Director: Julio Medem
España/Francia, 2001, 128 minutos
Lucía y el sexo (2001) de Julio Medem |
Si en su anterior película, Los amantes del Círculo Polar (1998), la pareja protagonista era víctima de un final trágico en los confines de Finlandia, Medem concibió Lucía y el sexo (2001) como antítesis de aquélla al situar buena parte de la acción en la luminosa Formentera. De hecho, el filme nació como resultado de fusionar dos guiones distintos (Lucía: un rayo de sol, escrito durante una breve estancia en la isla, y Sexo: novela corta en la que se profundizaba en el pasado de los personajes), lo cual se percibe de inmediato en las dos realidades paralelas en las que, alternativamente, transcurre la trama.
Un poco a la manera del Tarkovsky de La infancia de Iván (1962), cada uno de esos mundos representa dimensiones opuestas, de manera que si Madrid es el día a día de Lorenzo (Tristán Ulloa) y Lucía (Paz Vega), con sus crisis (de pareja y/o creativas), Formentera aparece retratada como un retiro irreal saturado de luz. Se diría, y Medem promueve continuamente el equívoco, que lo que acontece en ese rincón idílico del mediterráneo es la ficción a la que Lorenzo trata de dar forma en la novela que está escribiendo.
Seis años antes, el futuro escritor había tenido, en las playas de ese mismo lugar, un romance pasajero con una joven valenciana (Najwa Nimri), fruto del cual nacerá una niña llamada Luna, tal vez por haber sido concebida una noche de plenilunio. Así pues, Lorenzo ("el sol") es el padre de una criatura que, además de simbolizar su contrario, da pie a una de esas dicotomías tan del gusto del cineasta.
De nuevo el azar, las conexiones inesperadas entre personajes o los amores apasionados volvían a estar presentes en una cinta que, gracias, en parte, a las tórridas escenas de sexo que contiene, supuso el mayor éxito comercial hasta la fecha de su director. Un Julio Medem que, todo hay que decirlo, ha ido francamente de capa caída desde entonces, siguiendo una trayectoria un tanto errática en cuanto al interés y la calidad de las producciones por él dirigidas en los últimos años.
Ésta también me gustó. Paz Vega estaba guapísima (me pregunto qué ha sido de ella). Y contiene una de las reflexiones más lúcidas de todo el cine de Medem: La mayor utilidad de la vida en pareja es que permite degustar una paella en un restaurante. Yo añadiría, sin salirme del trasfondo veraniego, que hace posible proteger la espalda del sol, pues uno mismo no llega a todos los rincones y la quemadura está asegurada.
ResponderEliminarNo estoy siendo irónico. La película me gustó pese a su exceso de tremendismo y el comentario de la paella me pareció brillante.
Un abrazo.
Vaya, vaya... ¿Y qué opina Mireia de esta teoría? ¿Está de acuerdo contigo?
EliminarPor cierto, respondiendo a tu pregunta sobre el paradero de Paz Vega: hoy han sacado por la tele unas imágenes suyas, tirándose en trineo (y sin mascarilla) por las calles de Madrid.
Un abrazo.
Película arriesgada y cargada de dudas por parte de su director (hasta 19 versiones de montaje). Al final, el público aplaudió esos riesgos formales y de argumento para convertirla, como bien dices, en su película más taquillera.
ResponderEliminarTal vez fue arriesgada en su momento, aunque yo creo que filmes inmediatamente posteriores a éste e imbuidos de un similar espíritu, como "9 Songs" (2004) del británico Michael Winterbottom, lo fueron mucho más todavía.
EliminarHe leído sobre ella cuando se estrenó, pero no, no la he visto...
ResponderEliminarOk, me rindo... no me alcanza la vida para tanto que quiero ver, leer, escuchar... empazaré a pedir por algunas más.
Besos.
Never surrender, Alma! Lo importante no es verlo todo, sino disfrutar de lo que ves. Además, esta película en concreto tampoco es imprescindible: así que una menos por la que preocuparte...
EliminarGracias por pasar.
Besos.