Título original: 71 Fragmente einer Chronologie des Zufalls
Director: Michael Haneke
Austria/Alemania, 1994, 100 minutos
71 fragmentos de una cronología del azar |
Desde su propio título, 71 Fragmente einer Chronologie des Zufalls (1994) alude a una deconstrucción del discurso fílmico que es la esencia del cine de Haneke y, al mismo tiempo, de buena parte del cine contemporáneo. Se trata de breves porciones pertenecientes a las vidas de ciudadanos anónimos, apenas unos instantes sin conexión aparente, pero que terminarán convergiendo en un final tan violento como las noticias relatadas en los diversos flashes televisivos con los que se han ido alternando.
Al margen de otras consideraciones más profundas, la primera y gran intención del filme radica en establecer un paralelismo entre nuestra realidad inmediata, confortable, ajena al dolor ajeno, y la de aquellas regiones del mundo aquejadas por algún tipo de conflicto armado. A este respecto, Haneke parece interpelar al espectador a propósito de la guerra en Bosnia o Somalia, pero también sobre problemáticas invisibilizadas, ausentes en los espacios informativos. Tal es el caso, por ejemplo, del menor rumano, inmigrante clandestino, que viaja como polizonte a bordo de un camión que transporta electrodomésticos. O el anciano que vive solo y que en vano reclama la atención de una cajera de banco que resulta ser su hija.
Lo cierto es que Haneke, siempre atento a los males de nuestro entorno, establece con este tercer título de su Trilogía de la glaciación la enorme paradoja que supone el que tantísima gente tenga dificultades para comunicarse con los demás en el seno de una sociedad hipercomunicada. De hecho, nadie había reparado en el niño rumano cuando éste era apenas un mendigo que merodeaba por las calles de Viena. Y, sin embargo, cuando su caso sea difundido a través de la televisión encontrará enseguida unos padres adoptivos.
Por otra parte, tampoco parece que haya unas causas objetivas para que un estudiante universitario de diecinueve años irrumpa a tiros en el interior de una sucursal bancaria. No obstante, todo parece encajar, o al menos adquiere un cierto sentido en la mente del espectador, cuando, tal y como se anunciaba en los créditos iniciales, vemos a Maximilian B. desahogando su ira sobre la concurrencia. A fin de cuentas, como miembros de la sociedad de la información ya estamos insensibilizados ante una violencia que consumimos a todas horas, ya sea procedente de la otra punta del mundo o en directo y a la vuelta de la esquina.
Temas muy actuales bajo el prisma escrutador de Haneke y su innegable llamada de atención para recordarnos que, en cierto modo, somos cómplices desde nuestra pasividad y aparente lejanía.
ResponderEliminarEs como si quisiera dar a entender que estamos inmunizados ante la mayor parte de desigualdades que ocurren a nuestro alrededor.
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