Directora: Mia Hansen-Løve
Francia/Alemania, 2018, 107 minutos
Maya (2018) de Mia Hansen-Løve |
La belleza de tu película no residirá en las imágenes (tarjetapostalismo), sino en lo inefable que éstas liberarán.
Si en este blog fuésemos dados a ponerle título a todas y cada una de las entradas que lo conforman, la presente debería ir encabezada por algo así como "Ni fu ni fa. O de cómo hacer pasar una película anodina por una obra de arte". Porque Maya, la enésima entrega de Mia Hansen-Løve, la realizadora francesa de apellido nórdico, vuelve a ser más de lo mismo: como Le père de mes enfants (2009), como Un amour de jeunesse (2011), como Edén (2014), como L'avenir (2016), como siempre...
Robert Bresson
Notas sobre el cinematógrafo
Traducción de Daniel Aragó Strasser
Si en este blog fuésemos dados a ponerle título a todas y cada una de las entradas que lo conforman, la presente debería ir encabezada por algo así como "Ni fu ni fa. O de cómo hacer pasar una película anodina por una obra de arte". Porque Maya, la enésima entrega de Mia Hansen-Løve, la realizadora francesa de apellido nórdico, vuelve a ser más de lo mismo: como Le père de mes enfants (2009), como Un amour de jeunesse (2011), como Edén (2014), como L'avenir (2016), como siempre...
Un cine que hunde sus raíces de forma más que ostensible en los presupuestos establecidos por Robert Bresson, pero que dista mucho, sin embargo, de igualar el mismo resultado. Maya, por ejemplo, es una bonita postal escrita desde la India: el viaje hasta Goa de un corresponsal de guerra que, tras su cautiverio en Siria, decide dar un nuevo rumbo a su existencia regresando al escenario en el que pasó la niñez.
Que una vez allí, y tras haber dejado en Francia a la que fuera su pareja, se dé de bruces con el amor parece una broma cruel del destino, pese a que Gabriel (Roman Kolinka), que sobrevivió a las inclemencias del integrismo islámico, no parece muy dispuesto a sucumbir de nuevo ante las del compromiso...
Interesante planteamiento, de acuerdo, aunque no la genialidad que algunos pretenden cada vez que Hansen-Løve presenta un nuevo filme. A Maya le falta profundidad y le sobran panorámicas de muchos de los lugares y monumentos que visitan los protagonistas; se echan de menos algunas aclaraciones a propósito de la compleja relación de Gabriel con su madre o de la feroz especulación inmobiliaria en torno a la casa familiar. Y todo para que al final, mientras desfilan los títulos de crédito, a uno le quede la vaga impresión de haber pasado de puntillas por la vida de estos personajes.
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