martes, 12 de septiembre de 2017

Doña Francisquita (1934)













Director: Hans Behrendt
España, 1934, 90 minutos



Coincidiendo con la celebración del Festival de cine judío, la Filmoteca de Catalunya ha contado esta tarde con la presencia de Mark Oliver, nieto del fundador de la productora Ibérica Films. Según el relato que ha ofrecido a los asistentes, fue David Oliver un alemán que llegó a Barcelona huyendo del nazismo y cuya empresa produciría un total de hasta cuatro largometrajes, de los que Doña Francisquita es el único que se ha conservado. Después, al estallar la guerra civil, el magnate alemán conseguiría establecerse en Londres, adonde vivió dedicado a la industria del cine hasta el final de sus días con 67 años.

Se da la circunstancia de que al morir el padre de Mark en 2011 en Vancouver (Canadá) apareció entre sus pertenencias una maleta que contenía numeroso material sobre la productora cinematográfica barcelonesa creada por su abuelo. Algunas de esas fotografías han sido mostradas antes de la proyección, lo mismo que una selección de anuncios publicitarios de animación de la época (Impermeables Búfalo, Productos para el régimen Santiveri y Colorete en polvo Tabú de la casa Dana).



En cuanto a la película que se ha proyectado a continuación, Doña Francisquita fue montada por Paul Falkenberg, el prestigioso técnico que previamente se ocupara de la edición de títulos tan emblemáticos como M de Lang o Vampyr de Dreyer. Y asimismo ocurrió con el resto del equipo, donde sobresalían nombres notables de la industria cinematográfica alemana como el director Hans Behrendt (quien fallecería en Auschwitz en el 42) o Enrique Guerner (Heinrich Gärtner) como responsable de la fotografía.

Debidamente restaurada en el 96, lo que más llama la atención de esta versión de la zarzuela homónima de Amadeu Vives es el predominio de los números musicales por encima de la trama. De lo que fácilmente se deduce que en este tipo de adaptaciones la pieza elegida servía como reclamo para un público que previamente conocía al dedillo las canciones y que acudía al cine más para tararearlas que no para estar pendientes del argumento. Con todo, el innegable ascendiente expresionista de sus imágenes, herencia de los exiliados alemanes que la realizaron, es uno de sus aspectos más destacables.

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