martes, 5 de septiembre de 2017

Un ángel pasó por Brooklyn (1957)




Título italiano: Un angelo è sceso a Brooklyn
Director: Ladislao Vajda
España/Italia, 1957, 87 minutos

Un ángel pasó por Brooklyn (1957) de Ladislao Vajda


Pretendo con estos escritos reunir para ti, lector, algunos cuentos en prosa milesia. Si te avienes a leer este papiro escrito con fina caña del Nilo, seduciré tus benévolos oídos con una divertida narración, y quedarás admirado con la sucesión de situaciones de unos hombres que cambian de forma y condición, para recuperar nuevamente su primitiva imagen, según les interesa.

Apuleyo
El asno de oro
(Traducción de José María Royo)

Si alguien se decidiese a llevar a cabo un análisis minucioso del filme que ahora nos ocupa tendría ocasión de hallar en su guion trazas de fuentes clásicas tan evidentes como innegables. Lo cual constituye una sorpresa relativa, teniendo en cuenta que cualquier ciudadano medianamente cultivado de la Italia de los años cincuenta había estudiado indefectiblemente a los autores latinos. De modo que los Alessi, Guerra, Rondi y demás responsables de esbozar el argumento de Un ángel pasó por Brooklyn conocían al dedillo las vicisitudes del joven Lucio, protagonista de El asno de oro de Apuleyo de Madaura (narrador africano del siglo II de nuestra era), como se desprende de las no pocas semejanzas entre ambas obras.

Para empezar, y la más obvia, la repentina metamorfosis en perro del abogado Bossi (Peter Ustinov), probablemente inspirada en la de Lucio en borrico. De hecho, hay un momento en el que el huraño letrado hace referencia a la fábula "del burro y la cigarra". Y, por más que su ayudante le corrige, recordándole que el oponente del canoro insecto del cuento era una hormiga y no un rucio, él se mantiene en sus trece, lo que podría considerarse casi como un guiño.



Luego la base de la trama procede de Apuleyo, aunque la acción se sitúa en un Brooklyn recreado en los madrileños Estudios Chamartín. Estamos en la little Italy de los humildes inmigrantes que llegaron al Nuevo Mundo en pos del sueño americano. Y Bossi, hombre adusto y sin escrúpulos, se dedica a hostigar a unos acreedores que difícilmente podrán abonar las cantidades adeudadas. Pero la gota que hará colmar el vaso se produce cuando rechaza con aspavientos a una desvalida viejecilla que va vendiendo cuentos (milesios o no) por las casas. Ella, como la Circe homérica, le echará la maldición que lo reduce a modesta condición perruna hasta que demuestre que es capaz de amar y ser amado.

Algo que, con Pablito Calvo en el reparto, tiene fácil solución, pues Filipo y el mastín picapleitos harán tan buenas migas que el segundo queda finalmente redimido de su penitencia canina mientras que el niño ve colmados sus deseos de paladear las apetitosas magdalenas bañadas en chocolate que durante tanto tiempo ansió desde la vitrina de una pastelería del barrio.


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