Directora: Itsaso Arana
España, 2023, 86 minutos
Las chicas están bien (2023) de Itsaso Arana |
Si, tal y como afirma el personaje de Bárbara Lennie en un momento determinado de Las chicas están bien (2023), "Las películas son cartas al futuro", entonces no cabe la menor duda de que el debut tras las cámaras de la hasta ahora actriz Itsaso Arana (Tafalla, Navarra, 1985) anticipa las líneas maestras de una obra que está llamada a perdurar en el tiempo. Lo cual no significa que la cinta, como todo filme primerizo, no tenga sus luces y sombras, si bien esas posibles carencias quedan de sobra compensadas por la valentía que rezuma un guion en el que los límites entre ficción y realidad se diluyen con la frescura propia de un juego.
Las cinco intérpretes que integran el reparto mantienen, de hecho, sus nombres reales a la hora de meterse en la piel de sus respectivos personajes, de modo que el ejercicio de introspección que llevan a cabo, sincerándose ante la cámara, resulta todavía más auténtico. Son reflexiones en voz alta que revelan desde el desconsuelo de la hija que perdió demasiado pronto a un padre o a una madre hasta la ilusión de la embarazada que espera su primer retoño, pasando por la joven que, envalentonada tras no pocos titubeos, decide finalmente declararse a su novio francés, aunque sea mediante una nota de voz que ésta le envía por WhatsApp.
Por otra parte, el enfoque eminentemente femenino/feminista de la trama deja traslucir una visión de lo que significa ser mujer hoy en día que implica una relectura empoderada del cuento de la princesa y el guisante. De ahí la complicidad entre mujeres de distintas generaciones (la niña encantada con la idea de hacer teatro, la abuela capaz de adivinar el sexo del futuro bebé con tan sólo echarle un vistazo a la madre) en un contexto en el que la presencia masculina se limita a un hermano ausente y al fugaz ligue veraniego de una de las protagonistas con un chico del pueblo.
Aun así, la originalidad de una propuesta tan sumamente sincera reside en su carácter de work in progress, logrando que el proceso de ensayo de una pieza teatral se acabe convirtiendo, aparte de en la propia película, en una interesantísima terapia desmitificadora cuyas participantes, aisladas durante varios días en un idílico marco campestre, lo mismo se expresan en castellano que en vasco. Definitivamente, conviene saludar con la efusividad que merece la irrupción en nuestro panorama fílmico (a veces convencional en exceso) de una autora con las ideas tan claras.
Parece que nos hallamos ante una nueva promesa del cine español.
ResponderEliminarEsperemos que se afiance para goce de todos.
Inteligencia no le falta. Y mesura para cuestionar muchas cosas, aunque sin caer en lo panfletario.
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