Título original: The Informer
Director: John Ford
EE.UU., 1935, 91 minutos
EE.UU., 1935, 91 minutos
Cuatro Óscars (Mejor actor, director, guion y música) avalan el éxito de una de las cintas más logradas de cuantas dirigiera John Ford en la década de los treinta. Filme oscuro, de acción íntegramente nocturna, en el que el cineasta de origen irlandés se sirve de las técnicas del expresionismo para plasmar en imágenes la pesadumbre que atenaza al protagonista por haber inculpado a su antiguo camarada y amigo Frankie McPhillip (Wallace Ford).
Son varios los recursos que, a tal efecto, se utilizan, siendo el más reiterado (y reiterativo) la sobreimpresión en pantalla del cartel de "Se busca" cada vez que al rudo Gypo (Victor McLaglen) lo asalta la desazón del remordimiento. Pasquín al que, por cierto, el viento arrastra por los suelos, durante las primeras secuencias de la película, hasta engancharse como una lapa entre las piernas del delator: metáfora límpida y cristalina del sentimiento de culpa que, a partir del momento en el que se consuma el chivatazo, lo va a importunar con insufrible insistencia.
También el compás de un reloj, una vez que Gypo se separa de Frankie, marcará el inicio de la cuenta atrás que va a conducir a ambos hombres a su perdición: el uno a manos de la policía británica y el otro en un juicio sumarísimo, bajo la atenta mirada de sus antiguos correligionarios del IRA, cuyo ambiente subterráneo y clandestino remite ineludiblemente al llevado a cabo por los miembros del hampa en M (1931) de Fritz Lang.
Con todo y con eso, la esencia última de lo expuesto en The informer obedece a unos valores más cristianos que políticos. A este respecto, las palabras con las que se abre el relato ("Then Judas repented himself and cast down the thirty pieces of silver and departed...") no dejan lugar a dudas: las veinte libras de la recompensa van a suponer para el pobre Gypo lo mismo que fueron aquellas treinta monedas para el alevoso apóstol. De poco le habrá servido la promesa de emigrar a América en compañía de esa especie de magdalena que es Katie (Margot Grahame): lo que fácil viene, fácil se va y, tras malgastar el dinero en borracheras, finalizará su periplo frente al altar y la madre de Frankie (en clara alusión a la Virgen María) implorando el perdón que redima su culpa ante Dios y los hombres.
Me debo desde hace mucho tiempo el cine de John Ford, estas entradas tuyas pueden ser el puntapié para buscarlas
ResponderEliminarAbrazos Juan!
Y yo que me alegro, Frodo. Ya sabes lo que Orson Welles respondió, en cierta ocasión, preguntado por el nombre de sus tres directores favoritos: «John Ford, John Ford y John Ford».
EliminarSaludos.
Hola Juan!
ResponderEliminarPoco que añadir a tu estupenda reseña. Esta revisando ahora mismo la filmografia de Ford y desde luego es impresionante, cuando rodó esta tenia mas o menos 37 años y menuda carrera llevaba a sus espaldas. Esta impresionante el bueno de Victor M., menudo pedazo de tío, esas manos eran como yunques!!!... No se tu, pero yo a medida que avanza la historia siempre me digo "¡deja de gastar la pasta y vete a la maldita agencia de viajes...!"
Saludos y feliz semana!
A mí me pasa igual, Fran. De hecho, el que la trama se condense en el transcurso de una sola noche contribuye a que el espectador viva más intensamente el descenso a los infiernos de Gypo.
EliminarSaludos.