada en el confort de su salón familiar, repleto de reproducciones de cuadros célebres que decoran las paredes, contrasta enormemente con unos hechos que ponen de manifiesto la existencia de poderosas pulsiones ocultas contra las que poco o nada puede hacer la civilización.
No obstante, y ahí es donde reside la fuerza turbadora de la película, la actividad diaria de unos y otros continúa como si tal cosa, poniendo de manifiesto la práctica ausencia de empatía que aqueja a unos seres dispuestos a marcharse de vacaciones a Egipto mientras el padre se queda en Viena para deshacerse del cuerpo del delito. Únicamente la madre, a la que asaltan puntuales ataques de remordimientos, parece mostrar algo de apego por el prójimo, si bien ello no impide que acabe siendo cómplice del mismo absurdo.
Todo lo cual permite concluir una más que evidente incomunicación por parte de quienes, pese a ejercer profesiones liberales, han auspiciado que su hijo viva instalado en un mundo paralelo, parapetado en la oscuridad de una habitación de cortinas perpetuamente echadas. Y, sin embargo, dicha alienación dista de ser un caso aislado: fiel al distanciamiento que propugna en todos sus filmes, Haneke concluye con las imágenes del circuito cerrado de televisión de una comisaría, como si quisiera dar a entender, con una perspicacia no exenta de sarcasmo, que lo que acabamos de ver no afecta exclusivamente a algunos individuos, sino que se trata más bien de un mal propio de una sociedad enferma.
Haneke transmitiendo desasosiego al espectador.
ResponderEliminarDe una forma muy sutil. Pero sí: ésa es la palabra.
Eliminar