Director: José María Elorrieta
España, 1957, 77 minutos
Mensajeros de paz (1957) de J.Mª. Elorrieta |
Se acaban las fiestas navideñas y mañana habrá que volver a la rutina del trabajo, pero antes nos queda todavía un rato para comentar una de aquellas películas que en su momento fueron especialmente concebidas para ser vistas en días de entrañable espíritu fraterno como los que en teoría venimos de celebrar. Se trata de Mensajeros de paz (1957), fantasía bienintencionada del hoy un tanto denostado José María Elorrieta (1921-1974) a propósito de una supuesta visita de los Reyes Magos al Madrid de la época y que hay que juzgar con indulgencia si se tienen en cuenta las vueltas que ha dado el mundo (y sobre todo España) desde aquel entonces.
Ni que decir tiene que la gente se queda de pasta de boniato cuando los tres protagonistas se presentan a sí mismos como Gaspar (Rafael Luis Calvo), Melchor (Félix Dafauce) y Baltasar (Antonio Almorós), aunque su fuerza de persuasión y algún que otro milagrillo que se permiten propiciarán que unos y otros, a pesar de las situaciones disparatadas en las que se ven inmersos, acaben rindiéndose a la bonhomía de sus Majestades de Oriente. También es cierto que el mensaje subyacente en el guion de José Manuel Iglesias y el propio Elorrieta apela a la inocencia del niño que todos llevamos dentro, con lo cual ya hay mucho ganado para la causa de tan generosos sabios.
Asimismo, resulta curioso constatar que cada uno de ellos responde a perfiles muy distintos, siendo Melchor el moralista que recrimina las malas acciones de los hombres, Baltasar (con su pendiente y la cara pintada de negro) el más juguetón del trío y Gaspar el líder conciliador. "Mensajeros de paz", al fin y al cabo, tal y como reza el título de la cinta, cuya misión específica, tras su visita a un hospital infantil, consiste en localizar al papá del niño Andresito para que éste, un díscolo agente artístico llamado Enrique (Antonio Casas) que se marchó de casa hace algún tiempo, dejando en la estacada a su mujer e hijos, vuelva de nuevo con su familia.
Claro que moverse por la capital con esas pintas no facilita precisamente la tarea, de modo que los monarcas optan por cambiar de atuendo y sustituyen sus túnicas por elegantes abrigos. Aun así, recalarán brevemente en dependencias policiales y hasta en un cabaré, siempre con la sanísima intención de redimir a la descarriada Marichu (Mariangela Giordano), mujer de vida alegre, además de querida del ya mencionado Enrique... Y aún les quedará tiempo para interceder en favor de una promesa futbolística (Mario Berriatúa), novio de Ana (Concha Velasco), la hermana mayor de Andresito e hija de Enrique (¡qué lío!). Como se ve, trabajo no les falta. Y eso que, además, tienen que repartir todos los juguetes que han comprado (hasta agotar existencias) para los niños de un mundo que, cuando al final regresan a Oriente a bordo de su Land Rover, parece que es un poco menos hostil.
Como bien dices, hay que ser un poco indulgente.
ResponderEliminarSobre todo porque, a lo tonto a lo tonto, con la excusa de los Reyes Magos, el guion nos cuela una moral muy retrógrada.
ResponderEliminarMuy oportuno.
ResponderEliminarUn abrazo.
No es "¡Qué bello es vivir!", pero también tiene su encanto.
EliminarUn abrazo.
Quedé totalmente anonadado con lo variopinto de las películas que fuiste reseñando estas últimas semanas.
ResponderEliminarDesde JFK, pasando por Fantasía, hasta Bodas de Sangre, y otras.
Espectacular lo tuyo, Juan
Abrazos, que andes bien
Muchísimas gracias, Frodo. ¡Feliz año nuevo!
EliminarHola Juan!
ResponderEliminarNo la conocía, gracias por traerla. El tema de tiznarse la cara todavía sigue a día de hoy...
Saludos!
Ya lo creo: ¡menudo lío se armó en Madrid el otro día! Aunque yo creo que hoy tiene más delito que en el año 57. Ahí lo dejo...
EliminarSaludos.