Director: Fernando Fernán-Gómez
España, 1986, 99 minutos
Mambrú se fue a la guerra (1986) |
Al término de la contienda civil, parece ser que no fueron pocos quienes, habiendo luchado en el bando republicano, y ante la imposibilidad de partir rumbo al exilio, decidieron esconderse durante años en sus propios hogares con tal de salvar el pellejo. Aparte de Mambrú se fue a la guerra (1986), otras películas han abordado el mismo tema. Por ejemplo, El hombre oculto (1971) de Alfonso Ungría o, más recientemente, La trinchera infinita (2019) del trío de directores vascos Arregi, Garaño y Goenaga.
El guion y la idea original del filme que nos ocupa corrieron a cargo de un viejo amigo y colaborador de Fernán-Gómez. Se trata de Pedro Beltrán (1927–2007), quien ya había tenido ocasión de participar en la escritura de El extraño viaje (1964), los trece episodios de la serie televisiva El pícaro (1974-1975) y la opereta ¡Bruja, más que bruja! (1977).
A medio camino entre la comedia costumbrista y el habitual humor negro, marca de la casa, que destilan los trabajos mencionados en el anterior párrafo, la historia se centra en los avatares de don Emiliano (Fernán-Gómez) y un entorno familiar que recibe con alborozo la noticia de la muerte de Franco. Sin embargo, y después de que la abuela Florentina (María Asquerino) revele la presencia en el subsuelo doméstico de un pariente al que todos creían caído en el frente de batalla, la euforia inicial irá paulatinamente dando paso a rencillas que hasta ese momento nadie hubiera sido capaz de imaginar.
En ese sentido, a Encarna (Emma Cohen) e Hilario (Agustín) sólo parece importarles el cobro de la pensión de viudedad de Florentina, paga que una eventual "resurrección" de Emiliano haría peligrar. Únicamente su nieto Manolín (Jorge Sanz) hace gala de la empatía que le falta a los mayores al compartir cigarrillos y confidencias con el anciano, a cambio de que le enseñe a tocar la batería (o jazz-band, como él la llama). Y es que la comicidad del enfoque argumental no impide, en una lectura más profunda, inferir el verdadero mensaje de una trama aparentemente amable: remover el pasado y sacar a relucir una verdad que llevaba cuarenta años oculta, ya sea en forma de simpático abuelito o de los huesos de una fosa común, puede desencadenar (como, de hecho, ocurre bastante a menudo) convulsas controversias que pongan en riesgo el orden establecido.
En efecto, estas cosas, que parecen de justicia, a veces comportan problemas añadidos y son los allegados quienes más trabas ponen a que salgan a la luz las cosas. Un verdadero trauma para los afectados.
ResponderEliminarHombre, a ver: habrá quizá algún allegado que, como dices, "ponga trabas". Pero, en general, ha sido el propio Estado español el que podría haber hecho más por la recuperación de la memoria histórica.
EliminarHola Juan!
ResponderEliminarCreo que me la mencionaste en alguna ocasión, tengo que verla.
Saludos!
Te hará pasar un rato de lo más divertido. Aunque también es de las que hacen pensar.
EliminarSaludos.
Guardo un grato recuerdo de esta película. La vi hace muchos años y me sorprendió el modo de exponer el tema.
ResponderEliminarSaludos.
Tiene ese punto de comedia negra típicamente española. Efectivamente, se trata de una película muy entrañable.
EliminarSaludos.