miércoles, 20 de marzo de 2024

Pedro Páramo (1967)




Director: Carlos Velo
Méjico, 1967, 104 minutos

Pedro Páramo (1967) de Carlos Velo


Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría: pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. «No dejes de ir a visitarlo —me recomendó—. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte.» Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.

Juan Rulfo
Pedro Páramo (1955)



Tal vez el mejor elogio que se puede hacer a propósito de Pedro Páramo (1967), adaptación cinematográfica de la novela homónima de Juan Rulfo, es que iguala en muchos momentos la particular atmósfera fantasmagórica del texto original. Tarea harto compleja, habida cuenta de que en la imaginaria Comala las leyes del tiempo y del espacio no rigen según la lógica cartesiana, sino que abarcan simultáneamente las múltiples presencias de sus antiguos moradores. Una estructura intencionadamente fragmentaria en la que se dan cita las voces de los difuntos como si estuviesen vivos. De hecho, el equívoco llega al extremo de que ni siquiera el propio Juan Preciado (Carlos Fernández) se da cuenta de que él también es un espíritu errante.

La fotografía en blanco y negro de Gabriel Figueroa, al servicio de la puesta en escena del exiliado español Carlos Velo (1909-1988), contribuye en buena medida a realzar ese carácter espectral de aldea maldita que flota en el ambiente de principio a fin de la trama, sobre todo en el presente de casas derruidas y ánimas en pena. Así, por ejemplo, el contraste entre los dos planos de realidad antagónicos en los que se desdobla el guion provoca que la todopoderosa figura de Pedro Páramo sucumba gradualmente en su obsesión por poseer a la etérea Susana San Juan (Pilar Pellicer).



Sin embargo, se ha dicho en ocasiones que la elección del norteamericano John Gavin para el papel del tiránico cacique que da título a la historia le restó credibilidad a una obra que bucea en las esencias del Méjico profundo, tierra de convulsas luchas intestinas que marcarían trágicamente el destino del propio Rulfo, cuyos padres y tíos fallecieron a consecuencia de la Revolución Cristera.

Sea como fuere, y a pesar del espléndido trabajo de algunos secundarios, como Ignacio López Tarso, quien interpreta magistralmente al secuaz Fulgor Sedano, el paso de la cinta por el Festival de Cannes tuvo más de accidentado que de glorioso, dejando entre el equipo de rodaje un cierto sabor a fracaso que contrasta vivamente con el magnífico material, fidelísimo a su fuente literaria, de una versión fílmica que en muchos aspectos resultaba modélica.



6 comentarios:

  1. Complicada de adaptar esta novela, una de las cumbres de la literatura americana en castellano.

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    1. Y, sin embargo, la película no le va a la zaga en interés, aunque en su momento no gozara de una buena acogida.

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  2. Básicamente coincido con el contenido de la reseña. Un ambicioso empeño el de trasladar a la pantalla ese universo descrito por Juan Rulfo que a través de una historia habitada por fantasmas recoge el acervo mitológico, trágico y poético de la realidad mexicana. No obstante, Carlos Velo asumió la tarea (que le llevó varios años) y el resultado es un film de notable cuidado estético que puede defraudar en su alcance como adaptación, pero que consigue ese tono alegórico y una atmósfera de luces y sombras, de carne y espectros, muy acorde con la prosa de Rulfo.
    La elección de John Gavin, apuesto galán pero limitado actor, para el personaje central solo se entiende como una concesión para asegurarse la venta de la película a otros países.
    Un saludo.

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    1. Ciertamente. En todo caso, y a pesar de dichas concesiones, siempre merece la pena reivindicar la figura de Carlos Velo como uno de los mejores cineastas mejicanos de todos los tiempos.

      Saludos.

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  3. Todo un desafío el adaptar esta novela, en que la cronología es confusa. El protagonista inicial muere en un pueblo de fantasmas, siendo desplazado como protagonista. Y como narrador, salvo por un diálogo con Dorotea.
    Y la cronología es de lo más compleja, siendo la esencia de la novela.
    Saludos.

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    1. De hecho, esa forma de narrar en la que el tiempo y el espacio se desdibujan la aprendió Rulfo de William Faulkner, quien a su vez se erigió en fuente de inspiración para buena parte de los autores del "boom" latinoamericano.

      Saludos.

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