Director: Denis Do
Francia/Luxemburgo/Bélgica, 2018, 84 minutos
Funan (2018) de Denis Do |
Amparándose en el encanto que, a priori, suscitan los filmes de animación, durante la última década han sido varios los cineastas que se han atrevido a abordar determinados conflictos internacionales. Es el caso de Vals con Bashir (2008) del israelí Ari Folman, sobre la invasión del Líbano, así como de Persépolis (2007), visión de Vincent Paronnaud y Marjane Satrapi a propósito de la caída del Shah de Persia y la posterior revolución islámica.
Al igual que esta última, Funan nos llega ahora desde Francia, antigua metrópolis de lo que luego sería la actual Camboya y destino de una parte de la escasa disidencia que logró huir del implacable genocidio perpetrado por los Jemeres Rojos de Pol Pot, entre 1975 y 1979, en su terrible afán por imponer el agrarismo radical en el conjunto del territorio de Kampuchea.
Su director, el debutante Denis Do (París, 1985), desciende precisamente de refugiados, motivo más que obvio para comprender por qué eligió semejante temática para su primera película. El caso es que, a pesar de lo cruento de la historia que cuenta (en buena medida, recuerdos de lo que le tocó vivir a su propia familia), Funan es la flamante ganadora del Cristal, o máximo galardón, del último Festival Internacional de Cine de Animación de Annecy.
Merecida recompensa, a buen seguro, pero que no impide que se nos ocurra algún que otro reparo respecto a cómo tantísima crueldad acaba difuminada tras la inocua apariencia de sus personajes dibujados. O de hasta qué punto las sensuales voces de Bérénice Bejo y Louis Garrel actúan de edulcorante en una trama un tanto folletinesca (con niño perdido incluido). Circunstancias en las que quizá no caía (o puede que no tanto, al hallarse temporalmente más cerca de los hechos relatados) Roland Joffé en su ya clásica The Killing Fields (1984).
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