Título en español: La imagen permanente
Directora: Laura Ferrés
España/Francia, 2023, 94 minutos
La imatge permanent (2023) de Laura Ferrés |
Lanzarse al comentario y análisis de una película tan sumamente inclasificable como La imatge permanent (2023) supone un ejercicio de abstracción a la altura del mejor cine experimental, vanguardista o cuantas etiquetas se le quieran colgar a la ópera prima de la catalana Laura Ferrés (Barcelona, 1989). Cine audaz, en cualquier caso, con el sello inconfundible de Carlos Vermut (coguionista del filme), el que le ha valido a esta debutante, surgida de las filas de la ESCAC, alzarse con la Espiga de Oro en la última edición de la Seminci. Gesta equiparable, por cierto, a la lograda por Jaione Camborda en Donosti con O corno (2023).
De entre esas muchas definiciones que circulan estos días a propósito de la cinta, quizá sea la de "comedia deprimente" la más certera, tal vez porque las situaciones que refleja, narrativamente elípticas, se prestan a la chispa de un cierto humor absurdo, si bien en el marco de una ciudad dormitorio del extrarradio, concretamente El Prat de Llobregat, que no invita precisamente a extraer lecturas demasiado optimistas de la vida de sus personajes. En todo caso, la historia de Carmen (María Luengo) aparece repleta de momentos casi surrealistas, a veces de un realismo mágico a lo txava, término peyorativo con el que se conoce el argot propio de algunas áreas del cinturón industrial barcelonés.
Porque esta película son, en realidad, muchas películas simultáneamente, todas ellas protagonizadas por mujeres. Se muestra, por una parte, el retrato de unas alegres aldeanas andaluzas, muchachas en su mayoría, cuyas cuitas y primeros escarceos sexuales terminarán en un embarazo no deseado. Crónica familiar encubierta, en realidad, a propósito de unos orígenes que la directora sitúa en torno a la figura idealizada de su propia abuela. En cambio, la relación, muchos años después, entre la susodicha Carmen y una mujer de la calle llamada Antonia (Rosario Ortega) responde a unos parámetros típicamente urbanos que se caracterizan por la deshumanización de los vínculos interpersonales.
Así pues, el espíritu de camaradería que se respira en las escenas rurales del principio contrasta vivamente con el gélido individualismo al que posteriormente deberá enfrentarse Carmen, ya convertida en peculiar directora de casting en busca de candidatos que quieran explicar su pasado. Un universo bastante sui géneris (o bastante cotidiano, según se mire) en el que los aspirantes, en opinión de Carmen, se dividen entre los que tienen cara de pájaro y los que tienen cara de perro. Escenario ideal para reencuentros y confluencias donde lo mismo se baila o se canta que se comparte una soledad dolorosamente atávica.
Valiente propuesta por hacer un cine, si no diferente, al menos en busca de caminos que se salen de lo convencional.
ResponderEliminarAlgunos lo llamarán arriesgado, pero sí: yo también creo que se trata de una película muy valiente.
EliminarTodavía no la he visto. Que intervenga Carlos Vermut en el guión es toda una garantía.
ResponderEliminarUn abrazo.
No te dejará indiferente, de eso puedes estar seguro.
EliminarUn abrazo.