Título original: Close Encounters of the Third Kind
Director: Steven Spielberg
EE.UU., 1977, 132 minutos
Encuentros en la tercera fase (1977) |
Según los protocolos de la ufología establecidos por J. Allen Hynek (1910–1986) en lo concerniente a encuentros con alienígenas, la tercera fase es la que implica contacto. Como el que parece que están predestinados a tener quienes protagonizan uno de los títulos más interesantes de la filmografía de Steven Spielberg.
Son muchas las cosas que se han dicho y que aún se siguen diciendo a propósito de una película de culto que a nadie deja indiferente. De lo que no se ha hablado tanto, en cambio, es del hecho de que con Close Encounters of the Third Kind su director pretendía reivindicarse como algo más que un money maker. Y la maniobra que a tal efecto llevó a cabo no pudo ser más perspicaz: ofrecer a François Truffaut, buque insignia del cine de autor europeo al frente de la Nouvelle vague francesa, uno de los papeles protagonistas. Si se tiene en cuenta, además, que, en su faceta de crítico, Truffaut había sido el máximo responsable de mostrar al mundo la genialidad de Alfred Hitchcock (su larga entrevista con el mago del suspense y el posterior libro que publicaría son ya míticos), el paralelismo resulta tan tentador como inevitable.
Pero no queda ahí la cosa: las referencias cinéfilas son constantes en el caso de un director que, como Spielberg, pertenece a una generación (la de los Lukas, Scorsese y demás tótems surgidos de las universidades americanas a finales de los sesenta) que conoce al dedillo la tradición fílmica que les antecede. Por eso no es de extrañar que la pareja Roy (Richard Dreyfuss) / Jillian (Melinda Dillon) ascienda por la escarpada ladera de la Devil's Tower de Wyoming, emulando la tortuosa escalada del Monte Rushmore protagonizada por Cary Grant y Eva-Marie Saint en Con la muerte en los talones. A fin de cuentas, en ambos casos se trata de monumentos nacionales esculpidos sobre la roca viva de una montaña. Pero por si aún quedase alguna duda, una vez arriba se nos aporta la clave definitiva: la voz del locutor que anuncia el inminente aterrizaje de las naves extraterrestres sobre la base allí construida por el profesor Lacombe y sus hombres especifica que éstas harán su entrada "por el noroeste" ("North Northwest" en inglés). ¿Y cuál era el título original de Con la muerte en los talones?: pues precisamente North by Northwest. Muy sutil y agarrado con pinzas, si se quiere, pero tan subliminal como otros cientos de detalles presentes en éste y en otros filmes de Spielberg.
Como tampoco conviene perder de vista la simbología que encierra una película que quizá tiene más de espiritualidad o política que no de ciencia ficción. ¿O acaso los alienígenas con los brazos abiertos en cruz, debidamente subrayado por la escena previa de los astronautas asistiendo a un oficio religioso antes de embarcarse, no hacen pensar en una referencia cristiana? ¿O comparar la Devil's Tower con el monte Sinaí? ¿Y los dedos de los fieles apuntando al cielo en la India?
En todo caso, sería el propio Spielberg quien, en una entrevista concedida en 2007 a Richard Schickel, aportara el sentido definitivo de una obra que se concibió en el contexto de la Guerra Fría: "Si podemos hablar con los extraterrestres, ¿por qué no con los comunistas?" [Spielberg on Spielberg. Turner Classic Movies]. Así pues, habría que ver en ese histórico "encuentro en la tercera fase" un acercamiento a la Unión Soviética. ¿Quizá por ello los cosmonautas que se incorporan a la nave nodriza, Roy entre ellos, van uniformados de rojo?
En fin: dejando al margen interpretaciones cabalísticas, lo realmente bello y cautivador de Close Encounters of the Third Kind son esas cinco notas musicales que, unidas al método ideado por el compositor húngaro Zoltán Kodály (1882–1967) para enseñar música a los niños sordos, dan a entender que el único lenguaje universal es la música.
Son muchas las cosas que se han dicho y que aún se siguen diciendo a propósito de una película de culto que a nadie deja indiferente. De lo que no se ha hablado tanto, en cambio, es del hecho de que con Close Encounters of the Third Kind su director pretendía reivindicarse como algo más que un money maker. Y la maniobra que a tal efecto llevó a cabo no pudo ser más perspicaz: ofrecer a François Truffaut, buque insignia del cine de autor europeo al frente de la Nouvelle vague francesa, uno de los papeles protagonistas. Si se tiene en cuenta, además, que, en su faceta de crítico, Truffaut había sido el máximo responsable de mostrar al mundo la genialidad de Alfred Hitchcock (su larga entrevista con el mago del suspense y el posterior libro que publicaría son ya míticos), el paralelismo resulta tan tentador como inevitable.
Truffaut (izquierda) y Spielberg (centro) durante el rodaje |
Pero no queda ahí la cosa: las referencias cinéfilas son constantes en el caso de un director que, como Spielberg, pertenece a una generación (la de los Lukas, Scorsese y demás tótems surgidos de las universidades americanas a finales de los sesenta) que conoce al dedillo la tradición fílmica que les antecede. Por eso no es de extrañar que la pareja Roy (Richard Dreyfuss) / Jillian (Melinda Dillon) ascienda por la escarpada ladera de la Devil's Tower de Wyoming, emulando la tortuosa escalada del Monte Rushmore protagonizada por Cary Grant y Eva-Marie Saint en Con la muerte en los talones. A fin de cuentas, en ambos casos se trata de monumentos nacionales esculpidos sobre la roca viva de una montaña. Pero por si aún quedase alguna duda, una vez arriba se nos aporta la clave definitiva: la voz del locutor que anuncia el inminente aterrizaje de las naves extraterrestres sobre la base allí construida por el profesor Lacombe y sus hombres especifica que éstas harán su entrada "por el noroeste" ("North Northwest" en inglés). ¿Y cuál era el título original de Con la muerte en los talones?: pues precisamente North by Northwest. Muy sutil y agarrado con pinzas, si se quiere, pero tan subliminal como otros cientos de detalles presentes en éste y en otros filmes de Spielberg.
Como tampoco conviene perder de vista la simbología que encierra una película que quizá tiene más de espiritualidad o política que no de ciencia ficción. ¿O acaso los alienígenas con los brazos abiertos en cruz, debidamente subrayado por la escena previa de los astronautas asistiendo a un oficio religioso antes de embarcarse, no hacen pensar en una referencia cristiana? ¿O comparar la Devil's Tower con el monte Sinaí? ¿Y los dedos de los fieles apuntando al cielo en la India?
En todo caso, sería el propio Spielberg quien, en una entrevista concedida en 2007 a Richard Schickel, aportara el sentido definitivo de una obra que se concibió en el contexto de la Guerra Fría: "Si podemos hablar con los extraterrestres, ¿por qué no con los comunistas?" [Spielberg on Spielberg. Turner Classic Movies]. Así pues, habría que ver en ese histórico "encuentro en la tercera fase" un acercamiento a la Unión Soviética. ¿Quizá por ello los cosmonautas que se incorporan a la nave nodriza, Roy entre ellos, van uniformados de rojo?
En fin: dejando al margen interpretaciones cabalísticas, lo realmente bello y cautivador de Close Encounters of the Third Kind son esas cinco notas musicales que, unidas al método ideado por el compositor húngaro Zoltán Kodály (1882–1967) para enseñar música a los niños sordos, dan a entender que el único lenguaje universal es la música.
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